¡Cuántas
veces
me han dicho con una mirada, o explícitamente:
"Llévame contigo"!
Me lo dice la perrita de la vecina, cada vez que me encuentra en el
rellano de la escalera, al dirigirse hacia mi puerta y tocarla con su
patita.
Me lo dice la alumna que ya no soporta seguir encerrada en el aula
y me ve aparecer sonriendo.
Me lo dijo a la puerta de una iglesia
y me estremezco al recordarlo
un joven sin techo ni hogar, recién llegado de algún
país
africano.
Porque tuve hambre, y no
me disteis
de comer...
Siempre llevo prisa cuando vuelvo de visitar a Albert. Las calles
peatonales,
abarrotadas al venir, están ahora semidesiertas.
Un individuo con el pelo sucio y revuelto extiende la mano.
No llevo nada... (suelto)
, musito sin detenerme.
¡Me faltan sólo 1.80
€ para el bocadillo, y llevo horas! ,
oigo
a mis espaldas.
A veces, hacia las once, mientras juegan por el patio, tomo
prestada
la guitarra del Departamento de Música y me escondo en una de
las
aulas vacías, o en el almacén de papel de
Conserjería,
para tocar un par de canciones. Siempre son las mismas, las que conozco
desde hace años. Las he cantado centenares de veces, pero
todavía
necesito las partituras. Siempre las mismas... amarillentas por el paso
del tiempo. Escogí "Mediterráneo", de Juan Manuel Serrat:
"A fuerza de desventuras, tu
alma es profunda y oscura..."
Y entonces se coló Yolanda. Se sentó sin pedir permiso,
sin decir nada. Esperó a que acabara la canción y dijo:
Me gustaría tener un padre
como tú.
¡...!
Una florecita puede hacer añicos una roca, ¿verdad?
Una flor nacida en un basurero, quizá...
¿Y dónde
está
tu padre?
En la cárcel.
¡Cuántas veces has pasado a mi lado, Dios mío, y no te he acogido!
Que no me conforme con dar limosna.
Que sepa darme a quien me necesita.
Que vea tu rostro en los pobres.