El infinito y la nada
[Cap. 2º]
"El retorno de la vida"
(fragmentos)
Santiago LÓPEZ PETIT
Universitat de Barcelona
(...) LA VIDA RETORNA COMO VIDA NATURAL
EL DISCURSO HUMANITARISTA
Uno de los discursos más presentes
en nuestra sociedad es el humanitarista. Surgido aparentemente
de las cenizas de los grandes relatos emancipatorios, moviliza
las buenas voluntades y se presenta como lo que puede/debe
hacerse. El abanico de sus objetivos es enorme: desde campañas
para recoger fondos contra una enfermedad hasta la ayuda
a países en guerra. El "humanitarismo",
o, más exactamente el mejor humanitarismo, pretende
ser el único modo de hacer una política no
conformista en un mundo con una economía globalizada
y en que el neoliberalismo ha truinfado. Esta afirmación
del humanitarismo es ciertamente discutible y, en todo caso,
es claro que no hay continuidad alguna entre la antigua
práctica tercermundista y las ayudas humanitarias
actuales. El discurso humanitarista devuelve la buena conciencia
y culpabiliza, paradójicaente, a las propias víctimas
o a los Estados con pocos recursos. En una operación
mistificadora iguala catástrofes naturales y guerras.
La despolitización que esta igualación produce
se concreta y se revela tanto en la forma de intervención
como en el estatuto mismo del que debe ser protegido. La
ayuda solidaria, blandiendo la universalidad abstracta de
los derechos humanos, se quiere salvación del otro.
En cambio, solamente puede contemplar a la víctima
como "vida natural". Es decir, como una vida que,
habiendo sido absolutamente desarraigada de su contexto,
tiene que ser preservada. A la homogeneización que
realiza el capitalismo mundial le corresponden unas víctimas
también homogeneizadas e intercambiables por su pura
existencia biológica. No es exagerado afirmar que
el humanitarismo es como hoy se presenta el imperialismo.
Porque, evidentemente, la vehiculización del otro
como mera vida natural en el discurso humanitarista tiene
efectos políticos directos en la creación
de consenso en las sociedades occidentales.
LA BIOÉTICA
El desarrollo de las ciencias biomédicas,
en especial aquellas que están relacionadas con la
biología molecular, ha planteado múltiples
cuestiones. Recordemos, a título de ejemplo, la procreación
humana en laboratorio, el aborto, la eutanasia... Como reacción
ante estas nuevas prácticas y para regularlas, ha
surgido lo que ha venido en llamarse bioética. La
pregunta central que la bioética se hace es: "¿Cómo
debemos tratar a la vida?. Pero debemos aclarar que la pregunta
no concierne a cualquier vida. Es la vida humana y su valor
la que está en el centro del debate bioético"
(R. Andorno). Dos corrientes éticas se enfrentan.
La relativista afirma que la vidano es un valor absoluto
sino que está ligada a una determinada calidad de
vida, por lo que defiende una muerte digna. La objetivista
o vitalista, por el contrario, siguiendo la doctrina de
la Iglesia sostiene que la vida es un valor absoluto, ligado
a la persona, lo que hace de la vida algo innegociable.
Si bien la oposición es total, para ambos discursos
la vida es fundamentalmente "vida natural". Vida
natural absolutizada (relativamente) o no, pero vida biológica,
al fin y al cabo. En la bioética resuenan las grandes
preguntas de la filosofía y ella misma quiere ser
una ética de la vida. En realidad es un discurso
pobre, que ha cortado con todo pensar esencial ya que ha
desplazado la relación vida/muerte a un espacio donde
el preguntar se hace irrelevante. Se trata de saber: ¿cuándo
comienza la vida?, ¿cuándo termina la vida?
