And I Love Her
Lennon/McCartney
Juan, el evangelista, definió a Dios con una sóla palabra: Amor. El camino para aprender a amar es Dios mismo. Se hizo hombre por amor a los seres humanos. Su doctrina se puede resumir en un mandato: "Quiero que os améis unos a otros como yo os he amado".
Me pregunto: ¿qué es lo que Dios Padre ama
más...?
Doctores tiene la Iglesia: que me corrijan si me equivoco. Yo
diría
que, en primer lugar, está su "Hijo amado" y, a
continuación,
la madre que escogió para su hijo: María.
De algún modo, todo el que renace por el Bautismo se hace
una
cosa con Cristo, se endiosa. Él es la vid y nosotros los
sarmientos.
No sólo dió su vida por nosotros: nos hizo
partícipes
de la vida divina. Hemos nacido, muerto y resucitado por Él, con
Él y en Él.
No sólo confió su madre a Juan: todos los bautizados
somos hijos de María, porque somos Cristo.
Me pregunto: ¿y qué hago para darle a mi madre,
María,
el amor que espera de mí, el que sólo yo puedo darle?
Muy sencillo: tratarla. Como se trata a una persona viva...
Me gusta imaginarla pequeña, poniéndome en el lugar
de
su padre, Joaquín.
Cuando me cruzo por la calle con una niña sencilla y alegre,
veo en ella una imagen viva de mi niña. Y me brota del
alma
un grito que nadie oye, excepto ella:
¡María!
Me gusta imaginarla jovencita: bella, pero más encantadora
aún
por sus virtudes.
¡Cómo se enamoraría José al conocerla y
tratarla! Me pongo en su lugar, y le tomo de la mano, y le digo:
¡María! ¡que
guapa eres!
Y me desposo con ella:
Totus tuus!
, ¡soy todo tuyo!
Me maravillo de su prontitud para servir con alegría,
sabiendo
estar en los detalles,
de su docilidad a las mociones del Espíritu,
de su modo de orar al Padre, en adoración profunda, el rostro
en tierra:
He aquí la esclava del
Señor...
o, de pie, con la mirada fija en su Hijo crucificado.
Fac me tecum semper stare
iuxta
crucem Iesu! ¡Haz
que
esté siempre contigo junto a la cruz de Jesús!
De ella he aprendido a convivir, a servir, a hablar con Dios y de Dios.
Y cuando me pone al Niño en los brazos...
También los bebés son imágenes vivas de
Jesús
niño.
¿Has visto alguna vez columpiarse a un niño que va
entre
sus padres, cogiéndoles de la mano?
Creo que todos los niños lo hacen. Jesús también
lo haría alguna vez.
Ese recuerdo me permite ponerme en su lugar, y columpiarme de la mano
de María y de José.
Ponerme en el lugar de Joaquín o de José es pura
imaginación,
pero ponerme en el lugar de Cristo es mi vocación. Esa es mi
identidad,
mi lugar, mi familia: identificado con Cristo, conviviendo con
María
y con José.