Article 
  opublicat a La Vanguardia el 07/06/02 per Sergio Vila-SanJuán
  
Tertulias, 
  cenas y conciertos: un diario cultural de posguerra
  
Entre los años 
  1945 y 1947 el escritor Luis Monreal mantuvo en el diario barcelonés 
  "Solidaridad Nacional" una sección diaria donde informaba de 
  la vida cultural de la ciudad, y que leída hoy constituye un impagable 
  documento de la vida cotidiana de posguerra. Muchos intelectuales vencidos en 
  la guerra estaban en el exilio, la clandestinidad o el ostracismo. Pero para 
  los aficionados a la cultura no disconformes con el franquismo, era aquél 
  un mundo de tertulias, banquetes de homenaje y conciertos en domicilios privados. 
  "La Vanguardia" ha rescatado la colección de artículos 
  y la ha repasado con el propio Monreal.
  En su habitual sección "Tertulia en la Rambla" del 30 de septiembre 
  de 1945 el articulista Laercio describía el banquete de homenaje a Eugenio 
  d'Ors en un restaurante de la Barceloneta. El Maestro cumplía sesenta 
  y tres años y para celebrarlo congregó a sus fieles. El escritor 
  Ignacio Agustí, director de "Destino" 
  y una de las figuras literarias más relevantes del momento tras el éxito 
  de su novela Mariona Rebull, soltó su consabido discurso , al 
  que siguieron los de otros oradores. Se cenó "muy bien" y al 
  final salió el pastel con las velas simbólicas, "en número 
  bastante menor que la cifra conmemorada". Por ultimo lanzó el Maestro 
  su discurso de gratitud, "pieza magistral de gracia inteligente (...) porque 
  tal vez lo mejor de don Eugenio es la conversación. Su agilidad le permitió 
  mezclar, en sus palabras, una cita del texto de la Passió de Olesa con 
  un cuentecillo viejo de tono picante". Tres meses más tarde, el 
  30 de diciembre de 1945, el cronista registra otra cena, ahora de despedida. 
  El escritor y crítico de "La Vanguardia" Juan Ramón 
  Masoliver se marcha a Roma "en una nueva misión periodística". 
  Los amigos le despiden en el Siete Puertas. De nuevo abre el fuego Agustí, 
  "siempre reposado en el hablar y sentimental en el decir", al que 
  sigue el profesor y ensayista Guillermo Díaz-Plaja, "quien hizo 
  historia de su amistad juvenil con Juan Ramón y de su desconocimiento 
  actual del personaje, pues lleva catorce años intentando, sin conseguirlo, 
  hablar unos momentos con él". En cambio Díaz-Plaja da alguna 
  noticia sobre el personaje, como haber sido en su juventud el introductor del 
  pantalón de golf en España. Por su parte, el homenajeado, con 
  sus párrafos "cortos e incompletos, por atropellados, dijo que esta 
  cena era la expresión de la alegría de todos los circunstantes 
  porque se marcha, porque lo van a perder de vista. Y que él también 
  estaba muy contento por la misma razón", reseñaba Laercio. 
  Laercio era Luis Monreal y Tejada, historiador y crítico de arte, quien 
  había tomado el nombre del biógrafo de los grandes filósofos 
  griegos y tenía en la sección uno de sus más entretenidos 
  pluriempleos.De origen aragonés, Monreal había colaborado en su 
  juventud con el Sindicato Agrario inspirado por la CEDA e hizo la guerra en 
  el bando franquista, con el que entró en Barcelona como comisario de 
  zona del Patrimonio Artístico Nacional. Casado con Montserrat Agustí 
  -la hermana de Ignacio-, se había 
  quedado en Barcelona. "Pero como el cargo no me daba para vivir, hacía 
  mil cosas: clases en Bellas Artes y en la Escuela de Bibliotecarias, comentarios 
  de actualidad en Radio Nacional...", rememora el escritor. Y también 
  fue a "Solidaridad Nacional", diario que dirigía su buen amigo 
  el autor falangista Luys Santamarina, quien tenía allí como redactor 
  jefe al veterano periodista Álvarez Solís, a cuyas ordenes ya 
  había trabajado Monreal en el "Noticiero" de Zaragoza... "Yo 
  conocía a Santamarina de la tertulia de los sabios, reunión 
  que se celebraba todos los sábados después de cenar y se diferenciaba 
  de las habituales porque los participantes iban con sus mujeres... Allí 
  estaban también Martín de Riquer, Xavier de Salas -que llegaría 
  a ser director del Museo del Prado-, Dionisio Ridruejo, Masoliver, Ricardo Fernández 
  de la Reguera y Susana March... Pero fue Álvarez Solís quien me 
  propuso hacer la critica de arte y música en la Soli y además 
  la sección diaria. Por entonces se decía que en la Soli 
  teníamos la mejor redacción de Barcelona y el peor periódico; 
  tiraba muy poco. Era de Falange, pero casi nadie se debía de enterar", 
  explica Monreal Entre 1945 y 1947, Laercio recogió en su "Tertulia 
  en la Rambla", con agilidad y humor, el pálpito de la cultura autorizada 
  -aunque no siempre oficial- del momento. Algunos nombres se repetían 
  a menudo; había un círculo de intelectuales catalanes de la victoria, 
  del que el firmante formaba parte. Monreal se movía a sus anchas por 
  la ciudad. "Me desplazaba a pie, en metro y a veces tomaba un tranvía 
  hasta Consejo de Ciento con Villarroel, donde estaba la redacción. Después 
  de cenar iba a un concierto, volvía a la Soli, escribía 
  la crítica y me iba a las dos de la mañana a casa. Yo soy muy 
  rápido, a veces escribía durante el concierto mismo." Con 
  el tiempo la sección fue dibujando sus temas dominantes. 
  
