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publicat a La Vanguardia el 03/04/02 per Jorge Herralde
Cinc
d'Oros, réquiem laico
Pésima
noticia, se cierra Cinc d'Oros: la librería "roja", después
de más de tres décadas de luchar, tira la toalla. La fundó
Jaume Farràs, heredero de una fábrica familiar, que estudió
el bachillerato en la Salle Bonanova, junto con un puñado de adolescentes
iconoclastas, varios de los cuales se afiliaron al PSUC o fueron compañeros
de viaje más o menos exóticos, como Jacinto Esteva, Álvaro
Rosal, Jordi Argente o Joaquín Calvo (sí, el actual presidente
del Polo). Aunque iban un curso por debajo que nosotros -el de Luis
Goytisolo y Xavier Corberó, entre otros amigos, por ejemplo-, recuerdo
a los cuatro y las risotadas y los ojos un tanto desaforados del bullicioso
Jaume Farràs.
Muchos años después, en el 68, apareció Cinc d'Oros, en
la acera de montaña de la Diagonal, una librería "diferente"
entre las otras librerías "diferentes" fundadas en aquel tiempo,
como la inolvidable Leteradura, que duró una década, Antropos,
fundada por el grupo de Bidón Chanal, González Troyano, Llobera,
Eugenio Trías y en la que también participé como pequeño
accionista, que se fue pronto al garete, u otra, muy contracultural, Trilce,
en la que oficiaba, entre gurú y revolucionario, Damià Escudé,
que también duró poco.
Al frente de Cinc d'Oros estuvo muchos años el tenaz Pablo Bordonaba,
flanqueado por Carmen Aizpitarte, la mujer de Farràs, que ha aguantado
hasta el final. Luego apareció la hija de Jaume, Elena, tan parecida
a su padre adolescente.
Además de las librerías antes mencionadas y de Áncora y
Delfín, que Enric Folch había convertido en un clásico,
Cinc d'Oros fue un punto de referencia y la librería indiscutible de
los rojos de la ciudad (con el permiso de la otra librería roja, Les
Punxes). Allí se encontraban libros prohibidos, fue perseguida y descalabrada
por los grupos ultras, amparados por la policía y por tanto impunes,
que también incendiaron el almacén de Enlace, la distribuidora
de las editoriales más combativas de la época. Éramos,
todos, blancos bien visibles.
Pese a amenazas, agresiones y prohibiciones, Cinc d'Oros siguió adelante,
organizando actos, albergando reuniones, incluso publicando libros (como las
poesías de Brossa) y organizando la librería al modo que un editor
debe organizar un catálogo: que sea más que la suma de sus libros,
que tenga un sentido, que sea un lugar de encuentro, físico o soñado.
Una librería que pudo sobrevivir al franquismo y también al "desencanto".
A menudo he citado una frase que me dijo Carmen Aizpitarte a mediados de los
80: "Los clientes son los mismos, pero los que antes me pedían Materialismo
y empiriocriticismo de Lenin, ahora compran Patricia Highsmith y Raymond
Chandler". En resumen, Cinc d'Oros se adecuó a los nuevos tiempos,
como tantas otras empresas culturales, sin que por ello desapareciera una "línea
roja" (más o menos delgada), cierta adhesión a las "mal
vistas", anticuadas, utopías.
Dos recuerdos personales. En 1972 presentamos en Cinc d'Oros "Historia
personal del boom" de José Donoso, con un llenazo colosal, con el
gratin en pleno (como tanto le gustaba). Luego, cena también multitudinaria
en el Massana, gran mesa alargada en el centro, y después al vecino Bocaccio
hasta que nos echaron, José y Pilar Donoso exultantes (aunque Pepe me
dijo después que el color de la portada, un rosa desde luego mejorable,
no le había entusiasmado).
El otro, en torno al encierro de los intelectuales en Montserrat. Con varios
amigos -Octavi Pellissa, Carlos Durán, Manuel Esteban, Pere Fages-, todos
muy activos en la preparación, decidimos que, en el reparto de tareas,
yo me encargara de alertar a editores y libreros. Entre los libreros que se
alistaron inmediatamente estaban Josep Ferré (Les Punxes), Pedro Ancochea
(Leteradura) y en primera fila Pablo Bordonaba.
Y ahora el cierre. Se ha escrito que a Cinc d'Oros, que había resistido
al franquismo, la ha tumbado el mercado, un mercado cada vez más dominado
por las cadenas de librerías, las grandes superficies, los best séllers
de usar y tirar, la concentración en suma. La puntilla ha sido el aumento
legal de alquileres, el mismo que está amenazando a las entrañables
librerías de la Charing Cross londinense. Pero ahí quedan tantos
años de luchas con tan escasas compensaciones materiales, la memoria
indeleble de una librería ejemplar, Cinc d'Oros.
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