La bioética no es ni una ética de la vida
-en todo caso más bien del control sobre la vida-
ni es capaz de discutir sus presupuestos porque sus conceptos,
básicamente operacionales, no se lo permiten. Con
eso no se niega la necesidad de una regulación, lo
que se critica es el lugar que el discurso bioético
aspira a ocupar. Su éxito académico y cultural
es sospechoso. "Pero paradójicamente la bioética
tiende a englobar dentro de su campo incluso cuestiones
clasificadas como religiosas o metafísicas en torno
a la vida y la muerte" (N. Blázquez). Así
la bioética se transforma en una "mala"
metafísica de la vida que, en versión fundamentalista
o relativista, viene a ofrecerse para pensar la relación
hombre/naturaleza. En el fondo no es más que el sustituto
de un pensamiento de la vida para una sociedad que ha visto
cómo todas sus certezas se venían abajo.
(...)
(...) LA VIDA RETORNA COMO VIDA POLÍTICA
EL BIOPODER (FOUCAULT). TRES INTERPRETACIONES:
NEGRI, AGAMBEN, HARAWAY.
Con su exposición del "poder
disciplinar" en "Vigilar y castigar" Foucault
realiza un análisis de las disciplinas normalizadoras
en cuanto microprácticas. Describiendo la actuación
del poder sobre el cuerpo, los gestos... estaría
mostrando la otra cara de la modernidad. Estos estudios,
que consideraban el poder en sí mismo -tanto fuera
de una relación contractual como de una relación
económica-, serán completados por él
posteriormente mediante el examen de una nueva problemática:
el gobierno de sí y de los otros. Las cuestiones
que Foucault se planteaba primero estaban centradas en la
relación poder/cuerpo; ahora se desplazan a la relación
Estado/población. En el interior del paso del poder
punitivo a la gubernamentalidad, debe inscribirse la noción
de biopoder. Atendiendo al curso 1975-1976, donde la definición
está mejor establecida, Foucault anuncia: "Me
parece que uno de los fenómenos fundamentales del
siglo XIX es aquel mediante el cual el poder se hizo cargo
de la vida". Para comprender esta estatalización
de la vida que la convierte en "vida política"
se hace necesaria una referencia a la teoría de la
soberanía. El soberano tenía un Derecho sobre
la vida y la muerte. Esto significaba que podía "hacer
morir o dejar vivir". En cambio, con la aparición
del biopoder el nuevo Derecho implicará un corrimiento
de la muerte hacia la vida. La cuestión será
entonces: "hacer vivir o dejar morir". El biopoder
se plasma en una gestión de la vida que no tiene
por objeto el adiestramiento y la disciplina sino la seguridad
y la regulación. Si el poder disciplinario supone
la serie: cuerpo-organismo-disciplina-instituciones, el
biopoder supone la serie: población-procesos biológicos-mecanismos
reguladores-Estado. Pero entre ambas hay comunicación,
ya que la norma está presente en las dos series.
El concepto de biopoder, que hemos
introducido muy brevemente, ha sido retomado en direcciones
muy distintas, aunque siempre conservando su caràcter
político. Toni Negri ("Exil") ha intentado
situarlo en la postmodernidad alterando su contenido:
"En Foucault el concepto de
biopolítica es un concepto fundamentalmente estático
y una categoría fundamentalmente histórica.
La producción se subjetividad que la biopolítica
moderna determinaba era una producción de subjetividad
casi siempre aún neutralizada"
Es decir, en la postmodernidad el
biopoder deja de ser el gobierno total que era anteriormente
y que Foucault había explicado, para convertirse
en "biopolítica productiva". Mediante esta
reformulación se trata de negar toda posible "autonomía
de lo político" cuando es toda la sociedad la
que se ha transformado en productiva y, a la vez, mostrar
que esta productividad generalizada se asienta sobre el
carácter cooperativo y esencialmente productor de
la subjetividad (capacidad de abstracción, de realacionar,
etc.) de la propia vida política. No es de extrañar,
entonces, que para T. Negri el campo biopolítico
esté atravesado por un antagonismo radical ("Biopolítica
y contrapoder"). Porque en esta lucha por el biopoder,
la forma Estado intenta en todo momento bloquear y desviar
esta potencia productiva (biopolítica) hacia la conservación
y reproducción del orden establecido. De esta manera,
la reelaboración de la noción de biopoder
permite llevar a un nivel más actual la discusión
acerca del "General Intellect" que aparece en
el famoso "fragmento de las máquinas de Marx"
("Grundisse"). El problema será que, a
pesar de todo, no se sale del modelo de la subjetividad
latente.
