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Font:
PRESTON, Paul: Las tres Españas
del 36. (1998).Barcelona: Plaza & Janés. 65-98 pp.
José Millán
Astray y Terreros fue, quizá, la persona que más
influencia ejerció en la formación moral e ideológica
de Francisco Franco. Santificado en vida con el apodo
«el glorioso mutilado», su contribución al ideario
violento de la extrema derecha española fue única,
gracias a la creación del Tercio de Extranjeros. En él
institucionalizó y evangelizó los valores brutales y
embrutecedores con que Franco libró y ganó la guerra
civil española. Contribuyó al auge de la fama de Franco
nombrándole su segundo jefe y comandante de campo de una
fuerza pronto celebrada por su eficacia y su valentía.
Millán intervino también en el nombramiento del futuro
Caudillo como director de la Academia Militar General de
Zaragoza, y sin duda sus puntos de vista prevalecieron en
el tipo de educación militar que Franco inculcó en
dicha institución. Durante la guerra civil creó y
divulgó incansablemente la imagen de Franco como
salvador invencible. Más concretamente, su
participación fue de vital importancia en las
maquinaciones de la última semana de septiembre mediante
las cuales Franco ascendió al puesto de jefe del Estado.
Todo esto explica en parte el hecho curioso de que
Millán fue el único personaje relevante que tuvo a
Franco bajo sus órdenes y con el que, a pesar de ello,
el Caudillo sostuvo relaciones cordiales; todo lo
contrario que son los generales Sanjurjo y Cabanellas,
superiores de Franco en Marruecos, o de José María
Gil-Robles, dirigente de la católica y autoritaria CEDA
y ministro de la Guerra en 1935, quienes posteriormente
fueron blanco del resentimiento de Franco (1).Las contradicciones en la personalidad de
Millán se evidencian en que el intrépido fundador de la
Legión consiguió conservar la buena voluntad del
Caudillo porque dejó perfectamente claro que se
contentaba con dedicarse a exagerar una y otra vez, y del
modo más servil, la posición de Franco.
Millán Astray nació en La Coruña el 5 de julio de
1879, hijo de José Millán Astray y Pilar Terreros
Segade. Su padre era abogado, funcionario y aspirante a
escritor. Pese a que deseaba ser soldado, su padre lo
obligó a estudiar derecho. Era un hombre bondadoso que
alentó al joven José a leer, tanto que éste devoraba
los relatos de aventuras (2). El
hecho de que cuando tuvo edad sufieiente para hacerlo,
decidiese conservar el apellido materno de su padre,
Astray,con sus connotaciones estelares, en lugar del de
su madre, Terreros, evocador de lo bajo y terrenal,
sugiere una ambición ardiente. Esto, aunado al hecho de
que eligió una carrera militar, indica hasta qué punto
se identificaba con su padre. El 30 de agosto de 1894
ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, donde
cursó un programa abreviado que estudió
frenéticamente, de lo que se graduó como teniente
segundo a finales de febrero de 1896, a los dieciséis
años. Sirvió seis meses en un regimiento de infantería
destacado en Madrid, donde resaltaba su obsesión por la
limpieza de su uniforme y el de sus hombres. Las
hebillas, los cinturones y las bayonetas debían relucir.
El 1 de septiembre de 1896 entró en la Escuela Superior
de Guerra a fin de prepararse para el tan preciado
diploma del Estado Mayor.
No obstante, al cabo de dos meses se presentó voluntario
para participar activamente en la represión de la
rebelión nacionalista que había estallado en Filipinas,
adonde llegó el 3 de noviembre de 1896. Como ocurriría
a lo largo de su carrera, no tardó en acumular
importantes condecoraciones por su valor. Pasado un mes,
a los diecisiete años, su defensa del pueblo de San
Rafael, con treinta hombres contra dos mil rebeldes, lo
convirtió en héroe nacional, y le valió la Cruz de
María Cristina en Filipinas, seguida, un mes más tarde,
por la Cruz Roja al Mérito Militar y, poco después, por
la Cruz Primera Clase al Mérito Militar (3).Se ha especulado acerca de que su obsesión
por la limpieza e incluso su valor constituían un
esfuerzo por borrar la mancha al honor familiar de que
era responsable su padre. Éste había sido director de
la cárcel Modelo de Madrid, y por un precio permitía a
los presos salir durante breves períodos. En una de
estas salidas un recluso se vio implicado en notorio
asesinato que llevó al enjuiciamiento de Millán Astray
padre(4).Ciertamente, los actos de valor y
heroísmo, el afán por correr riesgos y el culto a la
violencia y la muerte podrían haber formado parte de un
esfuerzo por tapar el comportamiento nada heroico de un
padre que había actuado de modo poco honrado en su busca
de una existencia cómoda.
En junio de 1897 convertido en un héroe tres veces
condecorado, regresó a la Escuela Superior de Guerra,
donde permaneció un año y medio. Posteriormente fue
destinado a varios regimientos de infantería en la
Península. En enero de 1905 obtuvo el rango de capitán.
El 2 de marzo de 1906 se casó con Elvira Gutiérrez de
la Torre, hija del general Gutiérrez Cámara. En cuanto
terminó la celebración de la boda, su esposa le
informó tímidamente de que había jurado castidad de
por vida. Quizá resulte indicativo de sus tendencias
autoeróticas el que Millán no aprovechara la
oportunidad para anular la unión, sino que decidió
tener con Elvirita, como la llamaba, una relación
"fraternal". Ella, por su parte, se arrogó el
papel de criada del gran hombre, a quien cuidó con
devoción hasta su muerte (5).
Acabada la «luna de miel», regresó a la Escuela
Superior de Guerra, donde estudió allí tres años más.
En el verano de 1910 fue invitado a formar parte del
Estado Mayor de la Academia de Infantería de Toledo,
donde dictaba cursos de historia militar, geografía y
táctica. Su servicio en la guerra, su preparación
técnica y su matrimonio le habían proporcionado un
currículum a tener en cuenta. Se trataba de alguien con
un futuro brillante, que podía convertirse en oficial
del Estado Mayor. Sin embargo, cuando lo invitaron
formalmente a hacerlo se negó, alegando que deseaba
luchar en África. Sediento de aventuras y convencido de
que con el lento ritmo de vida de España no se cubriría
de gloria ni obtendría los rápidos ascensos que
ambicionaba, solicitó que lo trasladaran a África.
Finalmente, en agosto de 1912 fue enviado a servir en los
recientemente creados Regulares Indígenas.(6)
A partir de 1913 Millán se hizo con una reputación de
oficial valiente y decidido. Fue entonces cuando inició
la costumbre de motivar a sus hombres con ardientes
arengas antes de entrar en acción. Su mención en los
partes y las medallas por su valentía se convirtieron en
acontecimientos frecuentes, hasta que en julio de 1914
fue ascendido a comandante "por méritos de
guerra". Continuó en África tres años más,
durante los cuales consolidó su fama de valiente y
triunfador, hasta que en abril de 1917 fue destinado a
Madrid (7). En 1918 empezó a exponer la idea
de que España precisaba una fuerza mercenaria para
evitar que la opinión pública pusiera fin a sus
aventuras en África: "Si son españoles los que se
alistan en el cuerpo que ha de constituirse, lo harán
con gusto; si son extranjeros los que acuden, servirán
doblemente, ya que se dispone de un soldado y se ahorra
un español"(8). Uno de los primeros en apoyar la
idea fue el comandante Francisco Franco Bahamonde, a
quien conoció en noviembre de 1918 en un curso de
puntería para comandantes en Valdemoro, provincia de
Madrid.(9)
Millán Astray, un oficial lo bastante distinguido como
para que se le tomara en serio, consiguió que el
ministro de la Guerra, general Antonio Tovar Marcoleta,
lo recibiera en audiencia y persuadir de lo conveniente
de su idea. En septiembre de 1919 decidieron enviarlo
tres semanas a estudiar en la Legión Extranjera de
Francia, en Argelia. Sin embargo, primero se presentó
ante el alto comisario español en Marruecos, el general
Dámaso Berenguer, para que le diera sus instrucciones.
Llegó justo cuando iban a lanzar un importante asalto
contra El Raisuni, y aprovechando la oportunidad pidió
permiso para participar en él. Lo destinaron al Estado
Mayor. Sirvió en la columna del coronel José Sanjurjo
hasta que partió para Argelia a principios de octubre.
Allí visitó el cuartel general de la Legión Extranjera
francesa en Sidi-Bel-Abbés, así como un regimiento en
Tremecen. Lo que más le impresionó fue el sistema de
compensaciones suntuosas y castigos salvajes(10). Entretanto, su persuasivo cabildeo en
Madrid había dado fruto, y por real decreto del 28 de
enero de 1920, Millán, ascendido a teniente coronel tres
semanas antes, fue nombrado jefe de la Legión Extranjera
o Tercio de Extranjeros, como se la llamó. («Tercio»
es el nombre que se daba en el siglo XVI a los
regimientos del Ejército de Flandes, compuestos de tres
grupos, el de piqueros, el de ballesteros y el de
arcabuceros.) Al ser formalnlente constituida el 31 de
agosto de 1920, se pretendía que la Legión fuese
compuesta por tres batallones, llamados «banderas». A
Millán le disgustaba el término «tercio» e insistió
siempre en llamar a esta fuerza «la Legión».
Pidió a Franco que fuera su segundo jefe, y éste, tras
dudar un poco, aceptó. Casi sin ayuda, Millán montó
oficinas de reclutamiento en Madrid, Zaragoza, Barcelona
y Valencia. A fuerza de decisióne improvisación,
estableció un cuartel en Ceuta y equipó a los nuevos
reclutas. Para compensar la desmoralización debida a la
escasa financiación, pronunciaba discursos encendidos (11). Cuando el 10 de octubre de 1920, bajo el
mando de Franco, llegaron a Ceuta los primeros reclutas
de la «primera bandera», una abigarrada colección de
inadaptados y asesinos, algunos duros, otros
despreciables, Millán los saludó con un mensaje
resuelto: "Os habéis levantado, de entre los
muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais
muertos, que vuestras vidas estaban terminadas. Habéis
venido aquí a vivir una nueva vida por la cual tenéis
que pagar con la muerte. Habéis venido aquí a
morir."(12)Y acabó con un " ¡Viva la
muerte !". Diríase que sabía, por instinto, el
modo de sacar a relucir lo mejor de esa mezcolanza de
bandidos, forajidos y descontentos que se había
presentado y que comprendía desde criminales fugitivos
hasta veteranos de la Guerra Europea incapaces de
adaptarse a la existencia en tiempos de paz, pasando por
anarco-sindicalistas, que huían de la represión en
Barcelona. Les ofreció un nexo social, una suerte de
calor y compañerismo humanos. A cambio, exigió
obediencia ciega y plena disposición a morir.
Transmitió a Franco su romántica idea de que, mediante
el sacrificio, la disciplina, el sufrimiento, la
violencia y la muerte, la Legión ofrecería redención a
los parias que tenía por reclutas; esta idea figura
repetidamente en el Diario de una bandera de
Franco durante los dos primeros años que siguieron a la
creación de la Legión, una extraña mezla de
romanticismo sensiblero digno de un relato de aventuras y
fría insensibilidad frente a la bestialidad humana.
Juntos, Millán y Franco elaboraron una rutina brutal que
convertía a los reclutas en autómatas capaces de
obedecer las órdenes sin cuestionarlas. De hecho, para
Millán lo irracional fue siempre más importante que lo
racional. El himno de la Legión - <<desde que has
pasado el Estrecho ya no tienes ni madre, ni novia, ni
familia; desde hoy todo esto lo será la Legión»-, era
"la marcha nupcial del soldado cuando va a
desposarse con la muerte» y los legionarios eran
"los novios de la muerte" (13).
La obsesión de Millán con la muerte se refleja en el Credo
del Legionario , según el cual, "el morir en
el combate es el mayor honor. No se muere más que una
vez. La muerte llega sin dolor y él no es tan terrible
como parece. Lo más horrible es vivir siendo un
cobarde".(14) En él se dejaba ver su interés
por la literatura referente a los samurais y su creencia
de que sólo mediante la muerte es posible redimir los
pecados de una vida. Millán reclutó a hombres para la
Legión con la idea fundamental de que no existía pecado
que no pudiera limpiarse con la muerte. En esto, su
biblia era un libro publicado en 1895 por un japonés,
Inazo Nitobé: Bushido: el alma de Japón. Se
supone que la traducción al castellano, a partir de la
versión en inglés del propio Nitobé, era del propio
Millán, si bien nada indica que supiese inglés o
japonés (15).Tampoco existen pruebas de que los
sádicos borrachos de la Legión siguieran el austero
código bushido de Japón. No obstante, la idea
sirvió para otorgar dignidad a una unidad cuyos soldados
rasos eran tratados como carne de cañón fácilmente
sustituible. Juntos, Millán Astray y Franco imbuyeron a
la Legión de implacable salvajismo, así como de
camaradería y de un exclusivismo simbolizado por la idea
de que cualquier legionario acudiría siempre a ayudar a
un compañero al grito de «¡A mí la Legión!», ya
fuera en plena batalla, ya en una refriega en un bar.
