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Francisco Casavella (Barcelona, 1963) es diu en realitat Francisco García Hortelano, però va adoptar el pseudònim per evitar equívocs amb lescriptor mort Juan García Hortelano, que admira però amb qui no té cap relació familiar. Va debutar com a escriptor als vint-iset anys amb El triumfo, una evocació de la Barcelona canalla; la novel·la va ser saludada per la crítica amb entusiasme i amb ella obtingué el premi Tigre Juan. Després ha publicat Quédate, Un enano español se suicida en las Vegas i la novel·la juvenil El secreto de las fiestas . Va ser guionista dAntàrtida, la primera pel·lícula de Manuel Huerga. El pròxim repte que té és acabar una extensa novel·la que narra la vida dun arribista social al llarg dels últims vint-i-cinc anys i que oferirà un punt de vista molt poc complaent sobre la transició espanyola. La seva última obra és El dia del Watusi. Un enano español se suicida en Las Vegas pul·lulen els tramposos, els jugadors, les tasques del Xinès barceloní, del Paral·lel, en definitiva, un món que s'està acabant. Però els seus jugadors juguen, també, a un altre joc encara més gran, el de les trampes i els enganys de la vida. Carlos i Ignacio, els protagonistes d'aquesta novel·la, són tan diferents com Caïm i Abel, com ho ha fet veure algun crític. Carlos, el primogènit, el trampós, és el típic desgraciat, però fa tot el que els altres no podem fer. Fa el que li dóna la guanya. El menor, el preferit de l'escriptor, és qui pateix el desengany. Quan ha aconseguit tots els seus objectius, apareix algú que fa que es replantegi tota la seva vida. El dia del Watusi. Los juegos feroces El triunfo "Islas en el sur y grandes amores" dins Barcelona, un dia Islas en el Sur y grandes amores narra la història del Vespa un noi nascut al Poble Sec, de família humil i orfe de pare. És un fill de l'emigració . ElVespa té la voluntat de sortit del barri on ha nascut per evitar repetir l'existència dels seus veïns. Així comença a fer incursions a la plaça Calvo Sotelo i, progressivament entra a treballaren els locals nocturns que estan més de moda a Barcelona. Té els diners i les dones que vol. Transcorregut un temps té la necessitat de casar-se. El matrimoni té un fill i al cap d'un temps naufraga. És l'inici de la seva decadència. Els treballs que aconsegueix cada vegada són de més baixa categoria. En la seva darrera feina té una trifulca amb tres delinqüents. Torna al barri i allí s'assabenta que un dels que va fer fora del bar ha mort i que ell n'és el culpable. Ha de fugir del barri, lloga un pis i porta una vida eremítica. Al final s'assabenta que la policia ja ha trobat els culpables. Es despulla del nom del Vespa i retornà a la seva feina a darrera la barra. Article publicat a “El País” el 06/09/03 per Ignacio Echeverría Un artefacto sincero La experiencia dice que es mal asunto para cualquier escritor -no se diga ya para su editor- la publicación de una novela por entregas. Fiar en la inconstancia de los lectores entraña el peligro de ser leído sólo parcialmente; peligro al que se añade el riesgo más que probable de que el juicio sobre la parte termine valiendo para el todo. A pesar de esto, al menos dos narradores españoles, Javier Marías y Francisco Casavella, emprendieron el pasado año la publicación de sendas novelas por entregas. De Tu rostro mañana, de Javier Marías, todavía se espera la continuación de Fiebre y lanza, primera y por el momento única de sus entregas. Mientras que en la pasada primavera se publicó El idioma imposible, tercer y último volumen de El día del Watusi, de Francisco Casavella, de la que habían aparecido antes Los juegos feroces y Viento y joyas. Más de mil páginas ocupa en total la novela de Casavella (Barcelona, 1963), que ha supuesto al autor largos años de trabajo. Durante los mismos, parecía empeñado en dar de sí la obra importante, de madurez, a la que viene apuntando una trayectoria preñada desde sus comienzos de promesa. No ha resultado así, sin embargo. Y ello por culpa, sobre todo, de la orientación general del esfuerzo empleado. Antes que una novela falli da, El día del Watusi es una novela equivocada. La ambición que la anima se orienta de lleno en el sentido al que naturalmente tienden el talento y la facilidad de Casavella como narrador. Y así es de tal suerte que, no encontrando resistencias con que medirse, dicha ambición, pagada de sí misma, termina por ablandarse y desparramarse. Lo cual supone, en el caso de Casavella, insistir, hasta la hartura, en los elementos que caracterizan su narrativa: los desdoblamientos que obra el desengaño sobre una realidad previamente mitificada; los juegos de las apariencias y de las mentiras; la estilizada recreación de Barcelona como escenario de resentimientos y camuflajes sociales; la deriva peliculera tanto de la trama como del perfil y los destinos de los personajes; los dejes románticos y preciosistas de una prosa capaz siempre de grandes alardes pero con tendencia creciente a resultar resabiada y sentenciosa. Ya el artificio del que Casavella se sirve para montar su relato resulta enojosamente forzado. Fernando Atienza, el protagonista de El día del Watusi, recibe el encargo de redactar un amplio informe confidencial sobre los pasos de un oscuro personaje con el que al parecer tuvo relación en el pasado. De este encargo surge, dirigida a un supuestamente anónimo Lector -así nombrado en las frecuentes interpelaciones que le hace el narrador-, una especie de prolija autobiografía sentimental que traza el recorrido de Atienza desde el Día del Watusi, en los estertores del franquismo, hasta comienzos de los noventa, cuando el gran cambalache de los Juegos