G. Agamben reconoce también
su deuda respecto a Foucault: "Es evidente que estas
investigaciones no habrían sido posibles sin los
trabajos de Foucault sobre la biopolítica que, por
otro lado, me parece que no han tenido aún una verdadera
continuación". (Entrevista en "Liberation"
1 de abril 1999). Agamben plantea que el surgimiento del
biopoder no debe circunscribirse a la Modernidad sino que
es algo muchísimo más antiguo que nos obliga
a remontarnos al mismo inicio del poder soberano. El ingreso
de la vida (Zoé o nuda vida) en la esfera politica
sería el núcleo oculto de dicho poder. Y cuando
hoy la vida es estatalizada en la medida que es gestionada
políticamente, no haría más que renovarse
esta exclusión paradójica que fundó
la polis. De ahí que "la dualidad categorial
más fundamental de la política de Occidente
no sea la de amigo/enemigo sino la de nuda vita/existencia
política, zoé/bios, exclusión/inclusión"
("Homo sacer"). Este replanteamiento del concepto
de biopoder le posibilitará llevar a cabo una crítica
radical al Derecho en la que el Estado de excepción
aparece como la regla. Pero Agamben no se queda aquí
e introduciendo el término "forma-de-vida"
intentará pensar una vida política en la que
en su vivir le va la vida, que sea vida de la potencia.
Finalmente, vamos a recoger una prolongación
inesperada de la temática inaugurada por Foucault
realizada por D. J. Haraway: "Estoy argumentando a
favor del cyborg como una ficción que abarca nuestra
realidad social y corporal y como recurso imaginativo sugerente
de acoplamientos muy fructíferos. la biopolítica
de M. Foucault es una fláccida premonición
de la política del cyborg, que es un campo muy abierto"
("Ciencia, cyborgs y mujeres"). La cita expresa
muy bien lo esencial de este manifiesto. El cyborg es una
criatura simultáneamente máquina y animal
que aparece primero en los relatos de ciencia ficción.
La medicina moderna, después, inventará múltiples
acoplamientos parecidos. Ahora el cyborg ya puede pensarse
como criatura de un mundo posgenérico. Tres rupturas
distintas han facilitado su llegada porque han eliminado
la distancia que separaba el hombre del animal; el hombre
de la máquina; lo físico de lo no-físico.
El horizonte que así se abre puede hacer de los cyborgs
la imposición de un último sistema de control
o, por el contrario, el punto de partida para un mito de
resistencia y de reacoplamientos. El cyborg puede ejemplificar
"una especie de yo personal posmoderno y colectivo",
una no-identidad basada en coaliciones afinitarias superadora
de todas las dicotomías en las que se ha encerrado
el pensamiento occidental. El cyborg sería, en definitiva,
un nuevo modo de pensar la vida política que entonaría:
"un canto al placer en la confusión de las fronteras
y a la responsabilidad en su construcción" en
su pretensión de ir más allá de una
filosofía del sujeto.
LA VIDA INMANENTE (DELEUZE)
El último escrito de G. Deleuze
publicado antes de su muerte tenía por título
"L'immanence: une vie...". Con las características
de un artículo casi testamentario, confirma no sólo
que "la vida" ha estado en todo instante en el
centro de la obra del pensador francés, sino que
pensarla en ella misma ha sido su objetivo último.
En realidad, ya era conocido que el vitalismo recorría
toda su producción confiriendo este sello tan personal
que tenían sus lecturas, especialmente de Foucault,
Spinoza, etc. Y, sin embargo, sería un completo error
querrer retrotraer la filosofía de Deleuze a las
tradicionales metafísicas de la vida. Deleuze no
contrapone al mundo desfundamentado de la posmodernidad
ni la vida (auténtica), ni la experiencia vivida,
ni la naturaleza... porque sabe que estos lugares no existen.