Millán era un comandante afable que solía invitar a sus
oficiales a beber con él y tenía debilidad por contar
chistes.(16)
El escritor socialista Arturo Barea, que sirvió en el
Ejército marroquí en los años veinte, se dio cuenta de
que la histeria de masas generada por el histrionismo del
jefe de la Legión iba en detrimento de su capacidad
crítica. "Millán rugía, sollozaba y gritaba;
escupía a la cara de estos hombres toda su miseria, su
vergüenza, su suciedad, sus crímenes, y luego los
arrastraba, en una furia fanática, hacia la
caballerosidad, a renunciar a toda esperanza salvo la de
una muerte que borrara las manchas de su cobardía con el
esplendor del heroísmo."(17)Esta
retórica ocultaba múltiples pecados. Los psicópatas,
los borrachos y los parias eran tratados brutalmente, a
cambio de lo cual se les permitía dar rienda suelta a su
sed de sangre.
Cuando atacaba, el Tercio no reconocía límites a su
venganza. Cuando abandonaba un pueblo, no quedaba más
que incendios y los cadáveres de hombres, mujeres y
niños.Así, fui testigo ocular de la destrucción total
de los pueblos del Beni Arós en la primavera de
1921.Cuando se asesinaba a un legionario en una marcha
solitaria por el campo, se degollaban a todos los hombres
de los pueblos vecinos, a no ser que se presentase el
asesino.(18)
Pese a la feroz disciplina impuesta en otros aspectos,
Millán y Franco no ponían límites a las atrocidades
cometidas en las aldeas moras; los legionarios
decapitaban a los prisioneros y exhibían sus cabezas
cortadas; a la duquesa de la Victoria, filántropa que
organizó a un grupo de enfermeras, le dieron la
bienvenida con un cesto de rosas en medio del cual había
dos cabezas moras. Cuando el dictador Primo de Rivera fue
a Marruecos en 1926, se quedó horrorizado al ver que un
batallón de la Legión aguardaba la inspección con
cabezas moras clavadas en las
bayonetas.(19)
Millán y Franco se deleitaban con la terrible
reputación de sus hombres y se enorgullecían de su
brutalidad. La notoriedad de la Legión constituía un
poderoso instrumento de represión colonial. Así, Franco
aprendió importantes lecciones en cuanto a la función
ejemplarizadora del terror. Tanto con la Legión en
África como durante la guerra civil, permitió y alentó
el asesinato y la mutilación de prisioneros. Los años
que convivió con el inhumano salvajismo de la Legión de
Millán contribuyeron a una deshumanización que le
serviría posteriormente como fuente de valor y
fortaleza.(20) En octubre de 1934, por ejemplo,
cuando se le encargó que supervisara la represión de la
insurrección izquierdista en Asturias, envió a la
Legión. «Esta guerra es una guerra de fronteras
-comentó a un periodista-, y los frentes son el
socialismo, el comunismo y todas cuantas formas atacan la
civilización para reemplazarla por la barbarie.»(21). Sentía por los obreros de izquierdas el
mismo desdén racial que por los miembros de las tribus
del Rif. El terror que desató en Asturias, lo repetiría
en el sur de España en 1936. El avance del ejército de
África hacia Madrid provocaba un pavor paralizador. Una
vez que las columnas africanas tomaban las ciudades y las
aldeas, llevaban a cabo una matanza de prisioneros y
violaban a las mujeres(22). La intimidación y el uso del
terror, descritos con el eufemismo de «castigo»,
constituían una táctica deliberada y explícita. Franco
se apoyaba en el legado de Millán.
En 1921, Arturo Barea fue testigo de una extraordinaria
escena que revelaba tanto la personalidad violenta de
Millán como el estilo de vida de la Legión. Al
inspeccionar a las tropas, Millán
se detuvo frente a un mulato de labios gruesos, de
inmensos ojos amarillentos de bilis, estriados de sangre.
-¿De dónde vienes tú, muchacho? -preguntó.
- ¿Y a usted qué diablos le importa? -contestó brutal
el hombre.
Millán Astray quedó rígido, mirándole a los ojos.
-Tú crees que eres muy bravo, ¿no? Mira, aquí, el jefe
soy yo. Cuando uno como tú me habla, se cuadra y dice:
"A sus órdenes, mi teniente coronel.No quiero decir
de dónde vengo.".Y está bien. Tú tienes perfecto
derecho a no mentar tu país, pero no tienes derecho a
hablarme como si yo fuera un igual tuyo.
-¿y qué tienes tú, más que yo? -escupió el hombre,
con labios húmedos de baba y rojos como sexo de perra en
celo.
Hay veces que los hombres pueden rugir. A veces pueden
saltar como si sus músculos fueran de caucho y sus
huesos varillas de acero.
-¿Yo?.. -rugió el comandante- yo soy más que tú,
mucho más hombre que tú! -Saltó sobre el otro y le
cogió por el cuello de la camisa. Le levantó del suelo,
le lanzó en el centro del círculo y que abofeteó
horriblemente con ambas manos. Fue cosa de dos o tres
segundos. Se golpearon uno a otro como los hombres de las
selvas debieron hacerlo antes de que fuera fabricada la
primera hacha. El mulato quedó en el suelo casi sin
conocimiento, chorreando sangre.
Millán Astray, más rígido, más horrorífico que
nunca, epiléptico, en una locura homicida, aulló
-¡Firmes!
Los ochocientos legionarios y yo respondimos como
autómatas. El mulato se levantó, arañando la tierra
con las manos y las rodillas. La nariz chorreaba sangre
mezclada con polvo como la de un muchacho sucio chorrea
mocos. El labio reventado era más grueso que nunca;
deforme. Juntó los talones y saludó. Millán Astray le
golpeó las espaldas macizas.
-Mañana necesito los valientes a mi lado. Supongo que te
veré cerca de mí.
-A sus órdenes, mi teniente coronel. -Los ojos más
sangrientos que nunca, más amarillentos de ictericia,
flameaban fanáticos.(23)
Según Barea, Millán "a menudo anunciaba por
adelantado su propio desafío a la muerte, gritando y
agitando los brazos". (24)
En un devastador informe acerca del comportamiento de los
oficiales del ejército moro, redactado tras el famoso
desastre de Anual, el coronel Domingo Batet escribió que
el tan alabado valor de los oficiales de los Regulares y
del Tercio se inspiraba en el alcohol, la cocaína y la
morfina, y su principal característica eran la jactancia
y la pretensión. Más concretamente, habló del
«teatral y payaso Millán Astray, que tiembla cuando oye
el silbido de las balas y rehuye su puesto».(25)Podría decirse que Millán, a diferencia de
Franco, que no conocía el miedo, era un hombre corriente
que participaría en una batalla por temor y que, pese a
sufrir mucho como consecuencia, se sobreponía al terror
y se enfrentaba al peligro. Sintiera lo que sintiese,
gracias a sus hazañas se convirtió en un favorito del
rey Alfonso XIII, que le nombró gentilhombre de cámara
el 18 de septiembre de 1921(26).Cuando
el rey le invitó a una fiesta en uno de los palacios
reales, le informó de que no disponía de traje de gala.
Como respuesta, Alfonso XIII le envió uno de los suyos.
Cuando se lo devolvió, Millán pidió permiso para
guardarse la camisa; a partir de entonces siempre se la
ponía para las batallas y, una vez acabadas, enviaba un
telegrama a palacio con la noticia (27). La
intercesión del rey a su favor provocó tensiones con
Niceto Alcalá Zamora, a la sazón ministro de la Guerra.
(28)
A principios de su carrera Millán fue valiente,
irresponsablemente valiente, y, sin embargo, en su
valentía tal vez hubiese algo calculado. En todo caso,
desde el momento en que fundó la Legión su
comportamiento se caracterizó más bien por los excesos
histriónicos. En una ocasión, en 1922, fue al hospital
militar en Tetuán. Según un testigo presencial, Ernesto
Giménez Caballero, que posteriormente sería el fundador
del movimiento surrealista español, entró
como una tromba en la sala de cirugía: «¡ A ver
mis legionarios! ¡Dónde están mis chacales! ¡Soy
vuestro jefe! ¡Legionarios, viva España, viva el Rey,
viva la Legión!» Los chacales fueron apareciendo unos
en camisa, otros vendados, otros se incorporaban en su
cama. "¿Tú qué tienes, hijo mío?"
"¡Un balazo aquí." "¡Un balazo! ¿y
tú, muchacho?" "Pues aquí en la cabeza otro
balazo." "¡Otro balazo! ¿y tú, hijo?"
"Yo tengo dos." "dos balazos" Todos
invariablemente le pedían de comer, el ayudante
apuntaba: gallinas, jamón, botellas de vino. Mientras
recorría a los heridos su brazo de un cabestrillo que
tenía colgado al cuello. «¡Esta neuritis!», musitaba
al atravesar la sala. Es de suponer que nada más se supo
de los manjares prometidos. (29)
La temeridad de Millán en el campo de batalla hizo
estragos en su persona. Dadas sus heridas, lo describían
como el general "recompuesto de garfios, maderas,
cuerdas y vidrios".(30)Tenía
una enorme cicatriz en el pecho, reliquia de una herida
recibida el 17 de septiembre de 1921; hablaba de
tácticas con el comandante Francisco Franco y el primo
de éste, el capitán Francisco Franco Salgado-Araujo, y
observaba con binoculares las posesiones enemigas cerca
de Nador, cuando una bala de un francotirador le hirió.
Cayó al suelo, gritando, "¡Me han matado! ¡Me han
matado!" y, a continuación, «¡ Viva España!
¡Viva el rey! Viva la Legión!"(31).En palabras suyas, su jefe «tuvo el honor
de ser tocado por una bala enemiga, en el pecho y la
honra de ser los brazos fuertes y fornidos de Franco
quien, junto con el capitán también llamado Francisco
Franco, lo recogiesen con fraternal cariño" (32). Pese a que no se había curado de la
herida, al cabo de tres semanas volvió a la acción. El
10 de enero de 1922, recibió una herida grave en la
pierna. Entre sus numerosas condecoraciones, le fue
impuesta, en el otoño de 1922, la medalla de
sufrimientos por la Patria (33).
Perdió el brazo izquierdo cuando, el 26 de octubre de
1924, en Fondak, Marruecos, una bala le atravesó el
codo; dos días después tuvieron que amputarle el brazo,
que se había gangrenado. Perdió un ojo, cuando, el 4 de
marzo de 1926, una bala penetró en su mejilla, le
destrozó la cuenca del ojo derecho, le rompió la
mandíbula y le sacó numerosos dientes, a consecuencia
de lo cual luciría una horrible cicatriz. Al parecer le
encantó el telegrama que le envió uno de sus
subalternos, Joaquín Ríos Capapié: "Felicítole
por cuarta, gloriosa herida STOP Espero impaciente la
quinta" (34). Era tan demacrado como los
personajes de El Greco, si bien había algo de goyesco en
su desbocado ojo izquierdo, el que le quedaba. En
Alemania compró un ojo de vidrio, pero casi nunca se lo
ponía, pues prefería el más romántico parche negro.(35)
En su actitud, y posteriormente también en su aspecto,
Millán se parecía al poeta-aventurero italiano Gabriele
d' Annunzio. Había mucho en Millán de la frenética
resolución del italiano de ser un superhombre
nietzscheano. Como conocía la semejanza, en una ocasión
preguntó al poeta español de derechas, José María
Pemán: "¿Es verdad que yo me parezco a Gabriele
d'Annunzio?" El poeta contestó que, aunque nunca
había visto al italiano, "no dudo de que su calva
de bóveda renacentista y su ojo tuerto le aproximan
bastante a usted, mi general, a la figura fisica del
poeta"(36) . El intelectual falangista
Dionisio Ridruejo, que conoció a Millán durante la
guerra civil, llegó a la conclusión, muchos años
después, de que su extremismo se debía en parte a un
deseo de emular a D'Annunzio.(37)
La actitud aventurera de Millán hacia la vida militar se
reflejó en su creencia fanática de que el canto daba
ánimos durante la batalla :
Mi lema de guerra es " Legionarios a luchar,
Legionarios a morir ". Y cuando los legionarios
luchamos y cuando vemos de cerca a la muerte, cantamos el
Himno de la Legión y
cuando estamos alegres y contentos, también lo cantamos,
porque en el Himno de la Legión
están las esencias más puras de nuestra alma: no sólo
en la letra, sino en la música, en el cante de los
compases y en la vibrantes notas de las cornetas. Por
eso, cuando en los hospitales me hacían curas dolorosas
de las heridas, en la habitación de al lado ponían un
piano y un legionario tocaba el Himno de
la Legión y El Novio
de la Muerte para no sentir el dolor.
