LEYENDA DE GELERT


Hace mucho, mucho tiempo en el norte de Gales vivía un príncipe llamado Llywelyn. Tenía un perro que era más conocido incluso que el príncipe Llywelyn. Este fiel animal se llamaba Gelert y siempre se le veía al lado del príncipe. Todo el mundo amaba a Gelert, pero nadie tanto como su amo. Además de ser un excelente perro cazador, Gelert era también amable y gentil y todos lo admiraban.

Un día Llywelyn salió a cazar y decidió dejar a Gelert en esta ocasión al cuidado de su amado hijo que era un bebé. Tan pronto como Llywelyn se fue del palacio, Gelert se tumbó en el suelo con la cabeza recostada, observando con cuidado al pequeño príncipe. Estaba atento a todos los ruidos de alrededor, escuchaba como trabajaban en la cocina, los gritos lejanos de los cazadores en las montañas galesas y la suave respiración del pequeño príncipe.

De repente oyó un ruido de pasos, miró alrededor y vio un enorme lobo con la boca llena de dientes. El lobo se acercaba a la cuna pero Gelert se puso en medio para pararlo. Lucharon y lucharon hasta que el lobo se murió. Desde entonces Gelert vagó para curar su pena.

Cuando Llywelyn volvió de la cacería, vio la cuna tumbada y la piel de Gelert llena de sangre. Pensando que su perro había matado a su hijo, disparó Gelert sin pensárselo un segundo. Entonces escuchó un llanto apagado, y cuando Llywelyn se giró vio a su hijo vivo, ¡Y detrás de él yacía muerto un lobo! Llywelyn cayó de rodillas cuando se imaginó lo que había pasado. Se le rompió el corazón y se dijo que nunca más volvería a ser feliz. La tumba de Gelert todavía se puede ver y visitar en un lugar llamado "Edd Gelert". Y todo aquel que va se entristece con la historia.