PRIMER DE BATXILLERAT HISTÒRIA DEL MÓN CONTEMPORANI


L'època d'entreguerres
material d'ampliació

Fonts primàries

  • Groucho Marx y la crisis de 1929, en Groucho y yo, libro de memorias
  • Benito Mussolini. La doctrina del fascismo, 1932


Fonts secundàries

 


Fonts primàries

Groucho Marx y la crisis de 1929, en Groucho y yo, libro de memorias

GROUCHO MARX

No tenía asesor financiero ¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor. Mi sueldo semanal era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba teóricamente en Wall Street.

Disfrutaba trabajando en la revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes como el que sigue eran corrientes en aquellos días.

Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza, en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo: – Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y, créame, amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. No se han figurado que yo estaba escuchándoles, pero cuando manejo el ascensor siempre tengo el oído atento. ¡No voy a pasarme toda la vida haciendo subir y bajar uno de estos cajones! El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: “Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation” […] Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín. -En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia. -Harpo -dije-, ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!

De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de United Corporation por valor de ciento sesenta mil dólares, con una garantía del veinticinco por ciento.

Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa esa garantía del veinticinco por ciento. Por ejemplo, si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.

El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, quien le dijo en un susurro: -Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que del Cobre Anaconda. Se vende a ciento treinta y ocho dólares la acción y se rumorea que llegará hasta los quinientos. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo sé de muy buena tinta. Chico corrió inmediatamente hacia el teatro, con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del telón hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir seiscientas acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietarios de doscientas acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó. Dijo: – No ocurre a menudo que alguien entre con tan buen pie en una Compañía como la Anaconda.

El mercado siguió subiendo y subiendo. Cuando estábamos de gira, Max Gordon, el productor teatral, solía ponerme una conferencia telefónica cada mañana desde Nueva York, sólo para informarme de la cotización del mercado y de sus predicciones para el día. Dichos augurios nunca variaban. Siempre eran “arriba, arriba, arriba”.

Hasta entonces yo no había imaginado que uno pudiera hacerse rico sin trabajar.

Max me llamó una mañana y me aconsejó que comprara unos valores llamados Auburn. Eran de una compañía de automóviles, ahora inexistente. -Marx -dijo- es una gran oportunidad. Pegará más saltos que un canguro. Cómpralo ahora, antes de que sea demasiado tarde. Luego añadió: -¿Por qué no abandonas el teatro y olvidas esos miserables dos mil semanales que ganas? Son calderilla. Tal como manejas tus finanzas, aseguraría que puedes ganar más dinero en una hora, instalado en el despacho de un agente de valores, que los que puedes obtener haciendo ocho representaciones semanales en Broadway.

-Max -contesté-, no hay duda de que tu consejo es sensacional. Pero al fin y al cabo tengo ciertas obligaciones con Kaufman, Ryskind, Irving Berlin y con mi productor Sam Harris. Los que por entonces no sabía era que Kaufman, Ruskind, Berlin y Harris también compraban a crédito y que, finalmente, iban a ser aniquilados por sus asesores financieros. Sin embargo, por consejo de Max, llamé inmediatamente a mi agente y le instruí para que me comprara quinientas acciones de la Auburn Motor Company.

Pocas semanas más tarde, me encontraba paseando por los terrenos de un club de campo, con el señor Gordon […] El día anterior, las Auburn habían pegado un salto de treinta y ocho enteros. Me volví hacia mi compañero de golf y dije: -Max, ¿cuanto tiempo durará esto? Max repuso, utilizando una frase de Al Jolson. -Hermano, ¡todavía no has visto nada!

Lo más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar.

Un día, con cierta timidez, hablé a mi agente acerca de este fenómeno especulativo. – No sé gran cosa sobre Wall Street – empecé a decir en son de disculpa- pero, ¿qué es lo que hace que esas acciones sigan ascendiendo? ¿No debiera haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus dividendos y el precio de venta de sus acciones? Por encima de mi cabeza, miró a una nueva víctima que acababa de entrar en su despacho y dijo: – Señor Marx, tiene mucho que aprender acerca del mercado de valores. Lo que usted no sabe respecto a las acciones serviría para llenar un libro.

- Oiga, buen hombre -repliqué-. He venido aquí en busca de consejo. Si no sabe usted hablar con cortesía, hay otros que tendrán mucho gusto en encargarse de mis asuntos. Y ahora ¿qué estaba usted diciendo?
Adecuadamente castigado y amansado, respondió: – Señor Marx, tal vez no se dé cuenta, pero éste ha cesado de ser un mercado nacional. Ahora somos un mercado mundial. Recibimos órdenes de compra de todos los países de Europa, de América del Sur e incluso de Oriente. Esta mañana hemos recibido de la India un encargo para comprar mil acciones de Tuberías Crane.

