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La magia de Roma ha atraído desde siempre a literatos y artistas. Aquí te ofrecemos una breve antología de textos de escritores de todas las épocas y procedencias que, en un momento u otro de sus vidas, han fijado su atención en esta ciudad. Naturalmente, esta selección es sólo una pequeña muestra, ampliable, de la abundantísima producción literaria existente sobre el tema. Otros autores, como Plauto, Goethe, Chateaubriand o, por supuesto, Moravia, tienen también páginas reseñables sobre Roma que no se incluyen aquí por razones obvias de espacio. |
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OvidioPublio Ovidio Nasón (Sulmona, 43 a.C.-Tomi, 17 d.C) fue un poeta latino perteneciente a una familia de caballeros que se educó en Roma para trasladarse después a Grecia. Dotado de excepcional facilidad para hacer versos, destacó muy pronto como poeta y se convirtió en una de las figuras literarias más brillantes de su tiempo. La publicación de Ars Amandi, obra maestra de la poesía erótica latina supuso su exilio a Tomi, en el Mar Negro, donde falleció.Ovidio presenta en los Fastos una especie de calendario poético de las fiestas romanas. Está dedicada a Augusto, y en ella se indican días fastos y nefastos, fechas importantes de la historia de la ciudad, leyendas y mitos. El texto escogido trata de la fundación de Roma. |
Se elige un día apropiado para trazar con el arado la línea que deberían seguir las murallas. Se acercaba la festividad de Pales: es en esa fecha cuando se inician los trabajos. Se excava una zanja hasta llegar a suelo firme; en ella se arrojan diversos productos agrícolas y tierra traída de los campos vecinos.. Se rellena la zanja, sobre ella se erige un altar, y un nuevo hogar comienza a cumplir su misión cuando en él empieza a arder el fuego. A continuación Rómulo, apoyándose con fuerza en la mancera, va señalando con un surco el emplazamiento de las murallas. Una vaca blanca es la que soporta el yugo, llevando como pareja a un buey de níveo color. He aquí las palabras que pronuncia el rey: "Oh, Júpiter! iY tú, Marte, padre mío! iY tú, materna Vesta! ¡Prestadme vuestro apoyo en estos momentos en que fundo mi ciudad! ¡Escuchadme también todos vosotros, dioses a quienes es piadoso invocar! Que mi obra se levante bajo vuestros buenos auspicios. Que esta tierra, un día dominadora, tenga larga vida y poderío. Que bajo su imperio se sometan Oriente y Occidente". Tal fue su.plegaria. Y Júpiter manifestó su presagio dejando oír un trueno a la izquierda del cielo. Alegres por este augurio, los ciudadanos echan los cimientos, y en poco tiempo la nueva muralla estaba levantada. Cler activa los trabajos. Rómulo personalmente lo había llamado y le había dicho: "Éste será tu cometido, Cler. Y que nadie salte las murallas ni el surco abierto, por el arado: A cualquiera que ose hacerlo, dale muerte". Ignorante Remo de estas órdenes, comienza, a burlarse de aquellos baluartes demasiado bajos, y a decir: "¿Va a estar el pueblo protegido por esto?" Y a continuación salta por.encima de ellos. Con una pala, Cler golpea al atrevido. Bañado en sangre, Remo se desploma sobre la dura tierra. Cuando el rey se entera de este suceso, ahoga las lágrimas que pugnan por brotarle y esconde en el corazón su secreta herida. No quiere llorar en público y da ejemplo de coraje al decir: "Que cualquier enemigo salte así mis murallas". No obstante celebra honras fúnebres en honor de su hermano y es incapaz de. contener el llanto por más tiempo, poniendo de manifiesto su fraternal amor hasta entonces disimulado. Cuando el ataúd es depositado en tierra, besa por última vez a su hermano, y dice: "Adiós, hermano mío, a quien me han arrebatado contra mi voluntad". Antes de entregarlo a las llamas, unge sus miembros. Lo mismo que le hicieron Fáustulo y Acca; ésta, con sus tristes cabellos sin ceñir. |
OVIDIO, Fastos, ed. de M.A. Marcos Casquero. Editora Nacional, Madrid, 1984 |
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CervantesMiguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) vivió una ajetreada vida, con viajes, años de cárcel, servicios a la corona y padecimientos por ella. En este ir y venir, el escritor comparte camino, comida y habitación con todo tipo de personajes. De todo ello supo extraer los materiales de una obra genial, logrando comunicarnos su experiencia en un lenguaje que reúne la sencillez cordial, la honda comprensión de lo humano, la gracia de la expresión y el afán de verdad y libertad. En Los trabajos de Persiles y Segismunda, su última obra, sus protagonistas realizan viajes fantásticos por Europa en los que suceden todo tipo de peripecias. El amor les lleva al final a santificar su amor en Roma. El texto seleccionado contiene una hermosa alabanza de la ciudad eterna. |
