Article 
  publicat a El País el 24/03/02 per Sergi 
  Pàmies
  
La Barcelona de América
Puedes 
  conocer tu ciudad observando un mapa, recorriéndola en el autobús 
  turístico, no saliendo de un taxi, esperando a que sea arrasada para 
  luego interpretar sus cicatrices arqueológicas, analizándola a 
  través del visor de una cámara digital, sobornando a unos indigentes 
  para que te enseñen sus cloacas o, en el caso de Barcelona, comprando 
  y leyendo el pedazo de libro titulado Barcelona gráfica (Editorial Gustavo 
  Gili), que reúne 1.835 imágenes de detalles gráficos que, 
  sumados, constituyen una fascinante y anárquica biografía visual 
  del siempre incierto universo peatonal.
  El autor es América Sánchez, nombre artístico de Juan Carlos 
  Pérez Sánchez (Buenos Aires, 1939), fotógrafo y diseñador 
  gráfico. El proyecto, de una simplicidad sugerente y ambiciosa, consiste 
  en salir a la calle, andar como un turista y retratar letreros, placas, rótulos, 
  pasamanos, picaportes, rejas, señalizaciones, persianas, graffiti. Por 
  lo visto, Sánchez decidió emprender su minucioso safari fotográfico 
  en 1998 y lo concluyó dos años más tarde, después 
  de haber sido visualmente atracado o seducido por multitud de detalles a los 
  que, en general, no solemos dar importancia. El resultado es un mapa parcial 
  en el que cada imagen corresponde a una dirección formando una divertida 
  suma de coordenadas que van apareciendo por casi todos los barrios sin más 
  brújula que la de un gusto por lo popular que, para simplificar, podríamos 
  calificar de nada frívolo. Pero, para no meternos en berenjenales teóricos 
  ni pecar de poco concretos, mejor será asimilar lo que dice Norberto 
  Chaves en el prólogo de este libro: 'No menos valiosa es la utilidad 
  indirecta de esta obra como recopilación de referencias urbanas: toponímicas, 
  lingüísticas, comerciales, históricas. Aunque la incidencia 
  de mayor trascendencia cultural sea la aportación de recursos de comunicación 
  concretos a las prácticas gráficas de hoy: un extenso léxico 
  gráfico, un vasto repertorio de criterios morfológicos, estilísticos 
  y sintácticos que, aprendidos e integrados inteligentemente, le devolverían 
  a la gráfica contemporánea la calidad cultural perdida'.
  La utilización de símbolos gráficos populares de otras 
  épocas ha sido explotadísima por el neografismo de los últimos 
  setenta y los ochenta. Pero la novedad de Barcelona gráfica es que no 
  sólo se alimenta de ilustraciones, sino también de trabajos de 
  sofisticados e imaginativos herreros o de simples rótulos que informan 
  sobre la presencia de un pequeño negocio y los matices que pueden existir 
  entre el reclamo de un artesano de la alpargata, un barbero o el de un notario 
  que se anuncia con una avasalladora y grandilocuente placa dorada. Una interpretación 
  posible: existe la ciudad, son sus monumentos tasados por arquitectos e historiadores, 
  visitados por hordas recurrentes de turistas, pero también ese millón 
  de cosas del que tanto hablaba Luis Arribas Castro, cosas que, en este caso, 
  entran por la vista y en las que deberían fijarse los peatones. Una guía 
  para peatones más que para turistas.
  La mirada de Sánchez es la de un cazador al acecho que no dispara sin 
  ton ni son ni movido por el subidón tecnológico de tener una cámara 
  que te han regalado el Día del Padre. En la exposición sobre su 
  trabajo gráfico que, hace unos años, presentó en el Palau 
  de la Virreina, sorprendía su capacidad para afrontar proyectos antagónicos 
  en apariencia que, una vez reunidos, resultaron tener la única coherencia 
  que de verdad merece la pena: la de la autoridad. Una marca de perfume (aquella 
  caligrafía de Alada, cortando la pluma transversalmente para conseguir 
  determinado trazo), una empresa papelera (el águila de alas abiertas 
  de Torras Papel) o las cifras puntiagudas y pop del logotipo de Mobles 114. 
  Sánchez no es un novato. Si mis datos son correctos, empezó en 
  1963 con una exposición en la Galería Falbo y desde entonces no 
  ha parado. Marcas, imágenes de empresa, exposiciones de fotografía, 
  docencia, carátulas de discos (Alenar, de Maria del Mar Bonet, por ejemplo) 
  y muchos otros encargos, algunos de los cuales permanecen e incluso han sido 
  (bien y mal) imitados.
  Su buen gusto, además, va más allá del ámbito profesional 
  o del acierto a la hora de elegir el sonoro nombre de su madre como razón 
  social. América Sánchez no sólo sabe detectar el desgarbado 
  encanto de un rótulo de una farmacia o localizar la apertura de un buzón 
  que recuerda en el peor de los casos una boca y en el mejor otro tipo de boca, 
  sino que los que le han visto bailar salsa a horas intempestivas saben de su 
  excelente dominio del ritmo. Esa capacidad para mover el esqueleto y menear 
  las caderas sujetando un vaso largo mezclado con rones añejos y, al mismo 
  tiempo, atacar visualmente las dilatadas pupilas de alguna morenaza sandunguera 
  adicta a Hector Lavoe, Johnny Pacheco, Eddie Palmieri, Ruben Blades, Willy Colon 
  o el más reciente Jimmy Bosch, que tiene una canción titulada 
  Pa mantener tradición, una guajira que resume la actitud y el credo de 
  Sánchez: dominio de los instrumentos, apertura de miras, gusto por la 
  vida, respeto por el consumidor y, al piano, Chucho Valdés, ¡tremendo 
  pianista, tú viste! Porque no sólo del sentido de la vista vive 
  el grafista.
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