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El descubrimiento, a principios del siglo XVI, de la fórmula que da la solución de las ecuaciones de tercer grado desencadenó una de las polémicas más famosas de toda la historia de las matemáticas.

  • A finales del siglo XV, ya se conocía la fórmula de las soluciones de la ecuación de 2º grado utilizando un lenguaje parecido al que usamos hoy para distinguir la incógnita de los coeficientes. Se creía, sin embargo, que era imposible resolver ecuaciones de tercer grado mediante una fórmula similar.
  • El primero en descubrir cómo resolver la ecuación reducida de tercer grado del tipo 1 fue, a principios del XVI, Escipión del Ferro, profesor de la Universidad de Bolonia, pero sólo confió el secreto a su discípulo Antonio de Fior. En aquella época era normal que los matemáticos, si querían subsistir o adquirir prestigio, se retaran a competiciones públicas; así las cosas, al morir del Ferro, su discípulo retó publicamente al matemático Niccolo Fontana (apodado Tartaglia) a resolver en un tiempo determinado 30 problemas que llevaban a ecuaciones reducidas de tercer grado. Pero éste contraatacó proponiendo otros tantos problemas que conducían a ecuaciones reducidas del tipo 2, para las que él había descubierto ya una fórmula.
  • El resultado fue que Tartaglia consiguió descubrir también la primera fórmula en el tiempo previsto y ganó por 30 a 0, lo cual le lanzó a la fama. Enterado de ello Cardano, famoso matemático de la Universidad de Milán que en colaboración con su alumno Ferrari estaba escribiendo un libro de álgebra, se puso en contacto con Tartaglia y le pidió que le dijera la fórmula; además de jurar no divulgarla, a cambio él le presentaría a un personaje que patrocinaría sus proyectos. Aunque con alguna resistencia, Tartaglia accedió.
  • Poco después, Ferrari descubrió un método para resolver la ecuación de 4º grado, y Cardano dio ¡por fin! con la fórmula para resolver la ecuación general de tercer grado, aunque el proceso que utilizaba se basaba en la fórmula de Tartaglia. Sin embargo, por entonces, ambos tuvieron acceso a los archivos de la Universidad de Bolonia en los que figuraban los trabajos de del Ferro. La fórmula de éste resultaba ser la misma que la de Tartaglia, pero ellos consideraron que era anterior y, por lo tanto, dedujeron que ello liberaba a Cardano de la obligación de cumplir su juramento y optaron por incluirla en su libro de álgebra Ars magna.
  • Aunque Cardano reconocía en el libro su deuda con Tartaglia, éste se sintió ultrajado y le acusó públicamente de cuervo que se alimentaba del trabajo de otros. Curiosamente, a estas acusaciones respondió Ferrari, y este nuevo conflicto acabó en un reto entre ambos que ganó claramente Ferrari. La guerra entre ellos continuó realmente hasta la muerte de Tartaglia.






 






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