Hay indicios de que en los años 30 tuvieron lugar dos grandes explosiones en Sudamérica producidas por meteoritos. La primera, el 13 de agosto de 1930, cerca de la frontera entre Brasil y Perú, en el Amazonas, y la segunda en la Guayana Británica, el 11 de diciembre de 1935. Estas fechas coinciden con los máximos de las Perseidas y las Gemínidas, aunque parece improbable que tengan nada que ver con estas lluvias meteóricas. Determinar su causa tiene interés para saber si sucesos como el de Tunguska son frecuentes o no.
El lugar de la explosión, Rio Curaca, que da lugar al suceso, está cerca de la frontera entre Brasil y Perú, 5 grdos de latitud sur y 71,5 grados de longitud oeste.
Estas publicaciones se discutieron en un artículo reciente de Bailey y colaboradores (4), donde reprodujeron, traducido al inglés, el artículo de L'Osservatore Romano. Aunque los relatos de los testigos oculares describen lo que cabría esperar de la caída de un gran bólido, hay algunos aspectos que conviene explicar. Por ejemplo:
En el número de agosto de 1995 de la revista Meteorite! se publicó un artículo de R. Gorelli en el que también se discuten brevemente estos hechos.
La descripción de Korff sugiere que la región devastada podría ser más grande incluso que la de Tunguska. Por indicación suya, se envió un mensae a William H. Holden, que estaba en aquella región el año 1937 con la expedición de Terry-Holden de l American Museum of Natural History. El grupo subió a pie hasta la cima de las Marudi Mountains en noviembre de 1937, e informaron que se veía una zona de unos cuantos kilómetros de diámetro con los árboles partidos a unos 8 metros de la base. No era fácil determinar la extensión exacta, pues habían transcurrido ya dos años, durante los cuales se había regenerado la vegetación. Al volver a Nueva York, Holden afirmó también que la devastación había sido producida por una explosión atmosférica de origen cósmico. Desmond Holdridge, explorador y escritor, también visitó la región al final de los años 30, y confirmó la sospecha de que el responsable de la explosión había sido un cometa o un asteroide.
Korff obtuvo diversos informes locales. El mejor era el de un minero escocés que buscaba oro, Godfrey Davidson, que dijo que la explosión le despertó, y que saltaron de su sitio en la cocina las ollas y sartenes. Pudo ver un rastro luminoso residual en el ciel. Un poco más tarde, explorando la zona, llegó a una región devastada de la selva de unos 8 por 16 kilómetros, en la que los árboles aparecían tumbados, como si los hubieran empujado.
Holden no estaba seguro de la causa de la destrucción de la selva, y dijo que los tornados podían producir efectos similares. Los relatos de los testigos, que conocemos gracias a Holdridge, hablan de un objeto volador, de un ruido terrible (probablemente un efecto electrofónico) y de la commoción posterior, y del cielo iluminado como si fuese de día. Corresponden más bien a la penetración atmosférica de un pequeño asteroide. Art Williams, controlador aéreo de la región, dijo que habiacute;a visto una zona de selva devastada de más de 32 kilómetros de extensión, no de forma circular, sino más bien alargada, como en Tunguska, que es lo que cabe esperar que produzca un objeto que penetre haga explosión entrando apartado de la vertical. El ángulo de penetración más probable para cualquier proyectil cósmico es de 45 grados.
En el número de marzo de 1974 del boletín Meteor News aparecía un artículo basado en lo que había publicado anteriormente The Sky. Poco después, los editores (Karl y Wanda Simmons, de Callahan, Florida) mantuvieron correspondencia con Mr. F.A. Liems de Paramaribo, Surinam, sobre la posible formación de un cráter en Wahyombo, a 5,25 grados de latitud norte y 56,05 grados de longitud oeste. Las cartas están fechadas en 1976. Parece ser que Liems murió el año 1982. En 1990, cuando se publicó en la revista WGN el artículo sobre el suceso del Brasil, Wanda Simmons le envió copias, y él me las envió a mí. Incluyen diversos mapas, notas y cartas, pero es difícil sacar conclusión alguna de todo aquel material: me parece que todo esto tiene relación con algo sucedido anteriormente, antes de este siglo, y no queda nada claro si puede tener relación con la penetración de ningún asteroide o cometa.
Referencias:
1) N. Vasilyev, G. Andreev, WGN 17:6, 1989, pp. 247-248.
2) L.A. Kulik, Priroda y Ljudi 13-14, 1931, p.6
3) M.E. Bailey, D.J.Markham, S. Massai, J.E. Scriven, The Observatory
115, 1995, pp. 250-253.
4) Sky and Telescope 44, 1972, pp. 269-272.
5) The Sky, September 1939, pp. 8-10 and p.24.
A continuación reproducimos el artículo publicado el 6 de marzo de 1931 en el diario The Daily Herald.
Three great meteors, falling in Brazil, fired and depopulated hundreds of miles of jungle.
News of this catastrophe has only now reached civilization because the meteors fell in the remote S. American wilderness.
It was yet another lucky escape of mankind from an appalling and unrealized peril.
The last great meteor fell in Siberia in 1908. In a district so remote that only last year were details of it's destruction given to the world. Had either of these two meteor falls chanced to strike a city in a densely populated country, frightful loss of life and damage would have been caused. "A Meteor", Mr. C.J.P. Cave an ex-president of the Royal meteorological Society stated recently "carries in front of it a mass of compressed and incandescent air.
When it strikes the earth, this air "splashes" in a hurricane of fire... The Brazilian meteors are reported (says the Central News) by Father Fidello of Aviano. writing from San Paulo de Alivencia in the state of Amazonas, to the papal newspaper, "Osservatore Romano".
BLAZING FOREST The meteors fell almost simultaneously during an amazing storm. Terrific heat was engendered. Immediately they struck the ground the whole forest was ablaze.
The fire continued uninterrupted for some months, depopulating a large area. The fall of the meteor was preceded by remarkable atmospheric disturbances. at 8 o'clock in the morning the sun became blood-red and a penumbra spread all over the sky, producing the effect of a solar eclipse. Then an immense cloud of reddish powder filled the air and it looked as if the whole world was going to blaze up.
WHISTLING SOUND The powder was succeeded by fine cinders which covered trees and vegetation with a blanket of white. There followed a whistling sound that pierced the air with car-breaking intensity, then another and another.
Three great explosions were heard and the earth trembled. The Siberian meteor of 1908 completely destroyed the forest over an area of 70 miles in diameter. It's roar was heard 600 miles away and it's glare maintained twilight all night even in England.