Otra vez, cuando acababan de amputarme el brazo, los
legionarios heridos que estaban en aquel hospital se
tiraban de sus camas, lo mismo los que podían andar como
los que no, y -éstos arrastrándose- vinieron a mi
cuarto a cantarme el Himno de la Legión:
yo también me tiré de la cama y puesto firme, rígido,
canté con ellos. Otra vez cuando me trasladaron en una
camilla de un hospital a otro, herido de cruel balazo que
me atravesó la sien, al pasar por Riffien, que es el
cuartel de la Legión, salieron todos a cantar el Himno
de Guerra y me tiré de la camilla y
canté con ellos también: y cuando enterramos a un
legionario, cantamos y cuando vencemos, cantamos y cuando
desafiamos al enemigo, cantamos porque el cántico -en
ciertos momentos- es un reto y un desafio. Y cuando la
situación en un combate es de máximo peligro y se
acerca más la muerte, la Legión antes de morir -pues
jamás se rinde- canta... Ésa es la canción que nos
sirve de aliento en el combate.(38)
Millán era más que un popular héroe de guerra:
desempeñaba también un papel político, si bien, como
sucedía con su heroísmo, lo que impulsaba sus
intervenciones políticas era su afán de protagonismo (39). Siendo el personaje más prominente del
ala africanista del Ejército, tomaba parte activa en el
incesante conflicto con las Juntas de Defensa,
organización dominada por oficiales de la España
peninsular, cuyos miembros más liberales, capitaneados
por oficiales de artillería y del Cuerpo de Ingenieros
apostados en España, se oponían a los ascensos en campo
de batalla, ascensos a los que tan apegados estaban los
africanistas. En mayo de 1922, cuando dimitió de las
Juntas, con bastante publicidad, Millán se convirtió en
el foco de la hostilidad de estos oficiales.(40) Llamó aún más la atención cuando, en
otoño, el rey aceptó participar en un homenaje público
a los Regulares Indígenas, la fuerza policiaca
mercenaria de España compuesta por moros Si bien en este
homenaje no participaba la Legión, Millán ordenó una
colecta entre todos los legionarios a fin de adquirir una
joya que se ofrecería a la reina. Los oficiales junteros
de infantería de la zona de Sevilla boicotearon el acto,
celebrado en Sevilla el 14 de octubre de 1922. La
popularidad de Millán entre los africanistas creció
significativamente a consecuencia de su intervención, y
el 20 de octubre casi todos los oficiales de la
guarnición de Madrid, muchos de los cuales habían
luchado en África y eran favoritos del rey, se
presentaron en la estación de ferrocarril a despedirlo
cuando partió hacia el sur, rumbo a Melilla.(41)
No obstante, en su intento por conseguir el favor real
Millán pronto se extralimitó. El 7 de noviembre de
1922, haciéndose abiertamente publicidad a sí mismo,
redactó una carta abierta dirigida al rey en la que
decía que renunciaría a su cargo en protesta por la
influencia de los junteros y publicó un dramático
manifiesto a la nación; en él pedía el apoyo de los
"comandantes, diputados, senadores, generales y
oficiales". En las calles, jóvenes derechistas se
manifestaron en su favor y oficiales de la guarnición de
Madrid fueron a su casa y dejaron su tarjeta de visita.
Franco le envió un telegrama expresándole la
solidaridad unánime de los oficiales de la Legión.
Alfonso XIII no rechazó su dimisión ni dio muestras
públicas de su favor. Como los junteros exigían que
aceptara la dimisión, el rey transigió y permitió que
lo sustituyera al frente de la Legión el teniente
coronel Rafael V alenzuela, dando como motivo la gravedad
de sus heridas. Tanta era la hostilidad manifestada por
los junteros contra Millán que a éste no se le recibía
con agrado en otros cuerpos y fue objeto de constantes
humillaciones (42). Finalmente, a mediados de febrero
de 1923 consiguió que lo destinaran al regimiento de
Pavia en San Roque, Cádiz. Cuando, el 28 de junio de
1923 (sic)el general Miguel Primo de Rivera se
convirtió en dictador, el rey lo convenció de que lo
enviara primero, en enero y febrero de 1924, a la
academia militar francesa en Saint-Cyr, y luego, a partir
de marzo, a la academia de la infantería en
Saint-Maixent.
En julio de 1924, Millán regresó finalmente a un
regimiento español, en Alicante, y a finales de octubre
de ese mismo año fue destinado al alto comisariado en
Marruecos y ascendido a coronel. El 26 de octubre, cuando
conducía hacia Fondak, se encontró la carretera cortada
por insurgentes moros; salió del coche, fue a donde
luchaban las tropas españolas y se puso a hablar con
ellos, cuando una bala lo hirió en el brazo, a resultas
de lo cual tuvo que someterse a la amputación por la
cual tanto lo alabarían posteriormente.(43) Valenzuela fue muerto el 5 de junio de 1925
y a Franco lo ascendieron a teniente coronel a fin de que
tomara el mando de la Legión, a la cabeza de la cual
permaneció hasta el 5 de diciembre, fecha en que fue
ascendido a general de brigada, con lo que su rango era
demasiado alto para la jefatura de la Legión. Tras más
de un año de convalecencia, Millán iba a ser
transferido al cuerpo de inválidos, pero Franco y
Sanjurjo intervinieron en su favor ante el dictador, y el
9 de febrero de 1926 cubri6 la vacante dejada por la
marcha de Franco al frente de la Legión. Esto exigió un
cambio en el reglamento referente a los inválidos y
provocó considerable resentimiento en los junteros. Pese
a ello, o quizá por ello, Millán descuidaba su
seguridad personal, y el 4 de marzo de 1926 perdió el
ojo derecho como consecuencia de un disparo. A los cuatro
meses había vuelto al servicio activo. El 18 de junio de
1927 fue ascendido a general de brigada y se vio obligado
a dejar la Legión. El 1 de octubre de 1927,lo nombraron
coronel honorario permanente de este cuerpo, posición
que aprovecharía al máximo durante la guerra civil.(44)
De hecho, antes de esto, y en parte gracias a su estancia
en Francia, se creía que como premio por los sacrificios
hechos en África lo nombrarían jefe de la Academia de
Infantería en Toledo. En la primavera de 1925, el Centro
del Ejército y de la Armada le pidió que hablara de sus
experiencias en Francia, en una conferencia acerca de
organización militar. Sin embargo, era tal la antipatía
que sentían los junteros por este africanista
simbólico, que su abierta indignación obligó a anular
la conferencia y a aplazar indefinidamente su
nombramiento a la dirección de la Academia (45). A continuación se rumoreó que sería
nombrado director de la recientemente restablecida
Academia General Militar en Zaragoza, si bien, dada la
oposición de los junteros, esta propuesta tampoco
prosperó. Es posible, no obstante, que el nombramiento
alternativo de Franco se debiera a una sugerencia del
propio Millán (46).En todo caso, sus ideas
constituirían la esencia de la educación militar
impartida por su discípulo Franco y los maestros
africanistas.(47)
El último puesto en activo de Millán, que ocupó la
mayor parte de 1928 y 1929, fue el de general al mando
del distrito de Ceuta-Tetuán. El 15 de enero de 1930 fue
destinado al Ministerio de la Guerra. Desde allí,
angustiado, telefoneó a Franco para informarle de que el
general Sanjurjo, a la sazón director general de la
Guardia Civil, había aconsejado al rey que saliera de
España (48).Como protegido de Alfonso XIII y
militarista, le preocupaba mucho la llegada de la
República. Numerosos junteros por los que sentía una
enorme antipatía ocuparon importantes puestos como
asesores del nuevo ministro de la Guerra, Manuel Azaña.
Sin embargo, pese a que se quedó sin puesto activo y a
que en febrero de 1932 fue pasado a la reserva, al
principio consiguió evitar confrontaciones con el nuevo
régimen, si bien se rumoreaba que formaba parte de los
diversos complots militares contra Azaña. Fuera como
fuere, a mediados de junio de 1932 se dejó llevar por la
impaciencia: fue en tranvía a la Escuela de Tiro del
Ejército en Carabanchel, pidió un caballo, ordenó a
los cadetes de las academias militares que se pusieran en
fila y los hizo desfilar (49).
Parece que participó a medias en el complot de Sanjurjo
del 10 de agosto de ese año, pero la firme decisión de
Franco de no implicarse lo inhibió. No obstante, la
decisión de pasarlo a la reserva se debió sin duda a su
vínculo con la conjura.(50)
Durante la República Millán manifestó hacia Franco una
deferencia que se convertiría en puro servilismo durante
la guerra civil. Si bien se le consideraba un
descontento, parecería que su firme decisión de no
perder el paso de Franco evitó que se buscara más
problemas. (51)A finales de 1934 su plazo en la
reserva se acababa y existía una fuerte presión para
que fuese dado de baja del Ejército por inválido, pero
la amnistía para los participantes en la sanjurjada lo
rescató. El primer ministro, Alejandro Lerroux, que
encabezó también el Ministerio de la Guerra tras la
dimisión de Diego Hidalgo, había sido amigo del padre
de Millán. A fin de mantenerlo en activo, le nombró
secretario del Consejo Supremo del Ministerio de la
Guerra, cargo burocrático y poco importante, pero
prestigioso (52). Millán conservó el cargo bajo
Gil-Robles y, brevemente, bajo el general Nicolás
Molero, sucesor de Gil-Robles tras la elección del
Frente Popular en febrero de 1936 (53). Sin
embargo, con el regreso de Manuel Azaña al gobierno y al
Ministerio de la Guerra, Millán entró a formar parte
del Cuerpo de Inválidos.(54)
Sin un cargo remunerado que le obligara a quedarse en
España, inició una bien pagada gira de conferencias por
Argentina; además, en la radio explicaba sus hazañas en
Marruecos y exhibía sus cicatrices en los salones de los
ricos. Se dice que al enterarse del alzamiento gritó a
su esposa: "Elvirita, la radio dice que la Legión
se ha alzado. Eso para mí es como oír el grito de
"¡A mí la Legión!", y reservó rápidamente
pasaje en un barco que partía hacia España; pero como
mientras se encontraba a bordo se enteró de que Sanjurjo
había muerto y de que Fanjul y Goded habían fracasado
en Madrid y Barcelona respectivamente, prefirió aguardar
a ver cómo terminaba el asunto antes de decidir a qué
bando adherirse.(55) El hecho de que el general Emilio
Mola, "director" de la conspiración, no lo
mantuviese informado reforzó su vacilación. Mola lo
despreciaba por su histrionismo y dudaba de su
discreción. Millán, a su vez, sentía un fuerte
resentimiento contra Mola.(56)
Millán llegó a Lisboa a finales de la primera semana de
agosto. Al conversar con los agentes de Franco -el
hermano de éste, Nicolás, y Gil-Robles-, dejó de dudar
y continuó la travesía hasta Cádiz, resuelto a
aprovechar su mejor baza, el prestigio que le daba haber
fundado la Legión. En un discurso pronunciado en el
muelle, declaró que había venido de Suramérica porque
había oído el grito de "A mí la Legión!" (57). A los pocos días de su llegada a Sevilla,
Franco se había hecho con una plantilla en estado
embrionario que incluía un gabinete de prensa creado el
9 de agosto bajo la dirección de Juan Pujol, con
Joaquín Arrarás como ayudante (58).
Pronto llegó a la conclusión de que podía utilizar la
retórica encendida de Millán para propagar su causa en
la zona nacional; por esto, Millán se instaló, junto
con Franco y su personal más allegado en el palacio de
Yanduri en Sevilla (59). Su primera aparición pública
importante tuvo lugar en Sevilla el 15 de agosto, al lado
de Franco y Queipo de Llano, en una ceremonia en que los
rebeldes militares adoptaron la bandera monárquica.
Millán Astray, gesticulando como un poseído,
chilló: "No les tenemos miedo. Que vengan, que
vengan y verán de lo que somos capaces a la sombra de
esta bandera. Se oyó una voz: "¡Viva Millán
Astray!" Éste respondió: «¿Qué es eso?.Nada de
gritar viva Millán Astray. Gritad todos conmigo, con
toda la fuerza de que seáis capaces: ¡Viva la muerte! .