LITERATURA 
  
En la novela 
  de Gironella Un hombre aparece un fotógrafo ambulante inspirado 
  en un tal Ricardo Pla, figura de la vida real que no sólo imprimió 
  unas tarjetas presentándose como "personaje" del libro y ofreciendo 
  "sus geniales ideas a escritores y artistas", sino que también 
  reclamó al escritor de Darnius mil pesetas por su parte en los derechos 
  de autor. La historia la cuenta Laercio el 8 de febrero de 1947 a propósito 
  -cómo no- de una cena literaria ofrecida al escritor con motivo de su 
  premio Nadal. Unos pocos meses antes, Monreal recoge una velada de Luys Santamarina, 
  Rafael Sánchez Mazas y el pintor Pedro Pruna, tomando copas en El Abrevadero 
  hasta las 3 de la mañana para preparar la Feria Nacional del Libro en 
  Barcelona. Y en otro momento el cronista lamenta que "El silencioso" 
  (Julio Trenas) haya puesto punto final a su columna en "La Estafeta Literaria" 
  -donde trataba irónicamente el mundillo de las letras madrileñas-, 
  por las protestas de los aludidos. 
  
MÚSICA 
  
  
El 2 de octubre 
  de 1946 Laercio comenta las reformas en el Palacio de la Música, que 
  han incorporado un sistema de calefacción y refrigeración. Con 
  ello desaparecen "los famosos radiadores de gas que eran una mofa al espectador 
  aterido", lo que permitirá ahora "disfrutar de la música 
  de Beethoven sin abrigo, bufanda ni guantes" en el "inhóspito 
  edificio que levantó Domènech y Montaner como un monumento al 
  modernismo, con su incomodidad fundamental y sus inútiles excesos ornamentales". 
  Respecto al Liceo, en enero de 1947 Laercio informa de que la temporada "está 
  despertando inusitado apasionamiento". Propietarios, abonados y críticos 
  se han mostrado sonoramente disconformes con la reposición de viejas 
  óperas ("Mefistofele", "Gioconda" y "Sonambula") 
  y con un homenaje a Falla que "se consideró pobre e insuficiente". 
  En otro articulo dedicado a la claque del gran teatro, Laercio recomienda a 
  sus miembros que no fuercen el aplauso. En una actuación de Hipólito 
  Lázaro el año anterior el tenor no estuvo muy brillante, y la 
  cosa, advierte, "hubiera pasado inadvertida con unos aplausos discretos 
  si la claque no se hubiera empeñado en mantener la ovación de 
  un modo desproporcionado. A ella contestaron los siseos y hasta los pataleos, 
  se entabló un verdadero pugilato y la víctima fue el tenor". 
  La actividad privada es importante: Laercio registra un concierto en casa de 
  doña América de Coma-Cazes, quien tutela la tertulia musical "mas 
  importante de Barcelona". Allí encuentra a Alicia de Larrocha y 
  Rosa Sabater, al escultor Clará y el maestro Toldrá escuchando 
  a los concertistas Bocquet, Segú y Stegmann interpretar obras de Purcell, 
  Händel y Bach. También relata Laercio un "primer jueves de 
  la temporada" en el estudio de la bailarina rusa Natalia Mirskaya, que 
  reúne semanalmente a un grupo de amigos "con el pretexto de la música, 
  la danza o simple conversación". Naturalmente hay baile de la anfitriona. 
  