Curáronse los heridos y, dentro de ocho días, estuvieron para ponerse en camino y llegar a Roma, de donde habían venido cirujanos a verlos. En este tiempo, supo el duque cómo su contrario era príncipe heredero del reino de Dinamarca, y supo asimismo la intención que tenía de escogerla por esposa. Esta verdad calificó en él sus pensamientos, que eran los mismos que los de Arnaldo. Parecióle que la que era estimada para reina lo podía ser para duquesa; pero entre estos pensamientos, entre estos discursos e imaginaciones se mezclaban los celos, de manera. que le amargaban el gusto y le turbaban el sosiego. En fin, se llegó el día de su partida, y el duque y Arnaldo, cada uno por su parte, entraron en Roma, sin darse a conocer a nadie, y los demás peregrinos de nuestra compañía, llegando a la vista de ella, desde un alto montecillo la descubrieron, e hincados de rodillas, como a cosa sacra, la adoraron, cuando de entre ellos salió una voz de un peregrino que no conocieron, que, con lágrimas en los ojos, comenzó a decir de esta manera: ¡Oh grande, oh poderosa, oh sacrosanta alma ciudad de Roma! A ti me inclino, devoto, humilde y nuevo peregrino, a quien admira ver belleza tanta. Tu vista, que a tu fama se adelante, al ingenio suspende, aunque divino; de aquel que a verte y adorarte vino con tierno afecto y con desnuda planta. La tierra de tu suelo, que contemplo con la sangre. de mártires mezclada, es la reliquia universal del suelo. No hay parte en tí que no sirva de ejemplo de santidad, así como trazada de la ciudad de Dios al gran modelo. Cuando acabó de decir este soneto el peregrinó se volvió a los circunstantes, diciendo: |
Miguel de CERVANTES, Los trabajos de Persiles y Segismunda, en Obras completas, Aguilar, Madrid, 1967 |
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QuevedoFrancisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) es el padre del conceptismo. Para este poeta madrileño, el pensamiento, preñado de contenido, debe buscar siempre su expresión en el significado más profundo de la palabra, por medio del contraste, la antítesis, la paradoja, la concisión, el juego de palabras, y otros medios. Su vida se desarrolla en un ambiente cortesano, a menudo lleno de peripecias, y eso le hace testigo de la decadencia política de España, hecho que moldea en él un carácter escéptico, pesimista y misógino. Durante algunos años desempeñó en Italia misiones políticas y diplomáticas.Fue en esa época cuando escribió el poema adjunto. Quevedo nos muestra aquí uno de sus temas más característicos: el paso del tiempo. |
A ROMA SEPULTADA EN SUS RUINAS "Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, Yace donde reinaba el Palatino; Sólo el Tiber quedó, cuya corriente, ¡Oh, Roma! En tu grandeza, en tu hermosura, |
Francisco de QUEVEDO , Obras completas, Aguilarl, Madrid, 1960 |
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DickensCharles Dickens (1812-1870) pasó una infancia y adolescencia llena de privaciones, desarrollando trabajos muy duros. Su sensibilidad acusaría mucho estos años de prueba. Hacia los veinte años empezó trabajar como periodista, realizando sus primeros apuntes sobre Londres, que luego desarrollaría en diferentes relatos. En ellos ofrece una panorámica descriptiva y psicológica de la ciudad, a través del estudio de los barrios más pobres y de sus habitantes. Del viaje por Italia, emprendido en 1844, escribió Pictures from Italy, que apareció en 1846 en el diario Daily News. Se trata de las impresiones de su viaje, en las que rienda suelta a su entusiasmo por Roma. En el texto, Dickens, llegado a la ciudad en el carnaval, describe las fiestas en la Via del Corso con un gran sentido del humor. |