¡Viva la muerte! jViva la muerteee ! La multitud coreó
los vivas. Añadió: "Ahora, que vengan los
"rojos". Todos a morir!" Y terminó
tirando el gorro con gesto vesánico sobre la multitud
que pretendía electrizar.(60)
Desde su cuartel, situado en ese momento en Cáceres,
Franco lo puso de inmediato al frente de una improvisada
operación de propaganda: una gira por Valladolid, Vigo y
La Coruña, entre otras ciudades. Sin cohibirse en
absoluto, Millán imprimió el tono típico de un
seudocruzado medieval, característico a partir de
entonces de la imagen nacionalista. En un discurso
pronunciado el 21 de agosto, desde un balcón en Pamplona
gritó, sin dejar de gesticular: ¡ Navarra, Pamplona!
Con reverencia profunda te saludo. Eres la Covadonga de
la Reconquista de España y de la Fe. Eres la cuna del
heroísmo nacional. Eres ¡NAVARRA!» (61). Ese mismo día ya había participado en
una escena igualmente estrafalaria, quizá orquestada
adrede, en el hospital militar de la ciudad. Junto al
cuerpo del teniente coronel Ricardo Ortiz de Zárate,
oficial de la Legión, dijo al difunto: «¡Hermano, ya
la tienes! jYa es tuya! Cuántas veces has corrido tras
ella en los campos de África... Ya es tuya; fundidos en
un abrazo estáis yaciendo los dos...» De pronto, tras
divagar en esta vena un buen rato, hizo una pausa y, al
cabo de un silencio relativamente largo, añadió:
"Ahora, hermano, en tu honor, cantaré para ti
nuestro himno." A continuación, con voz desafinada
y rota, cantó: «Soy valiente y leal legionario...» .(62)
Adondequiera que fuese, cantaba las alabanzas de Franco,
como si creyera que cuanto más exagerase tanto más se
cubriría de su gloria. (63)De
hecho, la incondicional admiración que manifestaba hacia
Franco rayaba en lo servil, si bien no por eso dejaba de
insinuar que era él quien había descubierto al nuevo
salvador. Como dijera a Giménez Caballero, "había
formado ánimos como el del propio Franco. Y sin embargo
en mi cuadrante falta algo que tiene Franco y no sé lo
que es, pero sí sé que es decisivo." (64)Ya desde entonces insistía en el papel
vital de Franco, que no era aún sino un miembro más de
la Junta de Burgos. Expresaba su absoluta convicción de
que la buena estrella que guiaba a Franco en todo
constituía la mejor garantía de la victoria final. Con
su habitual histrionismo, solía recordar a quienes lo
escuchaban la importancia vital de la Legión y acababa
siempre sus arengas con un "¡Viva la muerte!" (65). Entre los numerosos servicios que prestó
a Franco, inventó el lema «Una Patria, Un Estado, Un
Caudillo». (66)
Junto con el general Alfredo Kindelán, Nicolás Franco,
el general Luis Orgaz y el coronel Juan Yagüe, Millán
desempeñó un papel importante en una especie de
campaña política cuyo propósito era ascender a Franco
a comandante en jefe y luego a la Jefatura del Estado.
Franco se mostraba cauteloso, pues temía arriesgar la
posición que ya había alcanzado. Como consecuencia de
sus vacilaciones, parecía que lo obligaban, por el bien
de la causa nacional, a aceptar con renuencia una
posición impuesta.(67)
Cuando, después de la
primera reunión de los generales, celebrada el 21 de
septiembre cerca de Salamanca, resultó claro que el alto
mando dudaba, Millán se creyó en el deber de hacer
entender cuánto se «necesitaba» a Franco, el deber
tanto de generar como de expresar la presión
«popular». Personificó, sobre todo, la resolución de
la Legión, con la que estaba irrevocablemente vinculado,
de que a Franco lo nombraran jefe único. Para esto
orquestó con habilidad las escenas en Cáceres montadas
a fin de relacionar la liberación del Alcázar de Toledo
con la necesidad de que Franco se convirtiera en
comandante único.(68)
El 4 de octubre, tres días después de que Franco se
erigiera en jefe de Estado, Millán proclamó que el
Caudillo «es enviado de Dios como Conductor para
liberación y engrandecimiento de España [...] fue el
que salvó la situación en la sublevación republicana
de Jaca [...] Es el primer estratega de este siglo».(69) Su adulación y sus excentricidades
resaltaban incluso entre la galería de personajes
extraños y grotescos reunidos en Salamanca. En el frío
otoño de 1936 Franco sustituyó a Pujol por el que fuera
su mentor al frente de una muy ampliada Oficina de Prensa
y Propaganda, cuyo local improvisado fue el antiguo
edificio Anaya, sede de la facultad de ciencias de la
Universidad de Salamanca. En ésta se encontraban
también los laboratorios que se afanaban en producir gas
tóxico para los nacionales; en otra parte del edificio
trabajaba un alquimista llamado Savapoldi Hammaralt, que
se había presentado en Salamanca y había ofrecido
producir todo el oro que Franco necesitara para ganar la
guerra; siguiendo el consejo de su hermano Nicolás,
Franco puso a su disposición el laboratorio de química.(70) En el palacio Anaya, Millán reunió a
algunos de los personajes más estrafalarios de una
ciudad atestada de rarezas, desde el ingenioso Agustín
de Foxa, hasta el capitán Gonzalo Aguilera y Yeltes,
aristócrata que achacaba todos los males de Espafia a la
introducción del alcantarillado, pasando por Ernesto
Giménez Caballero. (71)
Millán cenaba casi siempre en el comedor del Gran Hotel
de Salamanca, donde Charles Foltz, un corresponsal
norteamericano,presenció algunas escenas extrañas;
según él, «cuando le daba la gana, obligaba a todos
los allí presentes, incluidos los diplomáticos
extranjeros, a ponerse de pie y cantar el himno del
legionario, siguiendo el compás con una pistola, que a
veces se disparaba». En una ocasión, obligó a todos
los presentes, sumamente aturdidos, a que permanecieran
de pie con el brazo alzado en el saludo fascista, y a
cantar los himnos de la Falange, de los requetés
carlistas, de la Legión, el Horst Wessel Lied
nazi, el himno fascista Giovinezza y los himnos
nacionales alemán, italiano y portugués. (72)
Una violencia apenas contenida alimentaba sus
excentricidades. Según un observador, "su actitud
enfadada y rencorosa eliminaba cualquier compasión que
hubiesen podido inspirar sus mutilaciones".(73) En un restaurante de Lugo, adonde fue a
pronunciar un discurso, provocó un incidente: era
gallego y, habiendo cantado las alabanzas de la cocina de
su tierra, pidió al camarero que le llevara queso de
tetilla. El camarero, que sospechó equivocadamente que
estaba poniéndolo a prueba, le recordó que era un
"día sin postre" -una de las numerosas medidas
de austeridad adoptadas en la zona -nacional-.
"¿Sabes quién soy? ", tronó el
"glorioso mutilado" . "Sí, excelencia, es
usted el general Millán Astray." ¡Pues tráeme un
queso de tetilla!" Como el camarero vacilara, el
general perdió los estribos y golpeó al pobre hombre en
la cabeza.(74) En otra ocasión, en una visita a
un hospital, provocó un escándalo parecido. Al recorrer
los pabellones acompañado por su escolta de legionarios,
preguntaba a cada paciente los detalles de la batalla en
que lo habían herido. Cuando ellos se los explicaban,
ordenaba a su ayudante: "¡ A éste que le den cien
pesetas! ¡A éste que le den doscientas pesetas!"
Finalmente, llegó junto a un soldado que no pudo darle
ningún detalle heroico, pues había caído de un
sidecar. Enfurecido, Millán le propinó una brutal
paliza.(75) Otro día, cuando distribuía
medallas, se dejó llevar por sus prejuicios: Millán no
lo sabía, pero el héroe era catalán; al preguntarle su
nombre con su habitual tono jovial, la respuesta,
"Vidal Ribas" y el acento lo descubrieron.
Millán le dio la espalda y en tono grave comentó:
"iQué pena que seas catalán! ".(76)
Sumamente supersticioso, solía decir a Pacón Franeo
Salgado-Araujo que Dios daba mala suerte a sus enemigos:
" Fíjate, los generales A y B fueron fusilados por
los rojos, el coronel tal murió en el frente, otro en un
accidente. Jamás siento odio por nadie y me agrada
perdonar a mis enemigos. Lo que no falla es que no tardan
en morirse.".(77) El 29 de septiembre, poco después
de la liberación del Alcázar de Toledo, Franco dio una
comida en honor del héroe del sitio, el coronel José
Moscardó, en el hotel Castilla, en compaiiía del
general Varela, Millán y otros oficiales. Cuando Millán
se dio cuenta de que eran trece a la mesa, cogió a un
mensajero que pasaba por allí y obligó al aterrorizado
chico a sentarse y comer con ellos.(78)
Poco después de empezar a encargarse de popularizar la
imagen de Franco, Millán participó en un incidente que,
a ojos del mundo extranjero, caraeterizaría al régimen
de Franco. Tuvo un encontronazo con el rector de la
Universidad de Salamanca, el filósofo y novelista Miguel
de Unamuno, de setenta y dos años. El 12 de octubre de
1936 en el paraninfo de la universidad se celebraba el
Día de la Raza, aniversario del descubrimiento» de
América por Colón. Millán había llegado escoltado por
sus legionarios armados con metralletas, afectación que
conservaría a lo largo de toda la guerra. V arios
oradores soltaron los consabidos tópicos acerca de la
«anti-España». Un indignado Unamuno, que había estado
tomando apuntes sin intención de hablar, se puso de pie
y pronunció un apasionado discurso. " Se ha hablado
aquí de guerra internacional en defensa de la
civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces.
Pero, no, la nuestra es sólo una guerra incivil [...]
Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo,
y no puede convencer el odio que no deja lugar para la
compasión [...] Se ha hablado también de catalanes y
vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la
misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está
el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina
cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco,
llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que
no sabéis...".
En ese punto, Millán empezó a gritar: «¿Puedo hablar?
¿Puedo hablar?.» Su escolta presentó armas y alguien
del público gritó: "¡Viva la muerte!" En lo
que, según Ridruejo, fue un exhibicionismo fríamente
calculado (79), Millán habló: "¡Cataluña
y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos
cánceres en el cuerpo de la nación! jEl fascismo,
remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la
carne viva y sana como un frío bisturí!» Se excitó
sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando.
Resollando,se cuadró mientras se oían gritos de
"¡Viva España!". Se produjo un silencio
mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia
Unamuno. "Acabo de oír el grito necrófilo e
insensato de "¡Viva la muerte!" Esto me suena
lo mismo que "Muera la vida!". Y yo, que he
pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el
enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con
autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me
parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje
al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si
bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de
que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa!
El general Millán Astray es un inválido. No es preciso
decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra.
También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven
como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados
inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me
duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar
las normas de sicología de las masas. Un inválido que
carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era
un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de
sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de
esa superioridad de espíritu, suele sentirse aliviado
viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de
él [...] El general Millán Astray quisiera crear una
España nueva, creación negativa sin duda, según su
propia imagen. Y por ello desearía una España
mutilada...".
Furioso, Millán gritó: "¡Muera la inteligencia!»
En un intento de calmar los ánimos, el poeta José
María Pemán exclamó: "¡No! ¡Viva la
inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!"
Unamuno no se amilanó y concluyó: "¡Éste es el
templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo
sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado
recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el
proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis,
pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada
fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer
significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo
que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece
inútil pediros que penséis en España." Millán se
controló lo suficiente como para,señalando a la esposa
de Franco, ordenarle: "¡Coja el brazo de la
señora!", cosa que Unamuno hizo, evitando así que
el incidente acabara en tragedia.(80)
Esa misma tarde, los guardias cívicos de Salamanca
dieron una cena en honor a José María Pemán, presidida
por el alcalde. Al regresar al Gran Hotel, Millán se
presentó en el vestíbulo y, ante un público perplejo,
lo abrazó y le ofreció su propia "medalla de
sufrimientos por la Patria". Con astucia, Pemán
evitó el bochorno al besar la medalla con reverencia y
devolvérsela a Millán.(81) No
ha quedado claro si lo que Millán pretendía era
neutralizar los posibles efectos negativos de su ataque a
la inteligencia o congraciarse con un escritor sumamente
influyente.
