Aprendiendo a querer

Te hablaré de cosas que he visto y me han hecho meditar,
de lo humano y de lo divino,
quizá de un modo un poco desordenado, pero...

Sinceramente


18. Trabajo que enamora

"El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén para que lo trabajara y lo guardara."
(Gen. 2,15)

¿Cómo sería el trabajo de José...?

Por supuesto, como el de cualquier padre de familia que se gana la vida con sus manos, con sus herramientas, con su inteligencia... y con su corazón.
Todo puesto al servicio de Jesús, de María, y de quien le pudiese necesitar.
¿Te imaginas a Jesús contemplando a José mientras trabaja?
Esos ojos vivos, inteligentes, que brillan cuando al alzar un momento la mirada se encuentran con los tuyos.
Y esa sonrisa, que sólo son capaces de mostrar los corazones limpios que saben amar.
Esas manos ágiles y fuertes que se mueven con la habilidad del que domina el oficio.
Ojos, sonrisa, manos, que han acogido al Hijo de Dios en Belén, en Egipto, en Nazaret.
Manos que Dios quiere como instrumento para continuar su obra creadora.
Tu trabajo, sea el que sea, cuando está bien hecho, por amor y con amor, lo contempla Jesús, enamora a Dios.

manos trabajando

¿Cómo sería el trabajo de María...?

¡Qué pregunta! ¡Como el de una madre de familia!
Pizcas de esto y aquello, y puñados de amor.
Cuando era un niño me encantaba ir a la cocina y contemplar a mi madre preparando la comida: lavar, pelar, cortar, picar...
El mortero viejísimo, de cerámica valenciana, canta su rítmica canción.
      ¡Hala, dale un rato!       , y me lo pasa, para que juegue.
El sofrito chisporrotea en la sartén. Vapores de aceite, aromas de hogar...
      ¡Ay!       Una salpicadura le ha quemado la mano. Se la lleva a los labios y sigue, sin darle importancia.
¡Las manos de mi madre!: cortadas, encallecidas, ennegrecidas y quemadas, son instrumento de las manos de Dios, que da de comer a sus hijos.
Destapa la olla y salen nubes de vapor. Una pizca de sal, remover...
Me alarga el cucharón de madera con un poquito de caldo:       ¿Qué te parece? ¿Está soso o está bien?
Mientras controla el tiempo de cocción prepara la ensalada y va poniendo la mesa: limpia, sencilla, elegante, acogedora...
Trabajo de María, que Jesús contempla, que enamora a Dios.
¿Comprendes lo que quería decir santa Teresa con aquél: "Entre los pucheros anda el Señor" (Fund. 5, 8)?



No es tan fácil como parece trabajar siempre así, con buen humor, espíritu de servicio y presencia de Dios. Pero cuando se consigue, Dios ama ese trabajo y lo premia llenando los corazones de paz y alegría.
Sin espíritu de sacrificio no se puede conseguir nada que valga la pena. ¡Sacrificio propio! Quien coacciona a los demás para conseguir sus propios objetivos que no piense que así logrará nada que valga la pena. Lo único que conseguirá es hacer trabajo de diablo, hacerse odioso a los hombres y a Dios.
Cuando se presente el pesado, el inoportuno, piensa más bien que es el momento de superar tu egoísmo.
Cuando requieran tu ayuda y estés ocupado con algo, procura atenderles. Es una ocasión de poner las personas por delante de las cosas.
Sé generoso, con Dios y con los demás, con tus cosas y con tu tiempo. Dios no se deja ganar en generosidad.
Y si nadie te agradece tus servicios, alégrate, porque tu Padre Dios, que ve en lo secreto, te premiará.

Cuando era estudiante, el mundo era analógico. No había ordenadores, ni procesadores de textos, ni impresoras láser. Se dibujaba con tinta china y se escribía a máquina. Un fallo suponía en muchos casos volver a empezar.
      Hijo mío      , me dijo en cierta ocasión mi madre, al verme abatido frente a una lámina que acababa de manchar:       Nadie te preguntará lo que te ha costado. Sólo mirarán si está bien hecho.

Dios lo ve todo: la intención, lo que ha costado y si está bien hecho, y es buen pagador.




Antonio Parra
San José, 2011