[Del Corso] sale el carnaval y aquí es donde se reúne. Pero como todas las calles en las que se festeja el carnaval están estrechamente controladas por los dragones, los coches deben tomar primero otro camino e introducirse en el Corso por el extremo opuesto al de la plaza del Pueblo, que es su otra entrada. Nos incorporamos, pues, a la fila de los coches y progresamos con bastante tranquilidad durante un momento; tan pronto avanzando muy lentamente; tan pronto trotando durante una media docena de metros; tan pronto reculando una cincuentena; tan pronto deteniéndonos completamente: según el grado de atestamiento de la calle. Si un coche impaciente se salía bruscamente de la fila y avanzaba al trote con la bárbara idea de ir más deprisa, era en seguida alcanzado o adelantado por un soldado a caballo que, sordo a cualquier protesta como se lo permitía su espada desenvainada, lo llevaba inmediatamente detrás, completamente à la cola del cortejo, y lo transformaba en un punto incierto de la perspectiva más lejana. Intercambiábamos a veces un puñado de confeti con el coche que nos precedía o con el que nos seguía; pero por el momento, la captura de los coches fugitivos y vagabundos por los soldados era lo que constituía la principal. diversión. |
Charles DICKENS, Pictures from Italy, Londres, 1946 |
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StendhalHenri Beyle, Stendhal, (1783-1842), como funcionario del Ministerio de la Guerra de Francia intervino en la campaña de Italia de 1800 y siguió a su admirado Napoleón en diversas guerras. Regresó a Italia varias veces, primero a Milán, donde entabló relación con músicos y literatos, y más tarde como cónsul de Francia en Trieste y luego en Citavecchia. Republicano y jacobino, fue también un consumado anticlerical. Su romanticismo no tuvo sólo un significado literario, sino que en él se fundieron estilo y contenido político. Su Paseos por Roma, de 1829, parece dominado por dos sentimientos: la exasperación frente al gobierno pontificio y su admiración por la ciudad. En esta obra se unen recuerdos y experiencias, para convertir a Roma en el lugar donde se unen todas las expresiones de la belleza. |
17 de agosto de 1827.- Una vez, a fines de la Edad Media (1377), Roma quedó reducida a una población dé treinta mil habitantes; el señor cardenal Espina decía ayer hasta doce mil; acualmente tiene ciento cuarenta mil. Si los papas no hubieran vuelto de Aviñón, si la Roma del clero no hubiera sido construida a expensas de la. Roma antigua, tendríamos muchos más monumentos de los romanos; pero la religión cristiana no hubiera hecho una alianza tan íntima con la belleza; no veríamos hoy ni San Pedro, ni tantas iglesias magníficas extendidas por toda la tierra: San Pablo de Londres, Santa Genoveva, etc. Nosotros mismos, hijos de cristianos, seríamos menos sensibles a la belleza. Acaso a los seis años habéis oído hablar con admiración de San Pedro de Roma. |
STENDHAL, Paseos por Roma , trad. de Consuelo Berges. Aguilar, México, 1984 |
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BarojaPío Baroja (1872-1956) pasó sus primeros años entre continuos cambios de residencia, a causa de la profesión de su padre. Se doctoró en Medicina, pero pronto se dió cuenta de que eso no era lo suyo. Sus grandes aficiones fueron los libros y los viajes, y de esto último extrajo un enorme caudal literario. Sus libros son fáciles de leer, ya que consideraba que uno de los objetivos de la novela debe ser entretener al lector. Pero eso lo consiguió por la vía de la claridad, la precisión y la exactitud. En César o nada el protagonista es el típico hombre de acción barojiano. Viaja a Roma intentando beneficiarse de la posible influencia de un pariente cardenal, pero éste le ignora. Vuelve a Madrid, gana dinero en dudosas jugadas de bolsa e intenta invertir sus ganancias...¡regenerando un pueblo!, Castro Duro, pero fracasa... |
En el primer fragmento de esta gran novela, César o nada, tenemos una muestra del anticlericalismo más irónico de Baroja. La plaza [Venecia], en aquel momento, estaba muy animada: pasaban bandadas de seminaristas con hábitos negros, rojos, azules, violeta y fajas de distintos colores; cruzaban frailes de todas clases, afeitados, con barbas, negros, blancos, pardos; discurrían en grupos curas extranjeros, con unos sombreritos despeinados adornados con una borla; monjas horribles con bigote y lunares negros, y monjitas lindas y blancas, de aire coquetón. Y ahora dos buenos ejemplos de su lacónica maestría en la descripción de lugares, estraídos también de César o nada Bajaron de la colina, en donde se yergue el monumento a Garibaldi, hasta la explanada de la Escuela Española de Pintura. |
PÏO BAROJA , César o nada , de la trilogía Las Ciudades, Alianza Editorial, Madrid, 1967 |
