Esta vez no pido un milagro.
Le he pedido a Dios que se me lleve, que me deje descansar ya. Pero...
que se haga su voluntad, no la mía.
En eso
coincidimos.
Es exactamente lo que le he dicho, pero pidiéndole lo contrario:
que te cures.
Querer morirse es de comodones.
Confía en Dios. Él lo soluciona todo, antes, más
y mejor.
Pude darle un beso antes de que entrara en boxes, a media
tarde.
Fui a la capilla, me arrodillé, y le dije al Señor:
A tus manos encomiendo lo pasado, lo presente y lo futuro, lo
pequeño
y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno.
Pasaban de las 10 de la noche cuando me llamaron.
La operación
ha
ido bien. Tiene los intestinos pegados, con muchas bridas. Hemos
cortado
unos treinta centímetros, que estaban necrosados.
Gracias...
, dije, acordándome de lo que mi madre
había
comentado poco antes: A
las
enfermeras les doy las gracias hasta cuando me hacen daño.
La mantendremos
dormida
con psicotropos, para que descanse.
Relativamente
bien...
Como las hojas otoñales, que tienen un colorido
magnífico,
pero están a punto de caer....
Su vida es una llama que parpadea sobre una vela casi totalmente
consumida.
Ella lo sabe, y lo acepta. Es un ejemplo vivo de sencillez, de paz,
de confianza en Dios.