Con cierto cansancio pregunté: -¿Cree que es una buena compra? -No hay otra mejor -me contestó-. Si hay algo que todos hemos de usar son las tuberías. (Se me ocurrieron otras cuantas cosas más, pero no estaba seguro de que apareciesen en las listas de cotizaciones.) -Eso es ridículo -dije-. Tengo varios amigos pieles rojas en Dakota del Sur y no utilizan las tuberías. -Solté una carcajada para celebrar mi salida, pero él permaneció muy serio, de modo que proseguí-. ¿Dice usted que desde la India le envían órdenes de compra de Tuberías Crane? Si en la lejana India piden tuberías, deben de saber algo sensacional. Apúnteme para doscientas acciones; no, mejor aún, que sean trescientas.

Mientras el mercado seguía ascendiendo hacia el firmamento, empecé a sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender, pero, al igual que todos los demás primos, era avaricioso. Lamentaba desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iba doblar su valor en pocos meses. En los periódicos actuales leo con frecuencia artículos relativos a espectadores que se quejan de haber pagado hasta un centenar de dólares por dos entradas para ver My Fair Lady (Personalmente opino que vale esos dólares.) Bueno, una vez pague treinta y ocho mil por ver a Eddie Cantor en el Palace.

[…] Cantor era vecino mío en Great Neek. Como era viejo amigo suyo cuando terminó la representación fui a verle en su camerino. […] Encanto –dijo Cantor-, ¿qué te ha parecido mi espectáculo? Miré hacia atrás, suponiendo que habría entrado alguna muchacha. Desdichadamente no era así, y comprendí que se dirigía a mí. Eddie, cariño – contesté con entusiasmo verdadero-, ¡has estado soberbio! Me disponía a lanzarle unos cuantos piropos más cuando me miró afectuosamente con aquellos ojos grandes y brillantes, apoyó las manos en mis hombros y dijo: -Precioso, ¿tienes algunas Goldman Sachs? -Dulzura -respondí (a este juego pueden jugar dos)-, no sólo no tengo ninguna, sino que nunca he oído hablar de ellas ¿Qué es Goldman Sachs? ¿Una marca de harinas? Me cogió por ambas solapas y me atrajo hacia mí.

Por un momento pensé que iba a besarme. -¡No me digas que nunca has oído hablar de las Goldman Sachs! -exclamó incrédulamente-. Es la compañía de inversiones más sensacional de todo el mercado de valores.

Luego consultó su reloj y dijo: -Hoy es demasiado tarde. La Bolsa está ya cerrada. Pero, mañana por la mañana, nene, lo primero que tienes que hacer es coger el sombrero y correr al despacho de tu agente para comprar doscientas acciones de Goldman Sachs. Creo que hoy ha cerrado a 156… ¡y a 156 es un robo! Luego Eddie me palmoteó una mejilla, yo le palmoteé la suya y nos separamos. ¡Amigo! ¡Qué contento estaba de haber ido a ver a Cantor a su camerino! Figúrese, si no llego a ir aquella tarde al Teatro Palace, no hubiese tenido aquella confidencia.

A la mañana siguiente, antes del desayuno, corrí al despacho del agente en el momento en que se abría la Bolsa. Aflojé el veinticinco por ciento de treinta y ocho mil dólares y me convertí en afortunado propietario de doscientas acciones de la Goldman Sachs, la mejor compañía de inversiones de América.

Entonces empecé a pasarme las mañanas instalado en el despacho de un agente de Bolsa, contemplando un gran cuadro mural lleno de signos que no entendía. A no ser que llegara temprano, ni siquiera me era posible entrar. Muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Broadway. Parecía que casi todos mis conocidos se interesaran por el mercado de valores. La mayoría de las conversaciones se limitaban a la cantidad que tal y tal valor habían subido la semana pasada, o cosas similares. El fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y en muchos casos sus ahorros de toda la vida- en Wall Street.

Ocasionalmente, el mercado flaqueaba, pero muy pronto se liberaba la resistencia que ofrecían los prudentes y sensatos, y proseguía su continua ascensión. De vez en cuando algún profeta financiero publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público que los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores y recordando que todo lo que sube debe bajar. Pero apenas si nadie prestaba atención a estos conservadores tontos y a sus palabras idiotas de cautela.