En opinión de Franco, Millán se había comportado como
era debido en la confrontación con Unamuno.(82) El que alguien como el general se ganara el
respeto del Caudillo dice mucho de la naturaleza de éste
y su corte. Franco lo hizo más o menos responsable de la
moral de las tropas nacionales, en calidad de lo cual
Millán iba a menudo al frente y a los hospitales
militares.(83) Sin duda, como uno de los
colaboradores más allegados de Franco, participaba en
sus tertulias nocturnas, en las que el Generalísimo
hablaba de los progresos de la guerra con los jefes del
Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, el coronel
Francisco Martínez Moreno, el general Alfredo Kindelán
y el almirante Juan Cervera respectivamente.(84) Tenía acceso directo a Franco. (85)Se hallaba a menudo presente cuando el
teniente coronel Lorenzo Martínez Fuset le llevaba, para
su visto bueno, fajos de condenas a muerte.(86) Aún después de que Franco reconociera que
el crecimiento de su maquinaria propagandística
requería un aparato burocrático, para cuya
administración quizá Millán no fuese el hombre más
indicado, lo empleaba a menudo como una suerte de guía
turístico de los dignatarios de visita. En una ocasión,
ante una delegación de la extrema derecha francesa que
se disponía a ver a Franco, les advirtió que estaban a
punto de encontrarse en presencia de «la voz de Dios» .(87)
Millán estuvo al mando de la propaganda bastante tiempo
después de la confrontación con Unamuno. De hecho, no
tardó en adquirir un digno ayudante. El 4 de noviembre
de 1936 llegó a Salamanca Ernesto Giménez Caballero,
una de las pocas personas capaces de compararse a Millán
en cuanto a excentricidad. En el vestíbulo del hotel
donde se hospedaba se encontró con el fundador de la
Legión, a quien no había vuelto a ver desde que
coincidieran en el hospital militar de Tetuán en 1922.
Giménez Caballero se cuadró, saludó y se presentó.
Nada impresionado, Millán le dijo : " ¿y
qué?" "Soy uno de los fundadores ideológicos
del falangismo", contestó Giménez Caballero.
Entonces Millán ordenó a un legionario de su escolta
que apuntara el nombre, lo investigase y le informara.
Entretanto, Giménez Caballero visitó el palacio
episcopal, en una de cuyas salas trabajaba el gobierno
embrionario de Franco, cada "ministerio" en un
escritorio separado de los demás por un biombo. En el
"ministerio" de Asuntos Exteriores, el
corpulento José Antonio Sangróniz, que dormía en una
pequeña habitación ocultada también por un biombo, le
presentó a Nicolás Franco, gracias a cuya intervención
el propio Caudillo le recibió el 7 de noviembre. A
Franco, que había leído una obra suya, el
extraordinario panegírico del misticismo fascista, Genio
de España, le entusiasmó la idea de que formara parte
de su equipo de propaganda y le dijo que hablara con
Millán. Al día siguiente por la mañana, uno de los
legionaños de éste le ordenó que se presentara ante el
gran hombre. Puesto que el equipo no tenía presupuesto,
le ofreció el sueldo de un mes, y el propio Giménez
Caballero pidió mil pesetas prestadas a su hermano Angel
para comprar papel. Requisaron máquinas de escribir, se
hicieron con la ayuda de Juan Aparicio y Víctor de la
Serna, amigos falangistas de Giménez Caballero, y
establecieron una oficina de prensa en el palacio de
Anaya. Millán, como ya había hecho en la Legión,
convocaba cada día a los periodistas con un silbato y
les ordenaba ponerse en fila a fin de escuchar sus
arengas cotidianas.(88)
La mayor ambición de Millán se cumplió cuando Franco
le permitió crear una estación de radio por la que
emitir su propaganda. Giménez Caballero se las ingenió
para conseguir el equipo necesario, y la tarde de la
primera emisión, el 22 de noviembre de 1936, Millán
llegó con su escolta y su esposa, Elvira.
"¡Elvirita! Ponte allí y no hables... ¡Todos
silencio!", ordenó. Mientras Giménez Caballero
revisaba el micrófono, se fue impacientando cada vez
más, cosa que se evidenciaba en el temblor del muñón
del brazo amputado. Giménez Caballero descubrió que el
micrófono no funcionaba y, en lugar de afrontar la ira
del héroe de la Legión, hizo una halagüeña
introducción, seguida rápidamente por la arenga de
Millán al pueblo de la zona republicana, pidiéndole que
depusiera las armas y se rindiera al amor, la nobleza y
la humanidad de Franco.
Puede que no se hubiera descubierto el subterfugio de
Giménez Caballero si no hubiese sido porque, a primeras
horas de la mañana siguiente, un bombardero republicano
dejó caer una bomba sobre el palacio Anaya, quizá con
la intención de destruir el cuartel general de Franco.
Al salir tambaleándose del refugio antiaéreo, Giménez
Caballero fue bruscamente convocado en presencia de
Millán, quien le gritó:
-¡Cuádrate, Caballero! Te voy a fusilar.
Prepárate. Ya sabes que no hablo en broma.
-Mi general, ¿puedo saber mi delito? -balbució Giménez
Caballero.
- ¿ Y todavía lo preguntas? ¿A quién sino a ti se le
ocurre presentarme en la radio y hablar del palacio de
Anaya? El enemigo me ha ubicado y ha querido acabar
conmigo. Un delito de gravísima imprudencia.
Giménez Caballero optó por la pícara humildad.
-Mi general. Como siempre, tiene usted razón y es justo.
Merezco un grave castigo. Sí, mi general. Merezco un
severo castigo, incluso la muerte. Pero no por el delito
de que nos oyeran los rojos...... sino por otra falta
peor ¡la de que no que oyeran con lo maravillosamente
bien que habló usted! La radio no funcionaba y yo no me
atreví a perderme una arenga de Millán Astray para mí
solo... ¡ah!, y también para Elvirita que lloraba de
gusto.
Fue un sonriente Millán el que le ordenó a gritos:
-¡Y ahora quítate de mi vista! (89)
Millán dedicaba gran
parte de su tiempo a giras por la zona nacional, elevando
la moral con sus famosas arengas. Con el menor de los
pretextos detenía a alguien en la calle y soltaba
espontáneas diatribas, con lo que de inmediato le
rodeaba una multitud, a tal punto que muchos que le
conocían se desviaban cuando le veían venir.(90) En mayo de 1937 habló en el Gran Hotel de
Salamanca donde provocó una manifestación contra el
bombardeo republicano del crucero alemán Deutschland
(cuyos muertos fueron enterrados con honores militares en
Gibraltar). (91)Una tarde, al iniciarse una
reunión ante una gran multitud en Ceuta, perdió la voz.
Impertérrito, se dirigió al público mediante un
lenguaje de signos inventa do sobre la marcha,
acompañado de gesticulaciones; el público le ovacionó
de pie.(92) Sin embargo, su oratoria no
siempre fue bien recibida. En una ocasión habló con un
grupo de alféreces provisionales, adiestrados a toda
prisa a fin de cubrir la urgente necesidad que tenían de
oficialidad los nacionales. Para consternación de los
oficiales recién graduados, inició el discurso con un
sonoro ¡Alféreces provisionales de hoy! ¡Cadáveres
efectivos de mañana!". (93)
Numerosas arengas radiofónicas iban dirigidas a la zona
republicana y consistían mayormente en mentiras
flagrantes. Así, negaba sistemáticamente que las
columnas nacionales mataran a civiles en su avance y
afirmaba que Franco sólo quería ser "el liberador
de los pobres» y que el suyo sería un régimen "de
justicia y amor".(94) Hacia el final de la guerra, en el
frente de Madrid se dirigía a las lí neas republicanas
por megafonía, apremiándolas a rendirse y ale gando que
Franco les ofrecía "pan, perdón y justicia". (95)
Cuando no se dedicaba a tareas de propaganda, Franco
enviaba a Millán como representante suyo a actos, tanto
públicos como privados. Cuando el 3 de junio de 1937 el
general Mola murió en un accidente aéreo, el propio
Franco presidió el funeral al llegar el ataúd a Burgos.
Sin embargo, conociendo el desdén que sentía Mola por
Millán, delegó, con su malicioso sentido del humor
característico, en el fundador de la Legión su
representación en la solemne ceremonia del entierro, en
Pamplona.(96) También lo usaba ocasionalmente
como mediador. En diciembre de 1936, por ejemplo, lo
envió a ver al dirigente falangista Manuel Hedilla para
solicitarle que le proporcionara quince mil hombres con
el fin de formar «brigadas mixtas» que incluyeran
voluntarios italianos.(97) De igual modo, en febrero de 1937,
en los momentos más difíciles de la batalla del Jarama,
lo envió a ver al alto mando italiano para solicitar que
se dieran prisa con un ataque de diversión.(98) En abril de 1937, Millán fue uno de los
emisarios mandados por Franco para asegurar la
colaboración de Manuel Hedilla en la unificación
forzada de la Falange y el movimiento carlista. (99)
Millán, por cierto, admiraba profundamente la Falange, y
tras la unificación se proclamó miembro de ella, con lo
que daba publicidad al decreto mediante el cual todos los
miembros de las Fuerzas Armadas debían incorporarse a la
Falange Española Tradicionalista y de las JONS.(100) De africanista a fascista había un solo
paso. Como dijera en el discurso en que atacó a Unamuno,
para él el fascismo era el remedio de España. El 1 de
enero de 1938 proclamó que «no hay más que un camino
de salvación: el del despertar de los grandes pueblos en
donde se yerguen sus Caudillos, los grandes Caudillos de
la hora presente de la vida de la Humanidad: Mussolini,
Hitler, Hiro-Hito, Oliveira Salazar, FRANCISCO FRANCO
BAHAMONDE".(101)
En julio de 1938 el poeta falangista Dionisio Ridruejo le
invitó a pronunciar un discurso en un mitin de Falange
en Valladolid, en conmemoración del segundo aniversario
del inicio de la guerra civil. La mañana del mitin
Ridruejo recibió, aún en pijama, la orden de
presentarse en la habitación de Millán, quien lo
recibió en el cuarto de baño, desnudo y con el muñón
temblando, como solía ocurrir cuando se sentía
nervioso. Lo ayudaban su esposa Elvira y su habitual
escolta de legionarios. Lo secaron y él se puso los
calzoncillos; a continuación llevó a Ridruejo aparte y
le dijo: "Me eres muy simpático, y además te estoy
muy agradecido por haberte acordado de mí. No te
pesará. Y quiero pagarte con un favor. Tengo que
informarte de que tu nombre no suena bien en las alturas.
