A mediados de los años 80, miles de ciudadanos de Texas empezaron a interesarse por los retornos incandescentes de la lanzadera espacial, y muchos de ellos se sorprendieron al oír un sonido "parecido al que hace un esquiador en descenso" o "una motora rasgando la superficie del agua". Los tomaron por locos... pero el fonómeno era absolutamente real: en algunos casos era evidente que las hojas de los árboles se movían, como sacudidas por un viento fuerte.
Al final se ha descubierto que los grandes meteoros, incluída
la lanzadera espacial en su retorno a la atmósfera, producen ondas
de radio en la banda de 5 a 8 kiloherzios. Las ondas se propagan
a la velocidad de la luz, y a veces llegan al suelo con suficiente intensidad
como para hacer vibrar las hojas, especialmente las de los pinos, objetos
metálicos, o incluso las gafas o el pelo seco.