  
DE CONVERSACIÓN 
  
  
Se pasaban el 
  día hablando, o al menos eso parece. Las tertulias fueron un elemento 
  fundamental de la vida cultural del momento. El 18 de marzo de 1947 Laercio 
  da fe de un encuentro celebrado "en el domicilio privado de los señores 
  Bas (don Camilo) (en la que) habla don José Gudiol sobre el coleccionismo 
  en Norteamérica. El mismo día informa de que la tertulia de doña 
  América Cazes de Coma "dejó por una vez su carácter 
  filarmónico para escuchar al doctor Luis Pericot la narración 
  de su viaje arqueológico al Africa oriental". "El doctor Sarró, 
  psiquiatra famoso", reúne en su casa a conferenciantes. El abogado 
  y catedrático Octavio Pérez Vitoria "por una noche abandonó 
  el derecho penal" y trató de los sueños proféticos, 
  haciendo una exposición clara y ordenada "de los fenómenos 
  que comunican o anticipan acontecimientos". Una noche cualquiera, en casa 
  del matrimonio angloespañol Mac Crory, la señora de la casa canta, 
  acompañada al piano por Pedro Vallribera; y el propio Monreal, cronista 
  que habla de sí mismo en tercera persona, diserta sobre el amor. Luego 
  toca al piano María Vilardell, "concertista joven y magnífica". 
  En una "elegante mansión barcelonesa" celebran una parodia 
  de "Tosca" en la que de nuevo Monreal interviene, y Mary Sampere, 
  "una de las mujeres con más gracia caricaturesca que he visto jamás, 
  imita de modo genial a Celia Gámez, a Raquel Meller, a Mercedes Plantada, 
  a las vocalistas de aquí y de América, y no sé a cuántas 
  artistas más". Es el mes de abril de 1946. Las cenas de la "colla" 
  eran interesantes, y la pintora Olga Sacharoff las inmortalizó en dos 
  de sus mejores cuadros. Artistas como José y Gabriel Amat, Puigdengolas, 
  Vila Arrufat, Rafael Benet, Llimona, José Mompou; el editor Juan Seix, 
  el escritor Millás Raurell... Se reunían el primer sábado 
  de cada mes en un restaurante popular. Al igual que la "tertulia de los 
  sabios", la de "la colla" duró bastantes años, 
  "hasta que la gente empezó a salir de fin de semana y allí 
  se acabaron; estas tertulias las disolvió el Seat 600", explica 
  actualmente Monreal. 
  
ASOCIACIONES 
  
  
A Laercio, hombre 
  sociable, la vida asociativa le encantaba. En una "Tertulia" cuenta 
  que "nuestro camarada Cristóbal Botella" -redactor deportivo 
  de la "Soli"- solicita su ingreso en la asociación del Arca 
  de Noé mediante una carta a su presidente, Joaquín Ciervo, y lo 
  hace en verso; como no tiene apellido de animal, pide que le llamen "elefante" 
  por su afición a la trompa. La Asociación de Bibliófilos 
  y la de Amigos de los Museos, a las que el cronista pertenece, aparecen a menudo. 
  El escultor Federico Marés enseña su futuro museo a los miembros 
  de ambas. Laercio cita a "las damas" visitantes: marquesa de la Mesa 
  de Asta, condesa de Lacambra, Esperanza Albert o Lina Martorell. 
  
ALEGRÍAS 
  GASTRONÓMICAS 
  
Howard Dorchy, 
  "hasta ahora vicecónsul encargado de prensa de la Gran Bretaña 
  en Barcelona" regresa a Londres para ocupar un puesto en el Foreign Office. 
  Cena de despedida en casa de María Rosa Urraca Pastor. Otra noche Laercio 
  y sus amigos van hasta el hostal Gatell de Cambrils, guiados por "uno de 
  los más prudentes varones de Tarragona: el doctor Gramunt, notario, bibliófilo, 
  hombre famoso". Allí comen una trascendental bullabesa. 
  