Olímpicos. El "Día del Watusi" es el 15 de agosto de 1971, jornada en la que Fernando Atienza -huérfano, de 13 años, crecido en las hoy desaparecidas chabolas de Montjuïc- vive, en compañía de su compañero de andanzas, Pepito el Yeyé, una sucesión de acontecimientos de carácter iniciático que marcarán hondamente su vida. Los juegos feroces, primera parte de El día del Watusi, cuenta con pormenores el desarrollo de esa jornada. Es sin duda la parte más atractiva de la novela, la que mejor se adapta a las virtudes de Casavella, por mucho que no alcance a salirse de la estela de sus más cercanos modelos: los modelos de Marsé, de Mendoza, de Vázquez Montalbán, de lo que vale entender por cierta novela barcelonesa escrita en castellano y muy sensible a la cartografía social, política y sentimental de una ciudad cuyos ambientes más deprimidos, ya sean obreros o marginales, ofrecen un agudo contraste con su abolengo burgués y sus veleidades nacionalistas. El problema de esta primera parte es que, pese a sus ademanes picarescos, está llamada a constituir algo así como el estrato mitológico de la novela, sobre el cual habría de sustentarse toda su parábola. Algo que no se consigue: el lector se entretiene, y ríe, y hasta se conmueve a ratos con la rocambolesca aventura vivida por los dos niños, pero el mito del Watusi -sobrenombre de un legendario matón- se enquista en el relato de Fernando Atienza sin contagiar su muy difuso resplandor. Fallando esto, ya todo el resto cojea irremisiblemente. Viento y joyas, la segunda y más osada parte de la novela, reconstruye el aupamiento de Fernando Atienza a los círculos del dinero y del poder político durante los turbulentos años de la transición. Casavella traza una especie de parodia acerca de cómo se constituye y finalmente disuelve, con gran acopio de imposturas y de chanchullos, uno de tantos partidos que emergieron en la órbita del Centro Democrático Social. La sátira combina elementos vodevilescos con inoportunos guiños de roman à clef, todo ello en el marco de lo que se ofrece como educación sentimental de un despierto y enamoradizo jovenzuelo imbuido de fascinaciones gansteriles. El resultado es una de esas burlas que no ofenden a nadie, pues a nadie le cabe darse por aludido; un cuento ejemplar que nada ejemplariza como no sea la muy plausible tirria que Casavella guarda hacia la más que cuestionable empresa de la transición y el circo de complicidades a que dio lugar. En El idioma imposible, tercera y última parte de El día del Watusi, Fernando Atienza aparece convertido ya en un héroe del desengaño: un tipo de esponjosa catadura moral que asume con resignada lucidez un rol marginal. Desde las calles del Barrio Chino de Barcelona hasta los locales nocturnos de la zona alta de la ciudad, donde ejerce de camello, Atienza pasea su figura de indolente fantoche, que contempla con amarga condescendencia cómo se domestican y se envilecen las sucesivas promociones crecidas en el turbio caldo de la transición, especialmente revuelto y maloliente, qué duda cabe, en los aledaños de la fastuosa Barcelona preolímpica. Llegada aquí, la novela fluc túa alocadamente de una a otra de sus cada vez más incompatibles tonalidades: desde el tono entre resentido y zumbón con que se practica una especie de literatura de almanaque -por llamar así al apresurado repaso de los más comunes tópicos de la transición- hasta el alelado cinismo con que Atienza emprende tardíamente, tras el culo respingón de Victoria Llinás, hija de un reputado preboste de la burguesía ilustrada catalana, una tardía y frustrada carrera de advenedizo; pasando por la arrebatada estética del malditismo -esa romántica idealización de la autenticidad, de "la vida verdadera"- a la que el narrador sucumbe al evocar sus amores con Elsa Basora, una versión entre punk y yonqui de la Maga de Rayuela. Y así hasta desembocar en la gran traca de revelaciones y desenmascaramientos con que, muy a lo David Mamet, culmina el relato. Ya se ha dicho: las poses y los remiendos peliculeros infestan esta novela de Casavella. También, junto a portentosas secuencias (magistral el capítulo entero dedicado, en la tercera parte, a Octavio Llinás, por ejemplo), los chascarrillos, eufemismos y lírica chatarrería que lastran una prosa a veces poderosísima, en la que se cede sin embargo demasiado protagonismo a frases biensonantes cuya seducción resiste mal segundas lecturas. Está luego la salva gruesa de borrosas alusiones y rencorosas mascullaciones en que se disuelve el saludable propósito de ilustrar las transformaciones sufridas por la sociedad española, y particularmente catalana, durante las penúltimas décadas. Y al fondo esa perspectiva presuntuosamente desclasada, que se afinca mal en las connotaciones residuales de un concepto como el de xarnego, y que repinta una y otra vez el cartón piedra de una Barcelona convertida desde hace ya demasiado tiempo en su propio parque temático (para el que, sin ir más lejos, esta novela se postula como guía comentada). En la trayectoria de Casavella ejerce una atracción fatal la fallida intentona de Quédate (1993), su segunda novela, en la que ya apuntaban algunos de los tics y de los yerros que, con más ambición, pero con menos audacia y delirio, se repiten en ésta. Casavella no sacó de aquella experiencia el provecho que debía, y ha vuelto a ensayar una nueva y difícil combinación de rabia, humor y displicencia. De nuevo ha equivocado la fórmula. El mismo Fernando Atienza lo dice por algún lado: "Y revoloteo entre mis ficciones con vocación de artefacto sincero, dándome con las frases en las paredes, sin levantar el vuelo". Pues eso. Una lástima. Article publicat a “El Mundo” Viento y joyas, la