El hombre como argumento
[Cap. 1 º]
"La pregunta por el ser del hombre"
Miguel MOREY (Barcelona, 1950) Catedrático
de Filosofía de la Universidad de Barcelona
La pregunta por el ser del hombre,
que suele considerarse como nudo central de la reflexión
antropológica, es una cuestión a todas luces
excesiva. Aun en el supuesto de que consideráramos
que no es tarea de la Antropología Filosófica
dar respuesta cumplida a tal cuestión, sino determinarla
de un modo riguroso; aun en el supuesto de que asumiéramos
para la A. F., con modestia, una función esclarecedora
o crítica, no por ello su estatuto dejaría
de ser problemático. Y ello hasta el punto de que
establecer el envite de su propia problematicidad se ha
convertido, como es notorio, en la primera y urgente tarea
de toda A. F.
Scheler, en uno de los textos considerados
como fundacionales de la A. F., expresa el primer rasgo
de esta problematicidad con unas palabras que han pasado
hoy a ser emblema: "En ninguna época de la historia
ha resultado el hombre tan problemático para sí
mismo como en la actualidad". Y añade: "Poseemos
una antropología científica, otra filosófica
y otra teológica, que no se preocupan una de otra.
Pero no poseemos una idea unitaria del hombre. Por otra
parte, la multitud siempre creciente de ciencias especiales
que se ocupan del hombre, ocultan la esencia de éste
mucho mucho más que lo iluminan, por valiosas que
sean".
Así deberíamos comenzar
diciendo que, en buena medida, esta problematicidad de la
A. F le viene dada por el carácter eminentemente
problemático de su mismo objeto, el hombre, de quien
no poseemos una idea unitaria a pesar (y aquí podríamos
aplicar el célebre recelo proustiana, y preguntarnos
si en éste "a pesar" no hay un "porque"
escondido) de los crecientes saberes parciales que sobre
lo humano no dejan de acumularse: ocultando tal vez su esencia.
Heidegger parafraseará la formulación de Scheler
en estos términos, casi exactos: "Ningúna
época acumuló tantos y tan ricos conocimientos
sobre el hombre como la nuestra. Ninguna época logró
que este saber fuera tan rápida y cómodamente
accesible. Ninguna época, no obstante, supo menos
qué es el hombre. A ningún tiempo se le presentó
el hombre como un ser tan misterioso".
Si aceptáramos la distinción
de Landmann (1961), entre antropología(s) y criptoantropología(s),
o mejor (1962) entre "antropología(s) explícita(s)"
y "antropología(s) implícita(s)",
deberíamos decir entonces que la A. F., en tanto
que tarea filosófica de construcción de una
antropología explícita, es paralela al descubrimiento
(moderno) del carácter problemático de lo
humano. Y que es precisamente la consciencia de esta problematicidad
lo que permite establecer un primer amago de criterio de
demarcación para la A. F., tanto respecto del resto
de discursos filosóficos que, de un modo u otro,
se ha ocupado de lo humano (en particular, de aquellos modelos
de pensar filosófico que, en la historia, han precedido
a la constitución de la A. F.), como de los discursos
antropológicos de carácter no-filosófico.
García Bacca (1982) alude
al primer aspecto com estas palabras: "Empleo la distinción
entre tema y problema, y digo: hasta la concepción
moderna del Universo, por tanto, hasta la nuestra. El hombre
ha sido tema, a saber: algo perfectamente determinado según
la fuerza de la palabra griega; algo definido, estable y
permanente. Pero la concepción moderna del Universo,
en la que estamos todos sumergidos y empapados, considera
al hombre, y se siente, como problema en todos los órdenes.
Nuestra existencia es problemática y nuestra esencia,
problematicidad. Las anteriores: la griega y la medieval,
son tema: algo bien puesto, firme, estable y permanente".
Por su parte, Landmann (1961) distingue
entre discurso antropológico filosófico y
no-filosófico utilizando también el mismo
criterio de la problematicidad: "La antropología
física y etnológica presuponen conocimientos
de lo que el hombre es e investigan simplemente sus caracteres
exteriores o sus obras culturales. La filosofía,
en cambio, se plantea como problema el conocimiento que
aquellas ciencias presuponen acerca del hombre y se pregunta
qué es lo que diferencia al ser humano de todos los
demás seres".
Así, en una primera aproximación,
debería decirse que es precisamente la conciencia
de la problematicidad del hecho diferencial humano lo que
hace de la A.F lo que es: una disciplina problemática.
Por ello, su proceder podría presentarse como inverso,
en cierto modo, al de la mayor parte de los discursos sabios
-la definición de su objeto (si se prefiere, la respuesta
a la pregunta: "¿Qué es el hombre?")
no sería el primer paso de su andadura sino, en todo
caso, el trámite final. Tal vez en ello resida buena
parte de la razón de su título de nobleza:
"filosófica" -porque también responder
a la pregunta por ¿qué es la filosofía?
es, no un punto de partida, sino el término último
de todo auténtico filosofar. Es decir: de todo pensar
que se busca a sí mismo en el trámite de despoblarse
de sus presupuestos -de todo preguntar que busca fundarse.
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