Incluso Barney Baruch, el Sócrates de Central Park y mago financiero americano, lanzó una llamada de advertencia. No recuerdo su frase exacta, pero venía a ser así: “Cuando el mercado de valores se convierte en noticia de primera página, ha sonado la hora de retirarse.” Yo no estaba presente cuando la Fiebre del Oro del cuarenta y nueve. Me refiero a 1849. Pero imagino que esa fiebre fue muy parecida a la que ahora infectaba al todo el país.

El presidente Hoover estaba pescando y el resto del gobierno federal parecía completamente ajeno a lo que sucedía. No estoy seguro de que hubiesen conseguido algo aunque lo hubieran intentado, pero en todo caso el mercado se deslizó alegremente hacia su perdición.

Un día concreto, el mercado comenzó a vacilar. Unos cuantos de los clientes más nerviosos fueron presos del pánico y empezaron a descargarse. Eso ocurrió hace casi treinta años y no recuerdo las diversas fases de la catástrofe que caía sobre nosotros, pero así como al principio del auge todo el mundo quería comprar, al empezar el pánico todo el mundo quiso vender. Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores que por entonces solo tenían el nombre de tales. Luego el pánico alcanzó a los agentes de Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando garantías adicionales. Esta era una broma pesada, porque la mayor parte de los accionistas se habían quedado sin dinero, y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio. Yo fui uno de los afectados. Desdichadamente, todavía me quedaba dinero en el Banco. Para evitar que vendieran mi papel empecé a firmar cheques febrilmente para cubrir las garantías que desaparecían rápidamente. Luego, un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y sencillamente se derrumbó.

Eso de la toalla es una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba llorando. Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron doscientos cuarenta mil dólares (o ciento veinte semanas de trabajo, a dos mil por semana). Hubiese perdido más pero era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. [...] Todo lo que dijo fue: “¡la broma ha terminado!” Antes de que yo pudiese contestar el teléfono se había quedado mudo…se suicidó.

En toda la bazofia escrita por los analistas del mercado, me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas palabras lo dijo todo.
Desde luego, la broma había terminado. Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía. Si mi agente hubiese empezado a vender mis acciones cuando empezaron a tambalearse, hubiese salvado una verdadera fortuna. Pero como no me era posible imaginar que pudiesen bajar más, empecé a pedir prestado dinero del Banco para cubrir las garantías.

Las acciones de Cobre Anaconda se fundieron como las nieves del Kilimanjaro (no creáis que no he leído a Hemingway), y finalmente se estabilizaron a 2 7/8. La confidencia del ascensorista de Boston respecto a United Corporation se saldó a 3,50. Las habíamos comprado a 60. La función de Cantor en el Palace fue magnífica ¿Goldman-Sachs a 156 dólares? Cuando la máxima depresión del mercado, podía comprárselas a un dólar por acción. El ir al desahucio financiero no constituyó una pérdida total. A cambio de mis doscientos cuarenta mil dólares obtuve un insomnio galopante, y en mi círculo social el desvelamiento empezó a sustituir al mercado de valores como principal tema de conversación…”.

                                                      fuente: http://historia4eso.wordpress.com/author/rosarioscabota/ Santos Cabotá

La doctrina del fascismo

El fascismo niega que el número, por el solo hecho de ser número pueda dirigir las sociedades humanas, niega que este número pueda gobernar gracias a una consulta periódica. Afirma la desigualdad indeleble, fecunda y bienhechora de los hombres, que no es posible nivelar gracias a un hecho mecánico y exterior como el sufragio universal. Se puede definir a los regímenes democráticos como aquellos que dan al pueblo, de tiempo en tiempo, la ilusión de la soberanía (...). El fascismo rechaza de la democracia la absurda mezcla convencional de igualdad política, el hábito de la irresponsabilidad colectiva, el mito de la felicidad y del progreso indefinido. Pero si la democracia puede entenderse de modo diferente, si ella significa no dejar al pueblo al margen del Estado, el fascismo puede ser definido por el que escribe estas líneas como una 'democracia organizada, centralizada y autoritaria. (...).
Ni agrupaciones (partidos políticos, asociaciones, sindicatos) ni individuos fuera del Estado. Por consiguiente, el fascismo es contrario al socialismo que limita el movimiento histórico al punto de reducirlo a la lucha de clases y que ignora la unidad del Estado que, de suyo, funde las clases en un sólo bloque económico (...).”