segunda parte de El día del Watusi, consagra a Casavella La novela Viento y joyas, segunda parte de la trilogía El día del Watusi, de Francisco Casavella, aborda la entrada del protagonista, Fernando Atienza, en el mundo laboral y en el ambiente de la banca y la política de Barcelona y Madrid. La novela, publicada por Mondadori, continúa las peripecias de Fernando Atienza, que ahora abandona con su madre el barrio chabolista de Los juegos feroces para ocupar con su madre una portería en un barrio de clase media. Su madre orienta la vida por medio de la idea del bienestar generalizada entre los emigrantes y accede a la ínfima burguesía mediante un matrimonio con un funcionario subalterno del Banco de España. En busca del tiempo... Al salir de su barrio, Fernando Atienza "se siente decepcionado por el nuevo entorno y analiza los hechos según el código de valores y la intuición metafísica que ya habían brotado durante la primera novela, El día del Watusi, manifestó Fernando Casavella. Atienza ingresa como botones en un banco, donde ascenderá a gran velocidad mientras se ve desviado al mundo de la política, lo que le permite observar el comportamiento de alguno de sus jefes desde la subordinación, la prevención y, lo que es peor, la emulación, agregó. Para Casavella se trata del histórico en el que los ciudadanos "están atenazados por un miedo generalizado y por una ansiedad por recuperar un tiempo perdido en el clima de humillación emocional del franquismo". Un país adolescente Casavella comentó que la historia es de alguna manera "la visión de los jóvenes sobre la transición", que viene de "captar las diferencias entre la vivencia personal y el entorno del mundo de los mayores" y que, en cierto modo, "es la historia de un adolescente que vive en un país que también es adolescente en cuanto a historia política". Cuando el protagonista se hace adulto es cuando realmente te das cuenta de que existen varias maneras de ser, y de que no todo es como parece en un primer momento, precisó Casavella, autor también de El secreto de las fiestas y Un enano español se suicida en Las Vegas. La primera transición es una etapa en la que la gente "se volvió un poco loca", y existió una "locura generalizada" y un "estrés ambiental" -separaciones, caída de esquemas-, en el que "los jóvenes tampoco entendían nada", señaló Casavella. Pautas sin escribir la trilogía El día del Watusi es en realidad una única novela aunque se desarrolle en tres libros diferentes y, dentro de ella, la segunda parte, Viento y joyas, aborda el viaje a Madrid del protagonista, mientras que la última, que se publicará próximamente, se centrará en la vuelta a Barcelona. De alguna manera la historia contada en El día del Watusi es, según Cantavella, "otra manera de ver y contar un tiempo determinado", de "expresar lo que viví y sentí durante esta etapa de mi vida y de la historia de España". Para los que entonces éramos jóvenes, puntualizó, "era una etapa en la que entre los mayores predominaba entonces un cierto silencio, como si existiera una pauta no escrita de que no se repitiera la guerra civil". Article publicat a “El Periódico” el 27/06/03 per Enrique Turpin La mida de l'esperança Un verd esperança acoloreix la portada de l'última entrega de la trilogia que Francisco Casavella ha erigit amb el nom d' El día del Watusi . Hi havia moltes coses en joc en aquest terç final de la novel.la, El idioma imposible, però qui hagi coquetejat o sucumbit a l'assot de les cartes sap que l'últim que es perd és l'esperança. El mateix es pot dir del lector que ha recorregut les pàgines que van precedir aquestes. Així em trobava, esperançat i atent a les últimes incursions d'un Fernando Atienza que havia seguit exposant les anècdotes que trufen el seu informe confidential in progress , a l'espera d'un desenllaç que donés sentit a la narració. Atienza, en canvi, seguia amb la indolència que presidia el seu existir, però Barcelona ja comença a ser una altra, l'olímpica, aquesta urbs que es mira el melic i pensa que on es pot estar millor que voltant per les placetes que aconsegueixen obrir-se a nous aires. Atienza torna llavors al que sap fer millor: enginyar-se-les i lidiar amb certes formes d'aflicció que pugnen per desorientar-lo i abatre'l fins a l'extenuació. Quanta literatura arribista ha passat per les seves mans, i quantes mans s'han parat perquè ell les omplís d'amfetamines. Així és com s'entén aquesta primera frase magistral amb què inicia El idioma imposible: "A veces llueve, y a veces el viento arrastra papeles en calles protegidas, se apagan luces y tiemblan sombras". Després de tot, Atienza ha conegut l'amor i es dirigeix al lector per informar-lo dels seus passos pel món. Casavella ha apostat per guanyar, però les cartes no li han estat del tot favorables. Després de la baixada que va suposar la segona entrega, El idioma imposible renova la força narrativa que caracteritza el seu autor, que sap narrar, i molt, però que no necessitava trilogies que avalessin la seva carrera. Article publicat al diari “Avui” el 29/05/03 per Lluís Llort L'autèntica mentida Ara ja podem llegir de tirada la trilogia de Francisco Casavella El día del Watusi, perquè els tres volums estan al carrer, exactament, des del març passat, moment en què se'n va publicar l'últim. En aquest suplement ja vam parlar de la primera part, Los juegos feroces (10-X-2002), i ara és el torn de les dues entregues següents i, per tant, del conjunt de l'obra. He evitat presentar-la amb la formula trilogia ambiciosa perquè parteixo de la base que qualsevol creació ha de ser ambiciosa per definició; una altra cosa és que la recerca de comercialitat i voler guanyar diners en poc temps i amb poc