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AlbertiRafael Alberti (1902-1999) es, junto a García Lorca, el máximo representante de la lírica andaluza. Su popularismo, a diferencia del de Lorca, procede de la poesía culta de los cancioneros. Con Elegía cívica (1929) se inicia su compromiso con la realidad política del momento, lo que a la larga, le llevaría, al acabar la guerra civil, a un largo exilio que culminaría en Roma. En esta ciudad vivió hasta su regreso a España en el año 1977 cuando, tras la muerte de Franco, fue legalizado el Partido Comunista al que pertenecía y por el que fue nombrado diputado, aunque al poco tiempo renunció a su escaño. En Roma convivió con María Teresa León, y la ciudad le entusiasmó hasta el punto de dedicarle su libro Roma, peligro para caminantes, del que está extraído este soneto. |
AL FIN Eres de Roma experto y bien experto , Vas Via Giulia sin cruzarla tuerto, Vas Foro y vas columna de Trajano, Todo te ensarta, todo te empitona, |
Rafael Alberti , Roma, peligro para caminantes, Litoral, Málaga, 1974 |
Y ahora otra joya. Alberti está a punto de regresar a España de su largo exilio en Roma y escribe en noviembre de 1976 este hermoso y sombrío poema, premonitorio en cierto modo, que musica y canta con voz "alta y segura" pero aliento estremecido Soledad Bravo (Logroño, 1943) TARDE DE OTOÑO Esta tarde larguísima de otoño que me lleva Yo sé que algo terrible me espera allá a lo lejos, |
Referencia discográfica: SOLEDAD BRAVO / RAFAEL ALBERTI, Sony Music 42-477423-10, 1978 |
Acabamos de ver los sentimientos que embargaban al poeta poco antes de regresar a España. Ahora en este hermoso texto, perteneciente a La arboleda perdida, Alberti nos explica por qué había escogido precisamente Roma para pasar la última parte de su largo exilio. ¿Por qué Italia y no Francia, en donde habíamos vivido tantas veces?, nos preguntaban muchos amigos. Porque ya, en realidad, teníamos agotado París, y Picasso, un gran señuelo sobre todo, vivía en la Costa Azul, y yo pensaba en Roma, en la que había pasado, en 1935, quince días inolvidables con Valle-Inclán, sintiéndome en Italia más cerca, más bañado de la claridad mediterránea, más próximo en espíritu a los litorales españoles, a las costas andaluzas. Después, la explayadora simpatía de gran parte del pueblo italiano y, sobre todo, aquel Alberti, mi apellido, tan ligado a las familias florentinas, al gran orgullo de saber que de ellas habían salido mis abuelos. Y después... ¡Qué sé yo! Una nueva experiencia, una nueva vida, más clara y popular, que se me iba a prolongar -esto lo supe luego- por casi quince años a las dos orillas del Tevere, el río de tantos misterios, sucio y cruzado de los más bellos puentes, desagües de cloacas, reflejado de centenarios árboles, de cúpulas, de torres, de estatuas y picoteado de voraces gaviotas hambrientas del vecino y contaminado mar Tirreno. Pero... A pesar de Italia, en la que ya me encontraba, mucho había dejado allí, en aquella América, tanto como para desear, a cada hora, en los primeros meses de lejanía, un posible retorno, una segunda vida que me hiciera compartir con aquellos pueblos tan castigados y oprimidos el logro final de sus esperanzas. Y a Roma le pedí, desde el comienzo de mi permanencia en ella, que, a pesar de su maravilla, fuese capaz de darme tanto como había dejado entre aquellas orillas de cielos inalcanzables, cosechas y caballos. |
Rafael Alberti, La arboleda perdida 2, Tercero y cuarto libros (1931-1987), Madrid, Alianza Editorial (Biblioteca Alberti), 1998, pp. 2004-205 |
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PasoliniPier Paolo Pasolini (1922-1975) fue un director de cine y escritor muy inquieto y complejo, movido, de modo aparentemente contradictorio, por un profundo sentido religioso y por ideas sociales de corte marxista. Muy ligado al pueblo humilde y a la lengua y los ambientes populares y a la vez esteta refinado, alcanzó la fama sobre todo por sus películas, expresivas, densas y muy originales. Chicos del arroyo, de 1955, es la primera novela de Pasolini, y en ella nos ofrece, a través de la historia de unos adolescentes, una visión áspera de Roma y sus suburbios en los años cincuenta. Testimonio de una realidad hoy desaparecida y recuperada en las primeras escenas de la película Accatone, el baño en el Tíber, al principio de la novela, es absolutamente evocador de un determinado momento de la ciudad... |
Desde la cúpula de San Pedro, detrás del Ponte Sisto, a la isla Tiberina, detrás del Ponte Garibaldi, el aire estaba tenso como una piel de tambor. En ese silencio, el Tíber, todo amarillo, discurría entre las altas murallas, que apestaban al sol a meadero, como si los detritus con que se había cargado más arriba pudieran llevar sus aguas siempre más lejos. |