Benito Mussolini. La doctrina del fascismo, 1932

 

Fonts secundàries

Discurso electoral de H. Hoover (1928)

(...) Yo no necesito  recitar más cifras y más pruebas. No hay una sola persona que no conozca  el profundo progreso que nuestro país ha realizado en este último periodo. Cada hombre y mujer sabe que su comodidad, sus esperanzas y su confianza en el futuro son mayores hoy de lo que eran hace siete años y medio años. (...). Puedo decir con énfasis que sin las sabias políticas que el Partido Republicano ha puesto en acción en este período, no habría sido posible tanto progreso. (...). Es el sistema americano,  un sistema político y social como nunca se ha desarrollado en la tierra que se funda en la idea de que la autonomía se puede conservar sólo por la descentralización del gobierno en el Estado, pero más allá de esto, se basa en la concepción social de que sólo a través de la libertad ordenada, la libertad de iniciativa del individuo en igualdad de oportunidades y del impulso empresarial se conduce la marcha del progreso.
(…)Por estas razones el pueblo estadounidense ha seguido adelante en el progreso, mientras que el resto del mundo se está deteniendo y algunos países incluso han retrocedido. Si alguien estudiara las causas que explican la recuperación retardada de Europa, encontraría que en  gran parte ha sido debido a la asfixia de la iniciativa privada, por un lado, y la sobrecarga del Gobierno  sobre las empresas por otro. (…)  Los nuevos métodos y las  nuevas ideas son el resultado del espíritu de aventura de la iniciativa individual y de la empresa individual. Sin aventura no hay progreso.
(…)Como resultado de nuestro sistema claramente norteamericano, nuestro país se ha convertido en la tierra de oportunidades para los nacidos sin herencia, no sólo por la riqueza de sus recursos y la industria, sino a causa de esta libertad de iniciativa y de empresa. Rusia tiene recursos naturales equivalentes a la nuestra. Su gente es igual de laborioso pero ella no ha tenido la bendición de los 150 años de nuestra forma de gobierno democrática y de nuestro sistema social de bienestar.
(…)Por la adhesión a los principios de la descentralización, la autonomía, la libertad y la igualdad de oportunidades para el individuo, el sistema americano ha dado un grado de bienestar sin igual en todo el mundo. Se ha acercado a la abolición de la pobreza y  a la abolición del miedo como nunca la humanidad había alcanzado antes. El progreso de los últimos siete años es la prueba de ello. (…)
Me gustaría decir algo más sobre lo que creo que es el ideal excepcional en todo nuestro sistema político, económico y social - que es la igualdad de oportunidades. Hemos realizado este ideal más que cualquier otra nación en el mundo. La igualdad de oportunidades es un derecho de todos los nacidos en América, rico o pobre, extranjero o nativo, sin tener en cuenta  la raza, la religión o el color. Los primeros pasos para la igualdad de oportunidades son que no debería haber ningún niño en Estados Unidos que no ha nacido ni vive en condiciones estables de salud, que no tiene todas las oportunidades de educación, que no está libre de trabajo perjudicial, que no tiene estímulos para llevar a cabo al máximo de sus capacidades. Este es un asunto de preocupación para nuestro Gobierno por lo  que vamos a fortalecer las garantías para la salud,  vamos a fortalecer las oficinas de atención a investigación,  vamos a fortalecer nuestro sistema educativo en todos los puntos y  la cooperación a través de nuestro Gobierno Federal con los gobiernos estatales y con las organizaciones de voluntariado del país.
En estos últimos años algunos grupos en nuestro país se han quedado atrás en  la marcha del progreso. No han tenido la misma oportunidad. Me refiero más en particular a los que trabajan en la industria textil, el carbón y en el industrias agrícolas. Nos puede ayudar a resolver estos problemas la cooperación de nuestro Gobierno. Se necesita capital inicial para ayudarlos, para estabilizar y llevar a cabo su propia industria. Pero nuestra propuesta es que ellos lo consigan por ellos mismos y no por el Gobierno. (…) .


Eleccions al Reichstag

resultats electorals

DNVP: Deutschnationale Volkspartei. Nacionalista extremista, antisemita, monárquico, defensor de los intereses de los grandes terratenientes y grandes industriales.
NSDAP. Partido NacionalSocialista aleman
Wirtschaftspartei/Bayer. Bauernbund. Conservador y defensor de intereses de clases medias y campesinado.
Deutsch-Hannoversche Partei. Conservador, defensor de la independencia de Hannover respecto a Prusia.
Landbund. Defensa de intereses de los campesinos.
Deutsches Landvolk. Defensor del campesinado pequeño y medio frente a los grandes terratenientes.
Deutsche Bauernpartei. Defensa de intereses de los campesinos.
Christlich-sozialer Volksdienst. Conservador protestante.
DVP: Deutsche Volkspartei. Liberales. Fue el partido de Gustav Stresemann.
Zentrum o Deutsche Zentrumspartei. Conservador católico.
BVP: Bayerische Volkspartei. Partido bávaro de centro.
DDP: Deutsche Demokratische Partei. Liberal de izquierda.
SPD: Sozialdemokratische Partei Deutschlands. Socialdemócratas.
USPD: Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands. Partido Socialista Independiente, (algo más izquierdoso).
KPD: Kommunistische Partei Deutschlands. Partido comunista.