esforç redueixin aquesta ambició original al ridícul. En un principi, El día del Watusi era una sola novel·la i, precisament per criteris comercials, la van dividir en tres volums que sumen més de 1.100 pàgines, atapeïdes de lletres que formen paraules que, ben combinades, construeixen frases que ens transmeten sentiments identificables i prou compartits per generar un plaer que, en definitiva, alimenta la vocació de lector. Això, en anònim, seria una trilogia ambiciosa, però, si li afegim nom i cognom, Francisco Casavella, és una trilogia envejable. Després d'haver llegit els tres volums estic convençut que Casavella s'ha buidat en aquesta obra. No només com a autor, sinó també com a persona. Crear i combinar aquests personatges, trames i subtrames, anècdotes i històries, idees i referències sense que res se t'escapi de control és una feina esgotadora. Si, a més, descrius etapes d'un passat recent que tothom es pot creure amb dret d'esmenar-te i tot ho lligues mirant de transmetre conflictes i emocions de gruix, en alguns casos col·lectius però en general íntims, has d'apostar fins l'última engruna d'alè vital en el projecte per sortir-ne benparat. Casavella a rendibilitzat l'aposta inicial, fos la que fos. Aquell nen d'11 anys, aquell Fernando Atienza que al final de Los juegos feroces deixem desorientat després d'una jornada complexa amb morts, violència, sexe, por i, sobretot, el descobriment d'un ídol, el Watusi, s'urbanitza i civilitza en la segona part, Viento y joyas, fins al punt d'entrar a treballar en un banc. Casavella ens mostra a través de la mirada testimonial del jove Atienza el reciclatge polític dels franquistes en les primeres eleccions democràtiques. Estar en contacte amb el poder és perillós, i encara més amb el poder a l'ombra que és Guillermo Ballesta, un conspirador que utilitza els homes influents (banquers, polítics i aristòcrates) com a titelles de la seva representació del món. Un món contra el qual Atienza planta cara i del qual fuig, sense poder o voler evitar deixar una empremta. Un món corrupte i decadent que Casavella descriu amb tot detall i amb personalitats reals camuflades rere els personatges. Tot plegat condueix Atienza fins a El idioma imposible, fins a la clandestinitat amb referència a tot, s'allunya de la família (Flora, la mare, s'ha tornat a casar i el seu estatus social creix com els fills que va tenint), de la feina, de qualsevol mena d'estabilitat, del futur, d'ell mateix. Viu de nit, potser perquè la nit sempre és una fosca irrealitat. De mica en mica, però, Atienza va sortint de la closca en què s'ha reclòs i torna a trepitjar, amb una distància prudent, els cercles del poder. Descobrir les mentides no sempre vol dir descobrir la veritat, el que cal és situar el nostre present allà on més ens convingui i defugir l'esclavitud de la reflexió continuada. LES DONES D'ATIENZA Les dones tenen un pes específic en aquest deambular d'Atienza, però gairebé totes amb un destí fràgil: la Cupé, la Francesa, Samanta, Olga, Elena, Dora... Les més importants, però, són Flora, Tina (una prostituta de luxe amb qui Atienza aprèn els jocs de seducció), Elsa (l'amor menys mentider del protagonista, el més intens) i Victoria (la porta a l'exterior de la nit). També hi ha els noms propis del poder (en cercles íntims), com ara Carlos del Escudo, Tomás del Yelmo, Jaime de Vilabrafim, Martí Oliver, David Trabal, Octavi Llinàs, Toni Tortosa..., tot i que el poder també està ocult entre les lletres d'altres noms: Watusi, Scott, José Neyra... Mentides que creixen generades per necessitats i ignoràncies, mentides que impulsen i expulsen. Tot i que en el segon volum les drogues van apareixent de pastilla en pastilla, en el tercer absorbeixen molt de protagonisme, perquè Casavella ens mostra els estralls que, especialment en aquells anys, va provocar l'heroïna (genial l'episodi en què, mentre té lloc el cas del Banc Central, tot de ionquis escampats pel Xino van venent pernils robats) i la quotidianitat de la cocaïna i les amfetamines. L'autor, a través de les diferents professions que el protagonista desenvolupa amb displicència (tot i l'automarginació que s'imposa, Atienza té una capacitat natural que li permet poder afrontar tota mena de reptes: cantant, guionista de manga i llegir entre el 1977 i el 1979, durant el seu exili interior, 862 llibres), també ens parla d'art, de còmic, de periodisme, de roba i, esclar, de música; hi ha un fragment molt sucós, quan, amb l'excusa de classificar grups dels 80, repassa els noms d'unes 75 formacions. (Fent de Don Cicuta, li diria, a Casavella: "Faig sonar la campanille perquè vostè ha repetit Alphaville".) Per sort i per desgràcia tinc els tres volums plens d'anotacions. Per sort, perquè això significa que Casavella escriu amb un estil que m'atrau i que tracta temes que, en general, m'interessen, em toquin de prop o no. Per desgràcia, perquè no tinc espai per parlar-vos-en tal com l'entusiasme em dicta. D'altra banda, seria absurd i pretensiós intentar copsar tot el que Casavella ha abocat en aquesta obra i aspirar a explicitar-ne en quatre ratlles el bo i millor. Mostrant-nos la gran mentida que és la vida, Casavella ens ofereix la seva realitat i, a sobre, ho fa bonic. O això o és que: "Los raros se reconocen entre sí a simple vista, como los enanos". La crítica Article publicat a “El Periodico” el 28/02/03 per Enrique Turpin Viento y joyas: Una ilusión 'post mortem' Cuando un relato pierde el componente mítico que nutre de grandeza toda historia de iniciación, pierde a su vez la posibilidad de ser relatado por segunda o tercera vez. Si Los juegos feroces, primera entrega de la trilogía El día del Watusi, de Francisco Casavella (Barcelona, 