¿Cómo
definir la vida?
Jesús MOSTERÍN
La vida no desempeña un gran
papel en la economía del universo. A gran escala,
el universo está regido por la fuerza gravitatoria
(la curvatura del espacio-tiempo), que depende sólo
de la distribución y densidad de la materia. A esa
escala cósmica, la masa de los seres vivos es totalmente
insignificante. Sin embargo, aunque insignificante a nivel
cósmico, la vida ocupa el lugar central en nuestra
conciencia, en nuestros afectos y preocupaciones, en nuestros
valores y emociones. Desde este punto de vista subjetivo,
y para nosotros, que somos seres vivos, la vida es lo que
más (nos) importa.
¿Hay otros rincones milagrosos
en nuestra galaxia, o en otras galaxias? ¿Resuena
el pálpito de la vida en planetas lejanos de exóticas
estrellas? No lo sabemos. Puede que sí y puede que
no. Es muy posible que haya vida extraterrestre y nos alegraríamos
de que así fuera, pero no estamos seguros. Ni siquiera
estamos seguros de entender qué significa la noción
de vida en general, pues sólo conocemos y tenemos
noticia de un tipo de vida muy especial, la nuestra, la
vida terrestre, que compartimos todos los seres vivos del
planeta Tierra. Seguro que, si hay vida en otros lugares
del universo, ésta será diferente de la nuestra,
pero no sabemos en qué se diferenciará.
¿Qué es la vida? Se
han propuesto diversas definiciones, cada una de las cuales
capta un aspecto esencial de la vida, aunque todas ellas
son insuficientes y se aplican también a entidades
no vivas. Pasemos revista a algunas:
1.- La definición metabólica
de la vida: está vivo cuanto ingiere, metaboliza
y excreta. En efecto, todos los seres vivos somos sistemas
abiertos, que constantemente absorbemos de nuestro entorno
materia y energía, que transformamos en nuestra propia
substancia y utilizamos para nuestras propias funciones,
y cuyos residuos excretamos al exterior. Sin embargo, lo
mismo puede decirse de los automóviles o de la llama
de una vela.
2.- La definición termodinámica
de la vida: está vivo todo cuanto permanece en desequilibrio
termodinámico. En efecto, una característica
fundamental de los seres vivos -la base de su improbabilidad
y excepcionalidad- es su estado de desequilibrio. El segundo
principio de la termodinámica afirma que la entropía
(la medida física del desorden) de un sistema aislado
no puede por menos de crecer. Como el universo es un sistema
aislado, su entropía está en continuo crecimiento;
de hecho, aumenta con cada cambio que se produce en el mundo.
Este principio explica la tendencia natural de los sistemas
a la desorganización y al frío. El agua caliente
se enfría (hasta la temperatura ambiente) espontáneamente,
pero el agua fría no se calienta por sí sola.
El café y la leche se mezclan espontáneamente,
pero no se separan de por sí. Las máquinas
se estropean, la ropa se ensucia y la habitación
se desordena, casi sin darnos cuenta; pero hace falta una
esforzada intervención nuestra para arreglar la máquina,
lavar la ropa y ordenar la habitación. Dentro de
esta tendencia general del universo hacia el desorden, la
desorganización y el frío, los seres vivos
representan excepciones locales. Todo organismo es una excepción
cósmica, nada a contracorriente, en él se
incrementan el orden, la organización y la temperatura,
y se reduce la entropía. (Esto no contradice en modo
alguno al segundo principio, pues los organismos no son
sistemas aislados sino sistemas abiertos a su entorno, con
el que intercambian constantemente materia y energía).
Sin embargo también hay otros sistemas abióticos
en desequilibrio termodinámico, como el rayo o la
capa de ozono.
3.- La definición de la vida
en términos de reproducción: está vivo
cuanto se reproduce a sí mismo, cualquier sistema
autoreproductivo. En efecto, el juego de la vida es un juego
reproductivo, un permanente concurso de fórmulas
de autorreplicación, en el que gana quien se reproduce
más y mejor. Sin duda, todos los seres vivos se reproducen
a sí mismos. Por eso las macromoléculas orgánicas
(como las proteínas) o incluso los virus no son seres
vivos, pues son incapaces de reproducirse por sí
mismos. Sin embargo, hay programas informáticos (por
ejemplo, los "virus" de computador) que se autoreproducen
sin estar vivos.
4.- La definición de la vida
en términos de complejidad. El problema estriba en
que carecemos de una medida satisfactoria de la complejidad,
en general, y de la complejidad de los organismos en particular.
Uno podría pensar, por ejemplo, en medir la complejidad
de un organismo por la longitud de su genoma (es decir,
por la longitud de la secuencia de bases o letras que codifican
su información genética), pero los resultados
de esta medida no siempre corresponden con nuestras intuiciones.
Las cebollas tienen cinco veces más DNA por célula
que los humanes! ["humanes" son los seres humanos,
hombres o mujeres. El singular, el "human"], ¡y
los tulipanes diez veces más! Tampoco tenemos una
noción precisa de la complejidad en genera. La medida
matemática más precisa es la de Kolmogórov,
pero según ella los sistemas máximamente complejos
son caóticos, como la "nieve" de la pantalla
del televisor, que no es un ser vivo.
5.- La definición evolucionaria
de la vida: está vivo cuanto evoluciona por selección
natural. Por ejemplo, en palabras de Francis Crick, "hay
un criterio útil de demarcación entre lo vivo
y lo no-vivo. ¿Está operando la selección
natural, aunque sea de un modo muy simple? En caso afirmativo,
un evento raro puede hacerse común. Si no, un evento
raro se debe sólo a la casualidad y a la naturaleza
intrínseca de las cosas". En efecto, Crick señala
una propiedad fundamental de la vida: la de preservar los
trucos improbables y milagrosos, si éstos resultan
eficaces (para sobrevivir y reproducirse). Por eso la teoría
darwiniana de la evolución es la mejor explicación
científica de la asombrosa variedad y adaptación
de los seres vivos. Las fuerzas creativas del azar (la mutación
de los genes, la recombinación sexual, la deriva
genética) fraguan una inmensa variedad de fórmulas
o propuestas que luego son seleccionadas por el filtro implacable
de la selección natural. De todos modos, también
las macromoléculas orgánicas sufrieron un
proceso de evolución prebiótica (anterior
a la vida, por definición) de tipo darwiniano y lo
mismo puede quizá decirse de los procesos de selección
clonal en el sistema inmunitario o incluso de ciertos procesos
de evolución cultural.
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