Por esa razón, se puede afirmar que su filosofía
es una filosofía experimental por construccionista
y a la inversa. Una filosofía que persigue construir
una teoría de la multiplicidad inmanente, una ontología
del ser unívoco o de la vida, cuyos efectos sean
de liberación.
Para ello es imprescindible pensar
un campo trascendental no calcado del mundo empírico.
El esfuerzo incesante de Deleuze será desplegar esa
multiplicidad inmanente formada por singularidades pre-individuales
y no personales, ese campo trascendental a-subjetivo y anónimo.
Pero habrá que hacerlo con sumo cuidado, pues: "Cada
vez que se interpreta la inmanencia como inmanencia "en"
alguna cosa [incluso "en" la vida; añadido
S.L.P.], se produce una confusión del plano y del
concepto". ("¿Qué es la filosofía?").
Si se hace correctamente, es decir, si se define verdaderamente
el campo trascendental por un plan de inmanencia, entonces
la vida se muestra ya no como individuación sino
como singularidad. Esa indeterminación de la singularidad
es lo que nos recuerda su último escrito. "Se
dirá de la pura inmanencia que es UNA VIDA..."
Para aclarar este estatuto de la vida, Deleuze se referirá
a dos ejemplos. Primero, al canalla que está muriendo.
Sería ejemplo de "una" vida -de una vida
impersonal y, sin embargo, singular en su inmanencia - jugando
con la muerte. Segundo, a los ñiños recién
nacidos que, siendo tan parecidos y no teniendo individualidad,
poseen en cambio singularidades (una sonrisa, un gesto...).
Esta vida absolutamente inmanente, que sólo contiene
virtuales y es pura potencia, es más que vida biológica,
es "vida política". Como tal, es ontológicamente
anterior al poder. Por eso Deleuze puede escribir frente
a Foucault: "No tengo necesidad de un estatuto para
los fenómenos de resistencia, dado que el primer
dato de una sociedad es que todo huye, todo se desterritorializa
en ella" ("Logica del sentido"). La teoría
de la multiplicidad inmanente desemboca, por tanto, en una
crítica afirmativa. Que la crítica sea afirmativa
-que no recurra al trabajo de lo negativo- significa que
promueve el libre juego de la diferencia, que persigue ante
todo liberar la vida que la encarcela.
(...) Únicamente somos "una"
vida y nada más. Pero ¿por qué Deleuze
quiere ejemplificarla sólo puede (?) hablarnos del
recién nacido y del moribundo, los dos extremos de
la linea de la vida? Quizá, porque en los bordes
de la existencia aceptamos esa indeterminación y,
en cambio, la vida toda no es más que una rebelión
contra la imposición de esa "una" vida.
Si es así, y la genealogía parecía
ya apuntar en ese sentido, "pensar la vida" debería
también descifrar la insuficiencia que encierra la
pequeña palabra "una" cuando acompaña
a la vida.
(...)
CONCLUSIÓN: INDEFINICIÓN
DEL CONCEPTO DE VIDA
De la irrupción de la vida
en sus distintas formas y con la diversidad de problemáticas
que arrastra, se puede deducir su centralidad en los debates
que atraviesa la sociedad. Paradójicamente, la vida
en su concepto ha alcanzado la hegemonía, en el mismo
momento en que ella se ocultaba en la dispersión.
Que actualmente no exista una definición de la vida,
y ese es el resultado al que se llega sea cual fuere el
lugar de inicio, quiere decir que "hoy todo es vida
y, a la vez, nada es vida". Esta misma extraña
indefinición nos da las claves para poder seguir
hacia adelante. La presente indefinición de la vida
nos ha dejado ante dos hechos aparentemente excluyentes.
Por un lado, que la vida simulada es ella misma indicio
del "proceso de desrealización" al que
la vida está sometida. Por otro lado, que el retorno
de la vida nos previene de que toda vida es, en cierto modo,
política. Mantenerlos unidos en su tensión
y dejarse guiar por su estela sería la condición
para que la genealogía de la vida diera un paso más
hacia la verdad de la vida. Pero no puede pedirse este esfuerzo
a lo que son solamente unas enseñanzas... Hay que
dar un paso atrás y no apresurarse.
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