Pier Paolo PASOLINI , Chicos del arroyo, 1955 |
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Paul Nizon De todos los escritores suizos que comienzan a publicar en la década de 1950 (Max Frisch, Dürrenmatt, etc.), Paul Nizon (1929) es, quizás, el que destila más magia y musicalidad en su prosa. Su talento explota en Canto (1963), que, más que una novela, es una especie de canto lírico sobre la necesidad y la dificultad de escribir sobre Roma, ciudad que al autor, "contentándose con vivir al día el tiempo que le queda", le produce la impresión de "no alcanzar jamás". Dividida en tres movimientos como una partitura, la novela despliega una orquestación absolutamente rutilante. |
Roma en, otoño. Esa ola de azul en los muros, sombras languidecientes sobre fondo marrón, un marrón a traves del cual vacilan los pabilos de los mercados abiertos hasta tarde, esa unidad imponderable de laurel, de perfumes, de olor sofocante de seres humanos al fondo de las callejuelas, de seres desconocidos, tenebrosos, nocturnos; con autobuses haciendo trepidar las verjas de las antiguas ruinas; con mendigos y niños; con todas esas puertas abiertas a la cálida luz de tiendas y antros donde trabajan los artesanos en el barrio del Trastevere; con la sutileza de pasadizos estrechos donde los gritos perforan la oscuridad y de nuevo los pasos apresurados de gentes presas en tortuosas calles, en el laberinto de profundas caballerizas. Fanfarrias, fanfarrias. |
Paul NIZON, Canto, Suhrkamp Verlag, Frankfurt, 1963 |
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Terenci MoixRamón Moix, Terenci Moix (1942-2003) fue desde el principio un autor provocativo y sugerente. Vivió durante los años sesenta en Londres, París, Roma y Egipto. A su regreso, irrumpió con fuerza en el panorama literario con Onades sobre una roca deserta (1969) con la que ganó el premio Josep Pla. De título stendhaliano, las Crónicas Italianas, de las que están extraídos estos textos, se publicaron en 1971 y son el testimonio de la época crucial que Terenci pasó en Roma, que él mismo describiría como la más feliz de su vida. Allí descubre el arte, la cultura y la historia occidental. Junto a los capítulos dedicados a diversos artistas del mundo clásico, nos habla de la vida política, social y cultural de aquella Roma, con una visión crítica demoledora. |
Es preferible escoger una noche de lluvia, especialmente triste, y es bueno iniciar el paseo desde la curva que, a la altura de Via Bissolati, protege la industria de las hetairas motorizadas, reclamo siempre próspero. Es preferible esta tristeza de la lluvia, con hojas resecas, que el viento ha arrastrado desde los parques de Villa Borghese, vecina. Llegaréis así al tramo Via Vittorio Veneto, que fue, en tiempos no lejanos, mítico emporio de placeres (?) pregonados por todas las agencias de noticias del mundo. Impresionará descubrir, entonces, que estas ruinas continúan habitadas. Que, a pesar de los fantasmas idos, hay gente que acude todavía con la esperanza de ver reproducido, ante sus ojos sedientos de alienación, los oropeles que el mismo viento, la misma lluvia, arrastraron , cual decorado de película de romanos, en unos platós de Cinecittà hoy vacíos. Se desvanecieron muchos sueños, cierto, pero todavía caben rostros pintarrajeados entre las jaulas doradas del Café de París o bajo los estucos caducos de Doney's. El Excelsior continúa siendo el preferido de los americanos ricos; un Wimpy reciente permite a los ingleses imaginar que King's Road puso sucursal en Roma, y en el Saint Andrews alguna «estrella» importante puede exigir, todavía, una cierta intimidad personal. El asfalto mojado, donde se reflejan las luces de incontables anuncios de neón ornamentado, reproduce la tristeza exactísima de los lugares que, simplemente, fueron. (En el lenguaje « in» , los famosos otrora, olvidados hoy, son llamados «tesas».) Se accede así a la melancolía. A una extraña forma de melancolía, hija genuina del siglo, provocada por los aludes a menudo impetuosos y poco duraderos que ordenan los mass-media. |
Terenci MOIX, Crónicas italianas, Seix Barral Biblioteca Breve, 1971, 2004 |
Finalmente, y para acabar, una propina: un bellísimo texto de Terenci Moix sobre los colores de Roma, extraído también de Crónicas italianas. Si lo lees con atención quizá ahora entiendas algo de todo lo que hemos dicho... |
(...) |
Terenci MOIX, Crónicas italianas, Seix Barral Biblioteca Breve, 1971, 2004 |
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