1963), consumaba en un volumen que no necesitaba apenas continuación la historia de quienes respiraron los últimos aires de la Barcelona predemocrática, la segunda parte, Viento y joyas, se alza como testimonio descarnado de la ilusión post mortem que asoló al país tras el último estertor del franquismo oficial. Pero el avance de la narración-informe de su protagonista, Fernando Atienza, se configura con una retórica que esconde demasiados vacíos. Mucho de lo pertinente que aparecía en la pieza inicial sólo responde ahora a la construcción excesivamente mecánica de aquel misterioso informe que sigue generando la narración de Atienza. El retrato de la primera transición parece entonces menos oportuno y, sin embargo, la estructura tripartita del proyecto exige que Casavella se demore en lo que no le conduce a ninguna parte. La insistencia en componer la gran novela de una vida logra por momentos mantener la firmeza alcanzada en aquella primera ferocidad, pero los nuevos días de Atienza, alejado junto a su madre del barrio chabolista que le viera crecer, son idénticos al ambiente que recorre la ciudad con ese extraño aroma a interrogación desnortada. El Viento y joyas de la canción de Léo Ferré que da título a la novela marca el paradigma al que aspira el protagonista. Atienza se posiciona con arrogancia juvenil en la nueva sociedad que empieza a despuntar tras la dictadura. Su trabajo en el banco Comercial Ciudadano se metamorfosea velozmente hacia nuevas cotas de poder que acaba por emular el ocioso cinismo de sus mentores. A pesar de que Casavella comparte con Ferré cierto gusto por la narración de tonalidades ingenuas y de sugerente simplicidad, desaparece aquí ese acento melancólico que tan buenos resultados diera al escritor barcelonés en el pasado inmediato. El callejón del Gato valleinclaniano tiene aquí espejos traspasados de azogue y así, ya se sabe, no hay quien vea. A menos que El idioma imposible, colofón de la trilogía, acabe convertido en una pequeña canción como aquellas con las que Gato Pérez conquistó el corazón barcelonés, la obra monumental de Casavella habrá ganado en herrumbre todo lo que perdiere en memoria de verdad, que era a lo que parecía destinada en principio. Article publicat a “El Mundo" el 30/01/03 per Ricardo Senabre Viento y joyas Hace unos meses, Casavella (Barcelona, 1963) publicaba Los juegos feroces , primer volumen de una trilogía cuya segunda entrega es Viento y joyas , título procedente de una canción de Léo Ferré (“Avec le temps, va, tout s’en va [...] l’autre à qui l’on donnait du vent et des bijoux”) que muchos aficionados recordarán quizá modulada por la voz de Jane Birkin. El hilo conductor de la narración continúa siendo la historia de Fernando Atienza, que en esta segunda novela ha abandonado ya la chabola barcelonesa en que transcurrió su infancia para seguir a su madre, que se hace cargo de una portería en otro sector de la ciudad. En el tránsito de la adolescencia a la primera juventud, Fernando Atienza ingresa como botones en un banco, aunque sin perder algunos hábitos pícaros de su vida anterior, y pronto obtiene el favor de algunos jefes, a quienes sirve en su propósito de crear un partido político meses antes de las primeras elecciones democráticas. Si el nudo de Los juegos feroces estaba constituido por las andanzas de un adolescente criado en un barrio marginal, Viento y joyas se centra esencialmente en el mundo de la banca, de la apresurada conversión a la fe democrática de personajes vinculados al régimen anterior y de sus ambiciones políticas en el fondo, económicas, puestas en práctica sin escrúpulos de ninguna clase por algunos advenedizos empeñados en conquistar un puesto privilegiado en la nueva situación. La visión, a menudo caricaturesca, de algunos tipos y grupos de presión cuyo “correlato objetivo” no es difícil de adivinar recuerda la pupila sarcástica del primer Marsé, de alguna novela de Ramón Nieto o de Tiempo de silencio , y se vale de todos los medios imaginables de distorsión, desde los nombres propios Tomás del Yelmo y de la Torre de Homenaje, Carlos del Escudo y de la Lanza, etc. a los de algunas entidades: así, el Banco Comercial Ciudadano será el nuevo nombre de la antigua Banca Quipaga-Mana (pág. 83). En este mundillo de dinero abundante, sobornos, prostitutas de lujo, aristócratas venidos a menos, periodistas obsequiosos y zánganos con fortuna familiar, se mueve como un pez el camaleónico Guillermo Ballesta, hábil muñidor capaz de adaptarse a todas las situaciones sin resultar perdedor en ninguna, que se convertirá en mentor y modelo del joven Fernando Atienza, cuyo irregular aprendizaje se consolida, por tanto, en un ámbito dominado por el egoísmo, la mentira y la ambición. Esta evolución del personaje es acaso lo más atractivo de la novela, y su tratamiento literario se halla muy por encima del que recibe la sociedad barcelonesa, dominado por una visión acre con ribetes humorísticos que tiene ya precedentes notorios y en la que Casavella se detiene tal vez con exceso. Hay en Viento y joyas cierta demasía, cierta frondosidad narrativa no siempre pertinente que hubiera necesitado alguna poda. Existen muchas informaciones y detalles reiterados y, en conjunto, a pesar de que la narración está sustentada por una prosa vivaz e imaginativa, llena de remedos paródicos de estilos diversos y hasta de jocosos intertextos como la desenfadada referencia a “los años sin excusado” en el artículo del periodista Y (pág. 215), el lector siente que el texto, sobre todo en la segunda mitad, resulta desmesurado en algunos momentos. Una escritura torrencial, como es a menudo la de Casavella, necesita de vez en cuando diques. Y acaso más