Te consideran rebelde y poco de fiar Yo estoy dispuesto a
garantizarte, pero para ello tenemos que hacer aquí,
ahora mismo, el juramento de la Legión." En una
desagradable escena homoerótica, Millán, al que sólo
cubría el calzoncillo, le ordenó cuadrarse con una mano
sobre una cruz imaginaria y la otra asiendo un asta,
también imaginaria, en la cual ondearía el estandarte
de la Legión, y que hiciera el juramento.(102)
A finales de 1937 se produjo una vacante que permitió a
Franco premiar a Millán. La gran cantidad de mutilados
de guerra requería una decisión gubernamental, de modo
que se creó la Dirección General de Mutilados, y
Millán fue nombrado director general del Benemérito
Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. Su discurso
inaugural fue tan fanático como los demás suyos. «Y
ahora, mutilados todos, estad preparados para recibir en
cualquier momento la orden o el grito de "¡A mí
los mutilados!" para que, igual que cuando los
legionarios oyen el grito de "¡A mí la
Legión!", acudamos todos juntos para que con los
miembros que nos resten y con nuestros corazones, que
siguen latiendo con igual ardor, formemos el Tercio de
Mutilados." Con su habitual entusiasmo maníaco se
dedicó a la organización del nuevo cuerpo y declaró
que sería " el primer camillero del
Ejército". Estableció pensiones progresivas para
los mutilados, que alcanzaron el apogeo de la generosidad
para los generales.(103) Acabada la guerra, se aprobó un
decreto por el cual a la Dirección General de Mutilados
se le asignaba un porcentaje de puestos de trabajo, como
porteros, bedeles y recepcionistas, en los edificios
públicos, así como un número garantizado de puestos de
responsabilidad en el funcionariado para aquellos
mutilados que se hubieran presentado a oposiciones. (104)
Millán nunca dejó de considerarse el jefe espiritual de
la Legión, y el hecho de que contara con una escolta de
legionarios indicaba que aún se le concedía cierta
autoridad en el cuerpo. Llamaba a sus oficinas en
Salamanca su "estado mayor" e inspeccionaba las
unidades como si en efecto lo fueran. En una ocasión, a
principios de diciembre de 1938, visitó la Cuarta
Bandera bajo las órdenes del comandante Carlos Iniesta
Cano, que posteriormente sería uno de los principales
generales "azules" del franquismo y digno
discípulo de Millán.(105) Su unidad se encontraba en
Guijuelo, un pueblo de Salamanca, descansando y
reorganizándose tras la batalla del Ebro. Millán
preguntó a Iniesta cuántas pérdidas había sufrido la
Cuarta Bandera desde el comienzo de la guerra. Al oír
que eran casi ocho mil (equivalente a todos los hombres
con que contaba la Legión a principios de la contienda),
se cuadró, saludó a Iniesta, gritó: " ¡A tus
órdenes, mi comandante!" e invitó a los oficiales
a una copa en el casino del pueblo, preguntándoles, para
su bochorno, si necesitaban dinero, Ante su silencio,
quiso saber si alguien era de Sevilla. El teniente
Piñero dio un paso adelante y Millán pidió a Iniesta :
"Envíame a por dos mil pesetas porque aquí no las
llevo. Mándame a este oficial y las entregaré en mi
cuartel general de Salamanca." El dinero fue
recogido y gastado en vino, alimentando el mito de
Millán en la Legión.(106)
En un momento de la estrafalaria oeupación de Salamanca
por el circo franquista, Millán tuvo ocasión de ir al
dentista. Acompañado, como siempre, por una escolta de
legionarios, falangistas y requetés fuertemente armados
con fusiles y metralletas, fue a ver al doctor José
García de la Cruz, que también era dentista de la
familia Franco. Una sección de la escolta ocupó la
acera delante de la clínica dental y otra montó guardia
ante la puerta de la sala de consulta. Como el propio
Franco, y de heho como la mayoría de los oficiales
españoles que habían luchado en Marruecos, donde no
existían los tratamientos dentales, Millán necesitaba
que le extrajeran unas muelas. En una visita mandó
inyectar a uno de sus sargentos para asegurarse de que la
anestesia no estuviese envenenada. En otra, no se dejó
inyectar a menos que uno de sus guardaespaldas comprobara
la cápsula de la anestesia. Cuando el doctor García de
la Cruz entró para ponérsela, Millán se aferró a la
silla como si estuviesen electroeutándole. Al ver esto,
su escolta se formó y cantó el Hirnno de la Legión,
como lo habían hecho en las guerras de Marruecos para
ayudar al novio de la muerte a soportar su sufrimiento:
" ¡soy valiente y leal legionario / Soy soldado de
brava legión / Pesa en mi alma doliente calvario / que
en el fuego busca redención / mi divisa no conoce el
miedo / mi destino tan sólo sufrir / mi bandera luchar
con denuedo / hasta conseguir / vencer o morir." Una
vez hecha la extracción, el coro de legionarios guardó
silencio y Millán se incorporó. "No ha estado mal.
Ahora quiero que me pongas toda la dentadura de
oro", dijo.
Puesto que había una fuerte carencia de ese metal y la
jerarquía franquista no tenía por costumbre pagar las
cuentas, el doctor García balbució que no había oro en
la Espafia nacional, y menos aún para dentistas, y que,
o lo conseguía el propio general, o no podría ver
cumplido su deseo de contar con una dentadura postiza
espectacular. Al ver una fotografía de Carrnen, la hija
de Franco, en la pared, Millán le preguntó:
"¿Conque trataste a Carmencita?" y le
preguntó cuánto le había cobrado. Comprensiblemente,
el dentista por encontrarse en la Salamanca de la época
de guerra, no se había atrevido a enviar la cuenta a
Franco, y contestó con la verdad: "Nada, sólo le
pedí que me dedicara esa fotografía." En un
arranque de generosidad, Millán anunció: "Pues yo
voy a hacer lo mismo. Te voy a regalar una foto mía y
con eso quedamos en paz."
Unos años más tarde, Millán fue al consultorio del
doctor García para alardear de su boca llena de oro, lo
que hizo pensar a éste que se había aprovechado de un
dentista con pasado republicano deseoso de congraciarse
con el nuevo régimen.(107) De hecho, Millán era muy dado a
distribuir fotografías de sí mismo. A principios del
verano de 1937 estaba esperando con su escolta a que
Franco lo recibiera en el palacio episcopal de Salamanca,
cuando lo saludó el hijo de un viejo amigo militarr Tras
preguntar por el padre, le dijo: "Quiero que como
recuerdo de este día guardes un retrato mío."
Llamó a su ayuda, sacó un puñado de fotografías del
maletín y preguntó: «¿Cuál te gusta más? Elige la
que quieras." (108)
En mayo de 1939 hizo una gira propagandística por Italia
con un grupo de intelectuales franquistas, entre ellos
Ridruejo y Pemán. La gira terminó con un «Día de
solidaridad ítalo-española», y se pronunciaron
discursos en el teatro Adriano de Roma. En el curso del
acto, y en su calidad de director general del Benemérito
Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria, le
presentaron a su homólogo italiano, Carlo Delcroix,
presidente de la Associazione Nazionale Mutilati e
Invalidi di Guerra. Millán se quedó asombrado al ver
que el héroe de guerra italiano había perdido los
brazos y los ojos debido a la explosión de una bomba en
1917. Tras vacilar por un instante, recuperó su habitual
histrionismo, abrazó con confianza a Delcroix y
declaró, lloroso: "¡Feliz tú, hermano, pues tu
Patria te pidió los dos ojos, mientras que de mí sólo
requirió uno; feliz tú, pues tu Patria te pidió las
dos manos, mientras que a mí me dejaba con una..."
El entusiasta público supuso que él había perdido el
brazo y el ojo luchando en la guerra civil. No les hizo
ver su error.(109) Millán y Pemán comieron con
Ciano, quien les habló en términos exagerados de la
capacidad hercúlea del Duce para el trabajo. Millán,
convencido que hablaba italiano perfectamente (se
equivocaba de cabo a rabo), no quería ser menos y, en un
español cómicamente italianizado, declaró: «¡Pues il
nostro Caudiglio pasa cuatorce hores in la mesa de
trabaglio e non se levanta ni pere meare!".(110)
Millán creía firmemente en su popularidad. En una
emisión en tiempos de guerra dirigida a los soldados de
ambos lados, preguntó:
¿Por qué morís? yo os lo diré. Yo, Millán
Astray, el fundador de la Legión. El tan querido de
todos los soldados. El tan amado de todos los humildes.
De azules y de rojos. De fascistas, de carlistas, de
anarquistas, de socialistas, de presos, de desvalidos. A
todos por igual tengo derecho a hablaros. yo soy el que
el 19 de marzo de este mismo año de 1936, cuando
marchaha a América, los ferroviarios de Sevilla me
decían en la estación: "Quédese con
nosotros." Y los obreros del muelle de Cádiz, en
aquel mismo día, en la taberna en donde está el
teléfono público, abrazándome, con los ojos lorosos,
me decían: "Mi general, no se marche a América y
quédese con nosotros." Podéis comprobarlo.
Podéis, en Madrid, los que oigáis, preguntar quién soy
yo, a los camareros de café, a los limpiabotas, a los
tranviarios, a todos los conductores de «taxis» ( que
todos me conocen); a los niños vendedores de
periódicos, a los pobres, a los desvalidos, a los
perseguidos por la justicia, a algún pistolero, cuyo
padre, ferroviario de M. Z. A., vino a mi casa; a los
presos de las cárceles, incluso a la hermana de la
Libertaria. Y todos os dirán que a todos y siempre, les
hablé de la Patria lo primero; que todos sabían que soy
el fundador de la Legión, que soy legionario; pero
todos, al despedirme de ellos, me abrazan. (111)
No era menos ferviente
su fe en su propio atractivo sexual. Se jactaba de haber
besado a todas las mujeres que conocía, incluyendo nueve
monjas de clausura y tres abadesas.(112)
Cuando le presentaban a una mujer, le preguntaba "
¿,Casada o soltera?" , y si la respuesta era
soltera, le daba de inmediato dos besos. Se mostró
especialmente efusivo con la enfermera del doctor
García. (113)Al término de sus discursos pedía
a los hombres y a las mujeres del público que se besaran
los unos a los otros, con lo que escandalizaba a los
miembros del clero presentes. Si se trataba de un
acontecimiento vespertino, ordenaba que se apagaran las
luces. A veces, al pasearse por la plaza mayor de
Salamanca, gritaba órdenes de que todos en torno a él
se abrazaran y besaran.(114)Por otro lado, era notablemente
lascivo. El protagonista medio desnudo de la escena con
Ridruejo y el asta imaginaria declaró que no quería
tener nada que ver con los sastres, puesto que cuando
tomaban las medidas para los pantalones rozaban los
genitales de sus clientes.(115) La
primera pregunta que hacía a sus oyentes republicanos
era: "¿Qué sentís, los que tengáis honra y
vergüenza, al ver a las mujeres jóvenes vestidas con el
traje de mecánico y al descorrer la cremallera se quedan
desnudas por completo, enseñando todo lo que el pudor de
la mujer prohibe?.(116)
Como declaración pública de su propia potencia sexual,
hizo del gran símbolo sexual de la España franquista,
la cantante de cabaret y actriz argentina Celia Gámez,
su protegida y, por implicación, su amante. Cuando ella
se casó el 1 de julio de 1944, en la iglesia de San
Jerónimo del Real de Madrid, fue su padrino. Puesto que
había tenido numerosos amantes, la mayoría ilustres en
algún aspecto, la actriz decidió invitarlos a todos a
su boda, creyendo que eso otorgaría más prestigio al
acontecimiento. No obstante, un grupo de estos personajes
pagó a unos golfillos para que echaran una bolsa de
cuernos a los pies de la pareja. En el tumulto
resultante, el cura se vio incapaz de imponer el orden.
Millán hizo sonar su silbato, gritó "¡A mí la
Legión!" y aparecieron los cuatro guardias armados
de su escolta. Entonces exclamó: "Si no sabéis
respetar a la Iglesia, ¡por lo menos respetadme a
mí!". Cuando hubo impuesto el silencio, los
legionarios rodearon a los novios y el cura pudo
continuar con la ceremonia.(117)
Después de la guerra civil, la vida de Millán Astray
empezó a languidecer de forma inevitable. Hasta cierto
punto, había podido librar las batallas por
interposición y revivir la adulación que le rodeaba en
Marruecos. Durante un tiempo continuó haciendo giras de
propaganda y manteniendo vivo el recuerdo de la guerra.
En el verano de 1939 visitó un seminario jesuita en
Granada. Como solía hacer, entusiasmó a su público al
hablar tanto de las glorias de la reciente
"cruzada" como del imperio por venir. Acabó su
interpretación ordenando a los estudiantes de teología
que hiciesen el saludo fascista y cantaran con él.
Cantaron, pues, el Himno de la Legión, el Cara al Sol de
la Falange y, finalmente, pidió: «Ahora, el de vuestro
san Ignacio, el capitán, pero también brazo en alto, a
lo fascista", y dirigió una ferviente
interpretación de Cantemos al amor de los amores. Cuando
salía, un estudiante se acercó y le dijo: "Mi
general, le vi una vez desde las trincheras, he hecho la
guerra durante los tres años, ¡a sus órdenes!"
Millán tiró de cartera, sacó mil pesetas -¡de
entonces!- y repuso: «Toma, para que te
emborraches." (118)
La perspectiva de un nuevo imperio africano para España
le llenó de alegría. Durante la Segunda Guerra Mundial,
siguió elavance de las tropas del Eje con ávido
entusiasmo, primero, y amarga desilusión, después. La
entusiasta respuesta de Franco a la invasión alemana de
la Unión Soviética provocó el rápido reclutamiento de
una fuerza voluntaria, la División Azul, que lucharía
en el frente del este. Cuando su primer comandante, el
general Agustín Muñoz Grandes, partió hacia Alemania
el 14 de julio de 1941, Millán fue a despedirlo al
aeródromo de Barajas. Muñoz Grandes había luchado en
la Legión, y el caluroso abrazo que Millán dio a su
antiguo subalterno resaltó el hecho de que la
expedición constituía en parte una prolongación del
papel de este cuerpo en la guerra civil espaftola. Cuando
los primeros contingentes de agotados soldados llegaron
de permiso, Millán se encontraba entre el comité de
bienvenida de jerarcas franquistas en la estación del
Norte, decorada con las banderas falangista, nazi y
fascista italiana.(119)
La derrota del Eje le causó considerable angustia. En
mayo de 1950 se indignó cuando el mariscal Rodolfo
Graziani, jefe del Estado Mayor de Mussolini durante la
Segunda Guerra Mundial y en la Republica di Salò, fue
condenado por colaborar con los alemanes y privado, por
órdenes del ministro de Defensa Randolfo Pacciardi, del
derecho a lucir sus medallas por su valor y sus heridas.