ARTE 
  
En el artículo 
  "Un sábado de exposiciones", Laercio lleva al lector a la exposición 
  del pintor Santasusagna en la Pinacoteca, donde encuentra nada menos que al 
  capitán general de Cataluña, general Solchaga, "que, vestido 
  de paisano y procurando pasar inadvertido, recorre muchas veces las exposiciones 
  de arte, por las que siente gran afición". El veterano escritor 
  y crítico José Maria Junoy muestra en el Círculo Artístico 
  los retratos que le han hecho Bagaría, Javier Vilató, Pruna, Olga 
  Sacharoff -quien lo capta "en su casa isabelina del Puchet"- o Ricart 
  -que le retrata junto a Chesterton-. En el acto de inauguración lee extractos 
  de sus memorias. Exposición de Fernando Álvarez de Sotomayor en 
  el palacio Dalmases de la calle Moncada, propiedad del marqués de Vilallonga 
  y cuya planta noble se reabre tras años de abandono. Reacción: 
  "Los barceloneses se han enterado de que la calle Moncada es una maravilla 
  y de que está hecha una porquería". Visita al estudio de 
  Eliseo Meifrén, que se conserva "tal como lo dejó el insigne 
  pintor", acompañando a la condesa de Lacambra, a quien flanquean 
  la actriz Marta Santaolalla -que recita poesías de Santos Chocano y Juana 
  de Ibar- buru- y la cantante Anita Reull, que da un breve concierto allí 
  mismo. Banquete multitudinario al pintor Planas Doria, en el restaurante de 
  la estación de Francia, a cargo de sus compañeros de la Asociación 
  de Acuarelistas y de los amigos de su ciudad natal, Sabadell. 
  
CIUDAD 
  
El 25 de enero 
  de 1947 Laercio comenta una gran exposición municipal "que comprende 
  las adquisiciones y principales restauraciones realizadas por los organismos 
  municipales desde la Liberación": unos tapices del siglo XVII adquiridos 
  en Zaragoza, pintura gótica, un órgano portátil procedente 
  del monasterio de Fitero, "restos de las pinturas de Sert en la catedral 
  de Vich"... Pero no sólo de piedras vive el hombre. Aunque de cuando 
  en cuando deja Barcelona -y su sección pasa a llamarse "Correrías 
  del duende"-, Laercio es un urbanícola nato. Así, canta las 
  delicias de la taberna conocida como Rancho Grande, "la más amplia 
  y de mayor carácter entre todas las de Barcelona". Ubicada en la 
  calle de Ataúlfo, es una enorme estancia con las paredes rodeadas de 
  ventrudos toneles, "mientras de los arcos rebajados y de las vigas que 
  forman la techumbre penden hileras de barrilillos". Y otro día se 
  lleva a sus hijos al Fomento de las Artes Decorativas, a ver las marionetas 
  de Harry Tozer. 
  
CENSURA Y REPRESIÓN 
  
  
"En 1947 dejé la sección y mis otras ocupaciones porque monté un negocio, una oficina técnica de valoración, catalogación y venta de arte. Fracasó y me vi en la cuneta haciendo trabajos de representación para Heraclio Fournier", cuenta Luis Monreal, hoy un activo nonagenario que sigue dando conferencias (y padre del homónimo ex director de la Fundació La Caixa). Distintos estudios sobre el clima cultural de posguerra, como el de Joan Samsó (Publicacions de l'Abadia de Montserrat), han puesto de manifiesto lo sofocante del ambiente de la época, con la prohibición de la lengua catalana en el ámbito público y la persecución de cuanto sonara a izquierdismo. Monreal tiene otra visión del tema. "¿Años de penitencia, presos políticos? No tengo la menor idea -manifiesta-. En toda mi vida no he mandado detener más que a un traficante de obras de arte. ¿Dominio de los vencedores? Aquel fue un momento de vida cultural animada. La oposición la formaban cuatro gatos y la mayoría estaba con Franco; los plebiscitos eran sinceros, claro que se había ido gente del país... Si se supiera el numero de catalanes que en la guerra se pasaron a la zona nacional..." Más que con "Temps de silenci", su visión sintoniza con la novela de Mendoza "Una comedia ligera". "Aquella fue una época feliz en la que yo trabajaba muy a gusto. ¿Hambre? No. Hubo tarjetas de racionamiento un tiempo. ¿Miseria? La normal. ¿Represión? Hombre, había Policía Armada, pero yo no la viví. Claro que yo siempre he sido de este bando (el franquista), pero sinceramente, conmigo no se metía nadie."
[index] [obres en català][obres en castellà][obres autors estrangers][links][articles][correu]