vigilancia para evitar descuidos gramaticales impropios de un escritor tan bien pertrechado idiomáticamente como él: concordancias erróneas (“la caligrafía de las iniciales del partido eran idénticas...”, pág. 191; “los típicos viajantes catalanes del que todo el mundo hace mofa”, pág. 256), incorrecciones en usos preposicionales (“me daba cuenta que”, pág. 43; “la conveniencia en hacer amistades”, pág. 44; “una impotencia a pasar sobre ellos o a tener que esperar”, pág. 99), construcciones irregulares (“delante suyo, pág. 284”; “encima suyo”, pág. 364; “ese al-ma”, pág. 61; “la ama de casa”, pág. 440), usos léxicos desaconsejables (“entré el coche”, pág.167; “divisé a mi alrededor con la mano en visera”, pág. 435; hacer clase por ‘dar clase’, pág. 278; “partidos coaligados”, pág. 259), sin contar con algunas contribuciones del corrector, que, entre otras singularidades, invierte sistemáticamente a lo largo de la novela las formas sino ysi no . Con todo, Viento y joyas es una obra ambiciosa y atractiva, que invita a esperar con interés el próximo desenlace de la trilogía y el futuro ascenso social de ese moderno Lazarillo que es Fernando Atienza hasta la cumbre de su fortuna. Article publicat a “ABC” el el 28/12/02 per Jose María Pozuelo Yvancos Segundas partes Se cumple, por desgracia en este caso, el refrán, desmentido por el Quijote, que advierte sobre las segundas partes, nunca buenas. Y se aplica ese refrán para el caso de una primera parte de la trilogía denominada El día del Watusi que con el título de Los juegos feroces había supuesto un éxito de crítica tan notable y merecido que quedamos desde hace unos meses todos los lectores expectantes y con ganas de no ser defraudados, como creo que hemos sido con la continuación de la historia, muy inferior a la primera novela del ciclo. Si Los juegos feroces concentró en un solo día y en torno a dos personajes pícaros, con experto sentido del ritmo, todo el marginalismo de posguerra en un horizonte urbano, la Barcelona del bajo Montjuïc, esta segunda entrega narra los años de la transición política y el ascenso momentáneo de su héroe, Fernando Atienza, quien por una serie de casualidades se ve atrapado dentro del proyecto de creación de un partido político, el Partido Liberal Ciudadano, supuestamente entroncado como uno más de los muchos grupos convergentes en la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. Pero muy pronto el interés del tema, poco novelado y que forma parte de la cultura de muchos lectores, desmaya y se mete en un laberinto de menudencias y anécdotas que pretendidamente quieren situar un punto de vista crítico, cuyo anclaje es la marginalidad de la perspectiva del personaje focalizador, siempre fuera de la historia que se narra salvo por su condición de espectador. El escepticismo del protagonista, anunciado ya en unas brillantes páginas iniciales que recuerdan el Arrebato de I. Zulueta es tan legítimo como literariamente ineficaz, si se entrega a él de la forma como lo hace. Porque la tonalidad elegida, entre vodevil y caricatura, deja constantemente fuera al lector por la nimiedad de las figuras elegidas y la poco consistente trama, pero también porque la novela ha elegido ser un brillante ejercicio de palabras, un esperpento continuado de situaciones que encierran en el fondo una sátira de los comportamientos políticos, pero que a mi juicio no cumple las expectativas de ese mismo empeño, al plantearse como mera construcción hipotética no conectable sino traslaticiamente con la realidad histórica. Falta también la proporción entre la extensión y el resultado. Cuatrocientas cincuenta páginas para un desengaño pueden ser demasiadas si se renuncia a tener personajes y se los sustituye por figurones y si se eluden los contextos reales. Y ocurre así, según creo, porque el punto de vista elegido, el del héroe marginal, y los vehículos de estilo asimismo elegidos, que son la astracanada y una tonalidad semicómica que renuncia a una trama con desarrollo no anecdótico, resisten muy mal la lectura de tantas páginas. Las muchas que desarrollan una indudable brillantez e hilarante sentido de la caricatura, y que vuelven a mostrar a Casavella como un escritor de mucho talento, apenas pueden compensar otras en que la acción resulta embrollada, prolija y acaba por sucumbir a un laberinto de menudencias, que dejan al lector perplejo, sobre cómo un talento literario de esta envergadura (del que cabe esperar mucho porque escribe muy bien) puede desperdiciarse por excesivo acomodo y confianza en las posibilidades de un verbo brillante que arroja muchas más palabras que vida. Article publicat a "La Vanguardia" el 02/12/02 per Josep Massot Crónicas de la vida extrema "Fui
golfo antes que escritor", dice Francisco Casavella. Así que
pocas imposturas se le conocen. Le atraen las vidas extremas; los espacios
marginales, no la marginalidad; la insolencia crítica, no las buenas
intenciones de los redentores. Grandullón de espaldas encorvadas
como los buenos bebedores, noctámbulo sin pose, es sobre todo un
gran escéptico que representa el mundo como una estafa, un juego
entre la realidad y la apariencia al que hay que saber jugar para sobrevivir,
inventando uno mismo sus propios códigos de vida. Article publicat al diari Avui el 10/10/02 per Lluís Llort Un món poc seriós Walter Hill
va rodar el 1979 The Warriors, una pel·lícula basada
en una novel·la de Sol Yurich en què els components d'una
petita banda de Nova York, els Warriors, són acusats de matar el
guru d'una delinqüència dispersa però jerarquitzada.
Tot i que no són responsables de l'assassinat, han de travessar
la ciutat durant la nit per tornar a la seva zona fugint dels perseguidors.