Cuando vio la posibilidad de obtener publicidad al
enterarse de que Pacciardi había sido comandante del
batallón Garibaldi de las Brigadas Intemacionales en la
guerra civil espaftola, envió a Graziani su propia
medalla de sufrimientos por la Patria, la misma que
había ofrecido catorce años antes a José María
Pemán. Gracias a este gesto fue noticia de primera plana
en Italia.(120)
En 1943 Franco premió la lealtad de Millán nombrándolo
procurador en Cortes, una lucrativa sinecura.(121) Sin embargo, después de la Segunda Guerra
Mundial, a Millán le costó retirarse de la vida
pública. En el período de ostracismo internacional a
que España fue sometida, visitaba con regularidad al
primo y secretario privado de Franco, Pacón, para
expresarle sus opiniones acerca tanto de política
interior como de política exterior. También iba con
regularidad a las embajadas de las potencias
democráticas en un intento de comprobar la situación
del momento y, es de suponer, a fin de pontificar sobre
su propio punto de vista en cuanto a los asuntos
internacionales. En 1949, preocupado por la posibilidad
de que creara malos entendidos en un momento de
relaciones excepcionalmente delicadas, el ministro de
Relaciones Exteriores, Alberto Martín Artajo, pidió al
ministro de la Guerra, general Fidel Dávila, que le
ordenase quecesara de entrometerse. Millán se sintió
tan mortificado por este hecho, que en un arranque de
autocompasión decidió dimitir del Ejército y
exiliarse. Fue a ver a Pacón en su despacho del palacio
de Oriente, le habló de la reprimenda de Dávila, dijo
que le resultaba inaceptable y le dio un fajo de papeles
sellados con cera para que se los entregara al Caudillo.
Pacón respondió que nunca entregaba personalmente
documentos sellados al Caudillo, que debía ir por los
cauces establecidos. Millán le leyó entonces una
petición formal en la que solicitaba su separación del
Ejército y permiso para ir a vivir a Lisboa, y añadió
que regresaría al cabo de una semana para saber cuál
había sido la reacción de Franco. Como lo conocía muy
bien, Pacón guardó la carta en un cajón y no le dijo
nada al Caudillo. Una semana después, un Millán Astray
mucho más humilde regresó y preguntó tímidamente qué
había dicho Franco. Pacón le explicó que se sentía
incapaz de ser instrumento de división entre los dos
oficiales que más admiraba y que por ello había roto su
promesa y no había entregado los papeles. Un agradecido
y lloroso Millán lo abrazó y comentó: "Paco, eres
uno de mis amigos más leales. Yo estaba muy excitado, y
por eso escribí este oficio ".(122)
Su vida había cambiado a principios de 1941, cuando en
una partida de bridge en casa de Natalio Rivas conoció a
Rita Gasset y se enamoró de ella. Hija de Rafael Gasset,
antaño ministro de Fomento, y prima del filósofo Ortega
y Gasset, Rita era lo bastante joven para ser su hija.
Quedó embarazada y Millán decidió finalmente anular su
matrimonio con Elvira. Le informaron de que, en vista de
la promesa de castidad hecha por su esposa, nada impedía
la anulación canónica. Deferente con Franco, Millán le
informó de sus intenciones. Obsesivamente sensible ante
cualquier indicio de falta de propiedad sexual, Franco
estalló: «No me darás este escándalo. Te prohíbo que
lo hagas,» Millán fue con Rita Gasset a Lisboa, donde
su hija, Peregrina, nació el 23 de enero de 1942. Elvira
la trató siempre con afecto, como si fuese su sobrina.(123)
Tras un largo período enfermo del corazón, Millán
murió el 1 de enero de 1954, casi olvidado.(124) España estaba a punto de perder su imperio
marroquí. La Legión había sido el pilar central de la
ideología africanista que, mezclada con el falangismo,
se había convertido en la peculiar filosofía detrás de
la cruel y violenta guerra de Franco. En la España de
los años cincuenta, nada de eso importaba ya mucho. No
obstante, aun en la muerte Millán conservó parte del
histrionismo que le había caracterizado en vida. Dejó
instrucciones de que no hubiese honores en su entierro y
no se le hiciesen los honores militares debidos a su
rango y a sus condecoraciones.Una sencilla ceremonia con
sus escoltas legionarios imitó los entierros en campo de
batadla de la Legión. (125)Con toda razón, la nota
necrológica publicada en el ABC afirmaba que era el
hombre que había creado «la escuela de 1936». Entre
los presentes en el entierro estaban algunos de los
africanistas y franquistas más prominentes: los
generales Agustín Muñoz Grandes, Camilo Alonso Vega y
Francisco Franco Salgado-Araujo, así como su biógrafo,
el general Carlos Silva. Elvira Gutiérrez recibió un
telegrama de pésame del Caudillo, que no asistió al
entierro. Ahora intentaba presentarse ante el mundo como
el aliado del presidente norteamericano Eisenhower, y no
deseaba que lo vincularan con Millán.(126)
NOTES
1. Paul Preston, Franco,
A Biography, Harper Collins, Londres, 1993, pp.
91-92, 186, 250-251. p
2. Carlos de Silva, General Millán Astray, El
Legionario, AHR, Barcelona,1956, pp. 39-43.
3. Silva, ibídem, pp. 46-47, 52-64.
4. David S. Woolman, Rebels in the Rif: Abd el Krim
and the Rif Rebellion,Stanford University Press,
Stanford, 1969, p. 66. Acerca de José Millán Astray,
padre, véase Carlos Rojas, ¡Muera la inteligencia!
¡Viva la muerte! Salamanca 1936.Unamuno y
Millán Astray frente a frente, Planeta, Barcelona,
1995, pp. 72-80.
5. Véase un artículo anónimo basado en entrevistas con
la hija de Millán 27r
Astray, Peregrina, "Militar y caballero. José
Millán Astray", El Figaro, 28 de enero de
1995, p. 58.
6. Silva, Millán Astray...Op. cit., pp. 67-85.
7. Ibidem, Pp. 91-106.
8. Ibidem, p. 108.
9. José Millán Astray, "Prólogo", comandante
Franco, Marruecos: Diario de una Bandera,
Editorial Pueyo, Madrid, 1922; general Millán Astray, Franco.
El Caudillo, M. Quero y Simón, Salamanca, 1939, pp.
9-12.
10. Silva, Millán Astray...op. cit.,
pp.109-118. 31,
11. Ibidem, pp. 10-35. 32r
12. Arturo Barea, La forja de un rebelde,
Losada, Buenos Aires, 1951, p.315.
13.Tauima Legión, nº 10, enero de 1954, p. 3:
Silva, Millán Astray...op.cit., pp. 124-130,
150; Carlos Blanco Escolá, La Academia General
Militar de Zaragoza ( 1928-1931), Labor, Barcelona,
1989, pp. 86-89; Julio Busquets, El militar de
carrera en España, Ariel, Barcelona, 1984, 3.ª
edición, pp. 100-101.
14. Millán Astray, Franco...op. cit., pp.
171-172: Silva, Millán Astray...op.cit.,pp.
143-147. Woolman, Rebels in the Rif... op. cit.
p. 66.
15. lnazo Nitobé, Bushido, The Soul of Japan. An
Exposition of Japanese Thought, G. Putnam, Nueva
York, 1905r En su prólogo a la versión en castellanco -El
Bushido, Gráficas lbarra, Madrid, 1941-, Millán
Astray se describe como el traductor, aunque en otra
parte del texto se menciona la colaboración de Luis
Álvarez de Espejo. Véanse también Ernesto Giménez
Caballero, Memorias de un dictador, Planeta,
Barcelona.1979, p. 275: Silva, Millán Astray...op.
cit., p. 144.
16. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida junto a
Franco, Planeta, Barcelona. 1977 p. 42; Silva, Millán
Astray...op cit , p. 146.
17. Barea, La forja...op. cit., p. 315.
18. Arturo Barea, Struggle, for the Spanish Soul,
Secker & Warburg, Londres, 1941, pp. 30-31
19. Ramón Garriga, La Señora de El Pardo,
Planeta, Barceluna, 1979, p. 40; José Martín Blázquez,
Helped Build an Army: Civil War Memoirs of a Spainish
Staff Officer, Secker & Warburg, Londres, 1939,
p 302; Herbert R. Southworth, Antifalange: estudio
crítico de "Falange en la guerra de España: la
Unificación y Hedilla" de Maximiano García
Venero, Ruedo Ibérico, París, 1967, pp. xxi-xxii;
Guillermo Cabanellas, La guerra de los mil días,
2 vols., Grijalbo, Buenos Aires, 1973, II, p. 792.
20. Preston,Franco..., op. cit., pp.27-34.
21. Claude Martin, Franco. soldado y estadista,
Fermín Uriarte, Madrid,1965, pp. 129,130.
22. Mijail Koltsov, Diario de la guerra de España,
Ruedo Ibérico, París, 1963, pp. 88,89; John Whitaker,
«Prelude to World War: A Witness from Spain" en Foreign
Affairs, vol. 21, n.91, octubre de 1942, pp.
105-106.
23. Barea, Laforja..., op. cit., pp.315-316.
24. Barea, Struggle..., op. cit., p.23.
25. Hilari Raguer, El general Batet. Franco contra
Batet: Crónica de una venganza, Ediciones
Península, Barcelona, 1996, p. 331.
26. Silva, Millán Astray...op. cit., p.38.
27. Eugenio Vegas Latapie, Caminos del desengaño:
memorias políticas II 1936-1938, Tebas, Madrid,
1987, p. 173.
28. Juan de la Cierva y Peñafiel, Notas de mi vida,
Instituto Editorial Reus,Madrid, 1955, p. 281; Niceto
Alcalá Zamora, Memorias, Planeta, Barcelona,
1977, pp. 76,77; Carolyn, P. Boyd, Praetorian
Politics in Liberal Spain, University of North
Carolina Press, Chapel Hill, 1979, pr 192.
29. Giménez Caballero, Memorias..., op. cit.,
p.43.
30. Julián Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los
españoles, 2 vols., Librería Española, París,
2ª. edición, 1968, I, p. 5.
31. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida...op.
cit., pp. 52-53.
32. Millán Astray, Franco...op. cit., p. 17
33. Silva, Millán Astray..., op. cit., pp.
165-169.
34. Torcuato Luca de Tena, Franco, sí, pero...,
Planeta, Barcelona, 1993, p.31.
35. Silva, Millán Astray...op. cit., p. 229.
36. José María Pemán, Mis almuerzos con gente
importante, Dopesa, Barcelona, 1970, p. 138.
37. Dionisio Ridruejo, Sombras y bultos,
Destino, Barcelona, 1977, pp. 110, 112.
38. Rafael Abella, Por el imperio hacia Dios.
Crónica de una posguerra (1939-1955), Planeta,
Barcelona, 1978, pp. 171-172.
39. Ridruejo, Sombrasy bultos...op. cit., p.110.
40. Boyd, Praetorian Politics...op. cit., p.214.
La disputa entre Millán Astray y los junteros provocó
la publicación de un libro escrito por Francisco Madrid,
El ruidisimo pleito de las juntas de defensa y
Millán Astray, Gráficas Costa, Barcelona, 1922.
41. Boyd, Praetorian Politics..., op. cit., pp.
225-226.
42. Ibídem, pp.228,229; De la Cierva, Notas...op.
cit., p.281; Joaquín Arrarás, Historia de la
Cruzada española, 8 vols., Ediciones Españolas,
Madrid, 1939-1943,I, p. 121; Silva, Millán
Astray..., op. cit., pp. 169-176; Stanley G. Payne, Politics
and the Military in Modern Spain, Stanford
University Press, Stanford, 1967, pp.182-183.
43. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op.
cit., pp. 63, 67,68; Blanco Escolá, La Academia
General Militar..., op. cit., p. 99; Silva, Millán
Astray op... cit., pp. 175-184.
44.Carlos Navajas Zubeldía, Ejército, Estado y
Sociedad en España (1923-1930}, Instituto de
Estudios Riojanos, Logroño, 1991, p.56; Francisco Franco
Salgado-Araujo, Mis conversaciones privadas con
Franco, Planeta, Barcelona, 19767 p. 361;Silva,
Millán Astray..., op. cit., pp. 184,191, 243.
45. Gabriel Maura Gamazo, Bosquejo histórico de la
Dictadura. I 1923-1926, Tipografia de
Archivos, Madrid, 1930, p. 217.
46. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op.
cit., p. 75; Blanco Escolá, La Academia General
Militar...op. cit., pp. 12, 99-100; Guillermo
Cabanellas, Cuatro generales, 2 vols., Planeta,
Barcelona, 1977, I , pp. 93, 140.
47. Blanco Escolá, La Academia General Militar...op.
cit., pp.87-89, 102,122.
48. Francisco Franco Salgado-Araujo7 Mi vidar'., op.
cit., p.97
49. Manuel Azaña, Obras completas, 4 vols.,
Oasis, México D.F.1966-1968, IV, p. 226.
50. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mis
conversaciones... op. cit., p.499; Luis Galinsoga y
Francisco Franco Salgado-Araujo, Centinela de Occidente
(Semblanza biográfica de Francisco Franco}, Editorial
AHR, Barcelona, 1956, p.158; Silva, Millán
Astray..., op. cit., p. 196.
51. Manuel Portela Valladares, Memorias. Dentro del
drama español, Alianza, Madrid, 1988, p.184.
52. Alejandro Lerroux, La pequeña historia. Apuntes
para la Historia grande vividosy redactados por el autor,
Editorial Cimera, Buenos Aires, 1945, p. 346; Francisco
Franco Salgado-Araujo, Mi vida... op. cit., p.
113.
53. Figura en varias fotografías de los principales
mandos y de los ministros publicadas en Ricardo de la
Cierva, Francisco Franco: un siglo de España, 2
vols.,Editora Nacional, Madrid, 1973, I, pp. 394, 407.
54. Ministerio de la Guerra, Estado Mayor Central, Anuario
militar de España. Año 1936, Imprenta y Talleres
del Ministerio de la Guerra, Madrid,1936, p.361.
55. Millán Astray, Franco...op. cit., p. 27;
Cabanellas, Cuatro generales,op. cit., I, pp.
431-432; José Ignacio Escobar, Así empezó, G.
del Toro, Madrid, 1974, p. 166; Millán Astray...,
op. cit.,pp.233-235.
56. Cabanellas, Cuatro generales..., op. cit.,
II, pp. 424, 431.
57. ABC (Sevilla) 18 de agosto de 1936;
Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida...op. cit.,
p. 190; Vegas Latapie, Los caminos..., op. cit.,
p.173.
58. José P. San Román Colino, Legislación del
Gobierno Nacional, 1936, segundo semestre, SHADE,
Ávila, 1937, pp. 93-95, citado por Herbert Rutledge
Southworth en Guernica! Guernica! : A Study of
Journalism, Propaganda and History,
University of California Press, Berkeley, 1977, p. 411.
59. ABC (Sevilla) 14 de agosto de 1936.
60. ABC (Sevilla) 15 y 16 de agosto de 1936;
Antonio Bahamonde y Sánchez de Castro, Un año con
Queipo: memorias de un nacionalista, Ediciones
Españolas, Madrid, 1938, pp. 34,35; Cabanellas, Cuatro
generales, op. cit., II, pp. 253-254.
61. Jaime del Burgo, Conspiración y guerra civil
española, Alfaguara, Madrid, 1970, pp. 158-159.
62. Pedro Laín Entralgo, Descargo de conciencia
(1930-1960), Barral Editores, Barcelona, 1976, pp.
178,179.
63. Véase Millán Astray, Franco...,op. cit.,
p. 19, donde escribe que "Franco con nuestro Martí
Goded y con el que esto escribe, procuró oponerse al
nuevo rumbo temible que España emprendían".
64. Giménez Caballero, Memorias...op. cit., p.
90r.Su libro, Franco. El Caudillo, constituye un
himno de alabanza ininterrumpida de Franco.
65. Cabanellas, Cuatro generales, op. cit., II,
p. 30; Rafael Abella, La vida cotidiana durante la
guerra civil. I) La España nacional,
Planeta, Barcelona, 1978, pp. 57-58.
66. Vegas Latapie, Los caminos...op. cit., p.89.
67. Alfredo Kindelán, Mis cuadernos de guerra,
Planeta, Barcelona, 2ª edición, 1982, pp.103-105.
68. Véase Preston, Franco...op. cit.,
pp.174-189; Cabanellas, Cuatro generales, op.
cit.,II, pp.330-333.
69. Emisión del 4 de octubre, cuyo texto se reproduce en
Millán Astray, Franco..., op. cit., pp.41-44.
70. Pilar Franco Bahamonde, Nosotros los Franco,
Planeta, Barcelona, 1980, p. 54; Ramón Garriga, Nicolás
Franco, el hermano brujo, Planeta, Barcelona, 1980,
Acerca de Hammaralt y sus actividades, véase también
Ángel Alcázar de Velasco, Siete días de Salamanca,
G. del Toro, Madrid, 1976, pp. 120-121.
71. Abella, La España nacional, op. cit., p.
109; Acerca de Aguilera, véase Preston, Franco...op.
cit., pp. 190-191.
72. Charles Foltz, Jr., The Masquerade in Spain,
Houghton Miffiin, Boston, 1948, p. 80.
73. Luis Portillo, "Unamuno's Last Lecture", en
Cyril Connolly, The Golden Horizon, Weidenfeld
& Nicolson, Londres, 1953, p. 398.
74. Luis Moure Mariño, La generación del 36:
memorias de Salamanca y Burgos, Ediciós do Castro,
La Coruña, 1989, p. 70.
75. Moure Mariño, La generación del 36..., op.
cit., p. 71.
76. Antoni Pelegrí, Catalans entre la falç i les
lletxes, Oikos-Tau, Barcelona, 1996, p. 215.
77. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op.
cit., pp. 190-191.
78. Ibídem, p. 201.
79. Ridruejo, Sombras y bultos, p. 110.
80. Moure Mariño, La generación del 36..., op.
cit., pp. 73-79; Luis Portillo, "Unamuno's Last
Lecture", op. cit., pp. 397-403; Carlos
Rojas, Muera la inteligencia! ...op. cit., pp.
134-139; Preston, Franco...op. cit.,pp. 191,192;
Abella, La España nacional, op. cit., pp.110-112.
81. Moure Mariño, La generación del 36...op. cit.,
p.431.
82r Francisco Franco Salgado-Araujo,Mis
conversaciones..., op. cit., p.431.
83. Silva, Millán Astray..., op. cit., p. 200.
84. Almirante Juan Cervera Valderrama, Memorias de
guerra (1936-1939), Editora Nacional, Madrid, 1968,
p.33.
85. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op.
cit., p.219.
86. Millán Astray, Franco..., op. cit.,
pp.61-62.
87 Philippe Nourry, Francisco Franco: La conquete du
Pouvoir, Denoel, París, 1975, p. 542.
88. Giménez Caballero, Memorias.. op. cit., pp.
88-90; Moure Mariño, La generación del 36...op.
cit., p.69; Vegas Latapie, Los caminos..., op.
cit., p. 175.
89. Giménez Caballero, Memorias...op. cit., pp.
88-92; Millán Astray, Franco..., op. cit.,
pp.47-52.
90. Del Burgo, Conspiración..., op. cit., pp.
730-732; Ronald Fraser, The Blood of Spain. The
Experience of the Civil War, 1936-1939, Allen Lane,
Londres, 1979, p. 207.
91.Del Burgo, Conspiración..., op. cit.,
pp.870-871.
92. Giménez Caballero, Memorias..., op. cit.,
p. 106.
93. Torcuato Luca de Tena, Papeles para la pequeña y
la gran historia. Memorias de mi padre y mías,
Planeta, Barcelona, 1991, p. 264.
94. Millán Astray, Franco..., op. cit.,
pp.47,50, 77,79, 161-165.
95. Ibídem, pp. 229,237
96. Cabanellas, Cuatro generales, op. cit., II ,
pp. 424, 431; Del Burgo, Consipiración..., op. cit.,
p.885. Acerca del funeral en Burgos, véanse
Cervera, Memorias...op. cit., p. 167 y Antonio
Ruiz Vilaplana, Doy fe: un año de actuación en la
España nacionalista, Éditions Imprimerie
coopérative Étoile, París, s.f. [1938], pp.121-122.
97. Maximiano García Venero, Falange en la guerra de
España: la Unificación y Hedilla, Ruedo Ibérico,
París, 1967, p. 295.
98. Olao Conforti, Guadalajara: la prima sconfitta
del fascismo, Mursia,Milán, 1967, pp. 34-35.
99. García Venero, Falange/Hedilla, op. cit.,
p. 404.
100. Millán Astray, Franco...op. cit., pp.
193-201.
101. Ibídem, p. 209.
102. Ridruejo, Sombras y bultos, op. cit., pp.
110-112.
103. Abella, La España nacional, op. cit.,
pp.146-147; Silva, Millán Astray...op. cit.,
pp.204-222.
104. Manuel Valdés Larrañaga, De la Falange al
Movimiento (1936-1952), Fundación Nacional
Francisco Franco, Madrid, 1996, p. 134.
105. Acerca de Iniesta, véase Preston, Franco...op.
cit., pp. 734, 761-767.
106. Carlos Iniesta Cano, Memorias y recuerdos,
Planeta, Barcelona, 1984, pp. 132-134.
107. Doctor Julio González Iglesias, Los dientes de
Franco, Fénix, Madrid, 1995, pp. 164-172.
108. Laín Entralgo, Descargo de conciencia, op. cit.,
p. 208.
109. Galeazzo Ciano, Diario 1937-1943 bajo la
dirección de Renzo de Felice, Rizzoli, Milán, 1980, p.
143. Acerca del encuentro con Delcroix, véanse J A.
Giménez Arnau, Memorias de memoria. Descifre
vuecencia personalmente, Destino, Barcelona, 1978,
p.101, y Serrano Suñer, Memorias..., op. cit.,
p. 159; Acerca de Delcroix, véase Philip V. Cannistraro,
recop., Historical Dictionary of Fascist Italy,
Greenwood Press, Westport, Connecticut, 1982, p. 161;
Como en el caso de Millán Astray respecto a Franco,
Delcroix fue un propagandista fanático de Mussolini.
110. Pemán, Mis almuerzos... op. cit., p. 138.
Millán Astray estaba obsesionado por el hecho de que
Franco trabajaba catorce horas por día, tanto que en una
recopilación de sus discursos reprodujo por dos veces
uno sobre este tema; véase Millán Astray, Franco...op.
cit., pp.65-68, 187-189. Acerca de sus intentos de
hablar italiano, véase también Giménez Arnau,
Memorias...op. cit., p. 101.
111. Millán Astray, Franco...op cit., pp.
135-136.
112. Pemán, Mis almuerzos...op. cit., p. 137.
113. González Iglesias, Los dientes..., op. cit.,
p. 172.
114. Moure Mariño, La generación del 36..., op.
cit., p. 71; Franco Salgado-Araujo, Mi vida...,
op. cit., p. 238; Fraser, Blood of Spain..., op.
cit., p. 207; Vegas Latapie, Los caminos..., op. cit
, p. 173.
115. Giménez Caballero, Memorias..., op. cit., p.93.
116. Millán Astray, Franco..., op. cit., pp.
135-136.
117. Pemán, Mis almuerzos..., op. cit., pp.
135-136, da una versión sumamente expurgada de esta
anécdota que corría de boca en boca en el Madrid de la
época.Acerca de Celia Gámez, véase El País,
11 de diciembre de 1992.
118. Hilari Raguer, La Unió Democratica de Catalunya i
el seu temps (1931-1939), Abadía de Montserrat,
Barcelona, 1996, pp. 307-308. Véase también Ricardo de
la Cierva, Francisco Franco: Biogralia histórica, 6
vols., Planeta, Barcelona, 1982, IV,p.232
119. José Martínez Esparza, Con la División Azul
en Rusia, Ediciones del Ejercito, Madrid, 1943, pp.
26,27; Gerald R. Kleinfeld & Lewis A. Tambs, Hitler's
Spanish Legion: The Blue Division in Russia,
Southerm Illinois University Press, Carbondale, 1979, pp.
26, 187.
120. Alessandro Cova, Graziani. Un generale per il
regime, Newton Compton, Roma, 1987, p. 280; Silva, Millán
Astray..., op. cit., pp. 238-241.
121. Ricardo de la Cierva, Historia del franquismo:
orígenes y configuración (1939-1945), Planeta,
Barcelona, 1975, p.251.
122. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op.
cit., pp. 323,326.
123.Véase el artículo de autor anónimo basado en
entrevistas hechas a Peregrina Millán Astray,
"Militar y caballero", El Fígaro, 28
de enero de 1995, p. 58.
124. ABC, 2 de enero de 1954; Francisco Franco
Salgado-Araujo, Mi vida...op. cit., p. 335.
125. Tauima Legión, n.º 20, enero de 1954, p.
2.
126. ABC, 3 de enero de 1954.

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