Antes de irme a la cama

 
 
Antes de irme a la cama voy a la habitación de mis hijas y les doy un beso, están dormidas y no se enteran, con él les quiero transmitir  mi cariño y también darles las gracias por todo cuanto de bueno ellas me dan cada día. Duermo tranquila, pues ellas lo están también.

   Al despertar, pocos minutos para dedicarles a ellas y ellas pocos minutos para dedicarme a mí. De nuevo me queda  la sensación  de tranquilidad, no por la ausencia de ambas,  sino porque se dirigen hacia un lugar donde van a estar cuidadas y protegidas. Lugar donde trabajan unas personas,  que aunque no sean sus padres, van a velar por ellas además de transmitirles sus conocimientos y vivencias con lo que cultivarán su mente y su espíritu y les guiarán, durante los años que estén con ellas, a aprender  a tener en la vida un comportamiento digno y honrado ayudándolas a crecer como gente de bien.
   
   Siempre estaré agradecida a esas personas, sus profesores, pues me han enseñado a ver en mis hijas aspectos desconocidos, tanto virtudes como defectos, que han enriquecido mi trato con ellas, pues sé que vamos al unísono en lo referente a su educación. 

   Me pregunto, como madre que soy, si les estamos prestando a los profesores la ayuda que merecen tener en cuanto a participes que son de esa educación de nuestros hijos.

   Un día que tuve que llevar a una de mis hijas de urgencias a un hospital infantil encontré un cuadro colgado en una de sus paredes. En él estaban escritas las siguientes palabras:

   Si un niño vive criticado, aprende a criticar.
   Si un niño vive con hostilidad, aprende a pelear.
   Si un niño vive avergonzado, aprende a sentirse culpable.
   Si un niño vive con tolerancia, aprende a ser tolerante.
   Si un niño vive con estímulo, aprende a confiar.
   Si un niño vive apreciado, aprende a apreciar.
   Si un niño vive con equidad, aprende a ser justo.
   Si un niño vive con seguridad, aprende a tener fe.
   Si un niño vive con aprobación, aprende a querer.
   Si un niño vive con aceptación, aprende a hallar.

    Estas palabras resumen por entero esa sensación de tranquilidad que me queda cuando mis hijas se van a dormir o al colegio, pues son como una consigna que me quedó dentro del corazón, ya que en ellas queda reflejado lo que como madre deseo para ellas, distinguir lo bueno de lo malo, y de este modo enseñarles a afrontar los problemas, inquietudes, dudas y todo aquello que les depare la vida, con honestidad. Ese cuadro no está colgado en una de las paredes del colegio pero aunque físicamente no esté, cada vez que entro en él noto su presencia. 
   
                             Fdo.:       
                                           Mª Amparo Martín Esteban
 


 
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