                                                                       font: http://www.forosegundaguerra.com/viewtopic.php?f=59&t=16260

 

 

             El genoma humano y el racismo

Los defensores del racismo tienen hoy motivos para sentirse desorientados. Los primeros resultados científicos conocidos del genoma humano demuestran que la diferencia entre razas es de sólo el 0,01% del código genético. También constatan que a menudo hay más diferencias genéticas entre dos personas de una misma raza que entre dos razas distintas.
            "Hoy, 12 de febrero, es un mal día para los partidarios del racismo y la xenofobia." Así lo resumió ayer el ministro de Investigación francés, Roger-Gerard Schwartzenberg, en una de las cinco ruedas de prensa organizadas ayer en Estados Unidos, Europa y Japón para presentar los dos primeros borradores del genoma humano.      

                                                                                                                                   La Vanguardia  13/02/2001

  El populismo

El "populismo" es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales, su denuncia de la corrupción política por parte de las clases dominantes y su constante apelación al "pueblo" como fuente del poder. Los personajes populistas se caracterizan porque afirman velar por el pueblo.
El término populismo se ha usado en política con dos acepciones diferentes, una de ellas tiene un significado positivo, pero principalmente se usa aquella con una connotación peyorativa. En sentido general, socialistas y comunistas han utilizado el término "populista" para definir a los gobiernos que, aunque favoreciendo a los "sectores populares" (principalmente a la clase obrera), no pretenden acabar con el sistema capitalista. Desde un punto de vista opuesto, los sectores conservadores han utilizado el término "populista" para definir a los gobiernos que presentan los intereses de las clases económicamente más altas (grandes grupos económicos, etc.) como separados y contrarios a los de las más bajas.
Populismo en sentido negativo
El populismo con una significación peyorativa, que es la principalmente usada, es el uso de "medidas de gobierno populares", destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si ésta posee derecho a voto, aún a costa de
tomar medidas contrarias al Estado democrático. Sin embargo, a pesar de las características anti-institucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos, al contrario, los movimientos populistas planean evitarlo) sino el preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas. De acuerdo con esta significación algunos movimientos populistas habrían dado a amplias capas de la población beneficios limitados o soluciones a corto plazo que no ponen en peligro el orden social vigente ni le otorgan a los ciudadanos capacidades reales de autodeterminación a los pueblos, pero que sirven para que eleven o mantengan la popularidad de los caudillos o del régimen reforzando su poder. En muchos casos a pesar del discurso contra ellas, las clases sociales dominantes, los sectores económicos estratégicos (industriales, bancarios, etc.), los intereses eclesiásticos y militares, se mantienen vigentes o en el mayor de los casos cambian de manos, pero el poder de tales estructuras sobre la población no desaparece. Los discursos oficiales de estos regímenes y movimientos deben ser digeribles y del agrado de la población en general (para darle seguridad y satisfacción) por lo que no apelan a ideologías definidas e incluso pueden tener tintes más o menos conservadores y hasta reaccionarios, pero siempre carismáticos. Se diferencia de la demagogia porque se refiere no sólo a discursos, sino también a acciones (mientras ésta última está referida al discurso del político buscando influir en las emociones de los votantes, el populismo está referido a la medidas que toma un político, buscando la aceptación de los votantes).
Populismo en sentido positivo
El populismo se refiere a algún movimiento social, el cual pretende que el poder recaiga más en el pueblo llano, es decir, promueve una especie de democratización y anti-elitismo buscando favorecer a los granjeros, los obreros, pequeños emprendedores,
bajo clero, sindicatos, capitalistas populares (sin contactos con las oligarquías), las clases media y baja, y menos poder para las élites políticas y económicas corporativistas y caudillistas. El populismo se basa en el apoyo voluntario y las ideas políticas de la cultura autóctona.

                                                                              Font: http://és.wikipedia.org/wiki/Populisme (traduït al català)

 

 
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