Els dos adolescents protagonistes de Los juegos feroces, l'última
novel·la de Francisco Casavella, es veuen sotmesos a una pressió
similar, matisada amb ombres d'un altre film, Perros callejeros (1976),
de José Antonio de la Loma. UNA GRAN HABILITAT NARRATIVA Casavella
evidencia un cop més les habilitats narratives que ja va mostrar
en el seu magnífic debut, El triunfo (Versal, 1990), una
novel·la negra empeltada de picaresca, amb ecos del Hamlet de Shakespeare
i, tot, en un Raval només apte per a iniciats. Les seves constants,
que són moltes, es basen en una tècnica de vegades arriscada,
tot i que acurada, en una facilitat per als registres que atorga naturalitat
als diàlegs, en la imaginativa creació d'ambients i personatges
que sempre situa en zones i èpoques similars i en una mateixa ciutat,
Barcelona, i en una exemplar economia descriptiva: "Cara bonachona
desmentida por rápidos movimientos de la mirada hacia lugares imprevistos". TRAMA RESOLTA I PORTES OBERTES La trama
central, amb un bon ritme i dosis de suspens, queda ben resolta i tancada,
bàsicament gràcies a un personatge, la Francesa (novament
un registre per disfrutar), que fa d'ull omniscient, amb un coneixement
tan exhaustiu de tot plegat que ens provoca l'angoixa de la transparència
sentimental. Casavella no juga brut deixant la resolució supeditada
a les dues parts de la trilogia que encara han d'arribar al mercat. De
totes maneres, hi ha detalls sense resoldre que inciten a la lectura dels
següents volums de la trilogia. Que ens quedaríem amb ganes
de llegir més, tractant-se de Francisco Casavella, ja ho sabíem
gairebé abans d'obrir una novel·la que es llegeix de tirada:
"No soy un cuerpo, soy velocidad que corta las alternancias de sol
y sombra". Article publicar al El Mundo el 03/010/02 per Ricardo Senabre Los juegos feroces Respaldado
por el aval de sus tres novelas anteriores, Francisco Casavella (Barcelona,
1966) emprende una obra de mayor complejidad: Los juegos feroces se presenta
como primer volumen de una trilogía o, quizá, como
primera parte de una novela cuya extensión ha aconsejado dividirla
en tres constituida esencialmente por la narración que Fernando
Atienza, a quien en 1995 le encomiendan indagar la historia de José
Felipe Neyra influyente hombre de negocios poco claros, hace
de su vida a partir del 15 de agosto de 1971, fecha en que se sitúan
todas las acciones rememoradas en Los juegos feroces. Article publicat a El Periodico el 27/09/02 per Enrique Turpin La veritat de les mentides Són
moltes les connexions que es podrien establir entre l'ambiciós
desembarcament en marxa que és El día del Watusi
i la resta de la producció novel.lística de Francisco Casavella
(Barcelona, 1963). Connexions que no treuen decisió ni empenta
a la nova proposta que presenta l'escriptor. Més aviat confirmen
la vàlua d'una prosa que sedueix per la trobada subtil d'estètiques
distants, forjada en un text híbrid de mirada distanciada, a cavall
entre la prosa canalla i el retrat líric, amb un eix central que
segueix sent el reflex de les il.lusions que implica cada nou desvetllament
als barris humils de la ciutat de Barcelona. En aquesta ocasió
li toca el torn a l'embolicat teixit urbanístic que configurava
la muntanya de Montjuïc del tardofranquisme, territori enverinat
de barraques i restes de pedreres que testimoniava el veloç i anàrquic
avanç arquitectònic de la ciutat comtal a finals del segle
XIX i durant la segona meitat del segle XX. Davant d'aquest mirador sorgeix
un doble misteri en forma de frontera invisible: el mar cap a l'est i
la "muntanya dels rics", el Tibidabo, cap a l'oest. Els atrevits
protagonistes d'aquesta novel.la intueixen que l'aventura s'alimenta de
misteri, de manera que es disposen a indagar per sentir-se vius, importants.
Article publicat a El Periodico el 27/09/02 per Ramon Vendrell
Dos adolescents
segueixen la pista d'un criminal llegendari des de les barraques de Montjuïc
fins a les mansions de la falda del Tibidabo a Los juegos feroces, primera
entrega de la trilogia que Francisco Casavella firma amb el títol
El día del Watusi. En la seva odissea marginal se les tenen
amb un xulopiscines que entrega les conquistes a una banda de segrestadors,
una colla de delinqüents juvenils i els goril.les d'un senyor del
crim desorganitzat. De cada estació d'aquest viacrucis als baixos
fons surt engrandit el fantasma que busquen, gairebé una llegenda
urbana. Article publicat a La Vanguardia el 18/09/2002 per Juan Antonio Masoliver Ródenas La ciudad sin ley Francisco
Casavella (Barcelona, 1966) pertenece al grupo de escritores surgidos
a principios de la década de los noventa a los que me he empeñado
en llamar grupo Nirvana: Ray Loriga, José Ángel
Mañas, Benjamín Prado, Pedro Maestre o Félix Romeo.
Sin que haya ninguna dependencia o interdependencia estética, sí
hay notables coincidencias. Pero si estas coincidencias muestran la existencia
de unos vínculos generacionales, la originalidad de Casavella acaba
por difuminar la relación con sus coetáneos hasta convertirla
en pura anécdota. La construcción de sus novelas sobre una
acumulación de escenas y sorpresas, la peculiaridad de su realismo
desmentido y afirmado por la pesadilla, la invención y la necesidad
de mentir y de mitificar, la irrealidad fantas-magórica, la sordidez
de las aventuras alimentadas sin embargo por una descarada ternura o la
fidelidad a una zona muy concreta de Barcelona, que hacen pensar en la
del olvidado Francisco Candel o en la del recordado Juan Marsé,
son rasgos que aparecen ya en su primera novela, Triunfo, y reaparecen
consolidados en Quédate (1993) y, sobre todo, en la singular
Un enano español se suicida en Las Vegas (1997), hasta la
fecha su mejor novela, ahora superada o trascendida por este ambicioso
proyecto que es El día del Watusi, que se inicia con Los
juegos feroces, se prolongará en Vientos y joyas, que
verá la luz en noviembre, y se cerrará, en febrero del 2003
con El idioma imposible. Un proyecto que no ha de entenderse como
una trilogía sino como una novela dividida en tres partes, una
división que responde a la necesidad de contar a que
alude en Quédate, donde se constata que la posible
narración no iba a contar más que una sucesión de
vacíos alimentados por la pesadilla, el sueño o la
invención, no para negar el mundo en que se vive, sino para afirmarlo
como una fatalidad. En Un enano español se suicida en Las Vegas
se insiste en el rompecabezas que va componiendo el relato, sin que el
protagonista pueda saber en qué imagen tendría el
rompecabezas completo. Del Tibidabo a las chabolas Esta ciudad
es la Barcelona que hemos conocido en otras novelas de Casavella, pero
aquí mucho más desarrollada. La novela se abre en el Tibidabo,
la montaña de los ricos, donde cincuenta huérfanos
de los Hogares Clarinet (sic) esperan, el día de Reyes de 1995,
la llegada del famoso Pistacho, sinvergüenza disfrazado de rey Gaspar.
La verdadera acción del libro ocurre veinticuatro años antes
en la otra montaña, Casa Valero, Casa Antúnez,
Ciudad Sin Ley, las chabolas de Montjuïc, donde viven los que
no teníamos sitio en la ciudad. La lluvia nos acompaña
como un motivo recurrente en este día sofocante del 15 de agosto
de 1971 y acabará por tener una presencia determinante en el desarrollo
de la ficción. Dos niños descubren el cadáver de
una muchacha que ha sido violada y asesinada a golpes: es Julia, la hija
de don Celso, cabecilla del barrio con fama de peligroso. Y aquí
se inicia un drama lorquiano en clave farsesca: denunciar al Watusi como
al responsable, negar ante don Celso la violación y por tanto la
responsabilidad del Watusi, cuyo cuerpo flotará, en un claro ajuste
de cuentas, en las aguas sucias del puerto. Article publicat a El Mundo el 16/09/02 per Tito Ros
El chabolismo Francisco
Casavella no vivió directamente el chabolismo del tardofranquismo,
pero lo tenía cerca, pues su familia tenía el piso en el
lado norte del Paralelo. Cuando era joven corrían tiempos de Perros
callejeros (película emblemática de José Antonio
de la Loma) y los quinquis eran divinizados en todos los barrios de Barcelona.
El Watusi es algo más que un quinqui (hay quien dice que trabaja
como liquidador para los marselleses) y en torno a él predomina
más lo que se dice que lo que se sabe. Mundillo empresarial En el mismo
se explica cómo una persona vinculada al señor Del Pistacho
(un más que supuesto Javier de la Rosa) le pide al cocainómano
Fernando Atienza que le haga un informe sobre otra persona, que está
ascendiendo en el mundillo empresarial y social de 1995. Article publicat a El País el 01/09/02 per Sergi Pàmies Semana de pronósticos Mañana
empieza una semana de pronósticos. Con cada nuevo curso se disparan,
además de las buenas intenciones, la necesidad de apostar por formas
de futuro mediáticamente rentables. Pronosticar que habrá
guerra, por ejemplo, no requiere de una gran intuición, y dado
que el Barça es una caja de sorpresas, mejor no meneallo y centrarse
en algo tan inofensivo como la literatura. En la línea de salida,
centenares de libros aspiran a situarse en el pelotón de cabeza,
mientras los lectores tomamos posiciones y nos vamos encariñando
de ciertos nombres. En Francia, Jean-Philippe Toussaint saca nuevo libro,
Faire l'amour, y sería fantástico que fuera un éxito.
Aquí saldrán a puñados. A estas alturas, sin embargo,
se puede pronosticar que, en catalán, será polémico
el panfleto de Joan Lluís Lluís contra los franceses (Conversa
amb el meu gos sobre França i els francesos, Ed. La Magrana)
y que, en castellano, se hablará mucho y bien de Los juegos
feroces (Ed. Mondadori), la nueva novela de Francisco Casavella. Article publicat a La Vanguardia el 22/08/2002 per Xavier Ayén
El escritor Francisco Casavella (Barcelona, 1963) acaba de escribir El día del Watusi, una ambiciosa novela de 1.200 páginas con múltiples lecturas, entre ellas la policiaca, pero que es también un reflejo de los bajos fondos de la Barcelona de los setenta y un crítico repaso generacional a un cuarto de siglo de historia española, con personajes que recuerdan sospechosamente a empresarios y banqueros como Javier de la Rosa. La editorial Mondadori ha optado por publicar la obra en tres tiempos. El 16 de septiembre llegará a las librerías la primera parte, Los juegos feroces, que empieza con un prólogo que sucede en 1995, "cuando al narrador -en palabras de Casavella- le encargan un extraño informe sobre un empresario que no existe. De ahí pasa a recordar un día de 1971 en el que se vio envuelto en varios sucesos trágicos: todo el primer volumen es el relato de ese día, que proyectará un enorme eco en todo lo que sucede posteriormente". ¿Qué ha pretendido Casavella en esta monumental obra? Nada menos que "dibujar el fracaso -o desarrollo- de un espíritu individual en paralelo con el espíritu del país". Sacrificio Tamaño
objetivo es fruto de una evolución personal: "Antes pensaba
que los escritores de novelas largas eran unos palizas pretenciosos, pero
ahora creo que no importa nada tardar diez años más o menos
en publicar algo, sino que lo que realmente interesa es que merezca la
pena. Y, por lo menos una vez en la vida, hay que intentar hacer un sacrificio
y escribir algo largo. Esta novela empecé a escribirla en 1998,
tras un penoso calvario trabajando en películas para televisión,
y así me pude financiar los posteriores cuatro años encerrado
escribiendo. He escrito por la mañana, por la tarde y por la noche.
He dado el do de pecho. He acabado muy idiota, me he quedado vacío,
sin poder neuronal, si es que alguna vez lo tuve. Si me pregunta qué
ha pasado en estos cuatro años, la respuesta es: no lo sé".
La violencia ¿Cuál
es la fuente que inspira sus historias? "Me han fascinado siempre
las historias de mi barrio, del Chino y de Poble Sec, me llegan todavía
sus ecos. Cuerpos flotando en el puerto no he visto, no... sólo
zapatos. Son cosas que te explican... Para que te pasen a ti directamente
estas movidas hay que estar muy metido en los bajos fondos y creerte la
mítica de esos héroes del hampa, como el Watusi. ¿Si
los he conocido? Claro, por ejemplo, el Botas, a él se le adjudicaban
todas las cosas que sucedían. Había otro que... pero no
lo pongas, que todavía está vivo y yo también quiero
estarlo. La juventud siente atracción por el mundo criminal, pero
los profesionales no bromean, cuanto más lejos estés de
ellos, mejor." Sobre el uso de la violencia en su novela, afirma
que "no me recreo en ella, encuentro el presagio más atractivo
que el acto".
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