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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
Restauració 1 (1874-1898) - Fonaments de la Restauració
(1874-1898)
La
reducción de las horas de trabajo
Font:
Pi y Margall, Francesc:La
reducción de las horas de trabajo. La reducción de las
horas de trabajo. A: VALENTI, Ignasi [ et. al.].España
1898.Francesc Pi y Margall.Madrid: Edición
Materiales.1968.150-151 pp.
Comentari:
Un dels temes principals del
moviment obrer va ser la reducció de la jornada laboral
a vuit hores.
Francesc
Pi y Margall (1824-1901) adoptà una postura
clara en aquest sentit: la conveniència de limitar les
hores de treball en vuit hores no solament per a
recuperar el desgast del treball sinó també perquè el
treballador poguessin invertir temps en la seva educació
i cultura (necessitat d´una escola d´adults) per a
poder aconseguir << sus aspiraciones y recónditos
deseos>>.
Text:
Piden, hoy los jornaleros que se
les reduzca las horas de trabajo. Quieren que se les
fijen en ocho al día. No nos parecen exageradas sus
pretensiones. No se trabaja mas en buen número de
industrias. Tampoco en las oficinas del Estado. Sobre
que, según laboriosos estudios, no permite más el
desgaste de fuerzas que el trabajo ocasiona.
Más ¿es el Estado el que ha de satisfacer estas
pretensiones? En la individualista Inglaterra empezó por
limitar el trabajo de los niños y las mujeres y acabó
por limitar el de los adultos. Dio primero la ley de las
diez horas, más tarde la de las nueve. No a tontas ni a
locas, sino después de largos y borrascosos debates en
la prensa y el Parlamento. Siguió en Francia el ejemplo
apenas estalló la revolución de 1848.
El trabajo es la vida de las naciones. No vemos por qué
no ha de poder librarlo de los vicios interiores que lo
debiliten o lo perturben el que lo escudó por sus
aranceles contra la concurrencia de los extranjeros. ¡
No es acaso de interés general que excesivos trabajos no
agoten prematuramente las fuerzas del obrero ? ¿ No lo
es evitar esas cada día más frecuentes y numerosas
huelgas que paralizan la producción, cuando no dan
margen a sangrientos conflictos ?.
Ni acertamos a explicarnos por qué se ha de tener reparo
en fijar las horas de trabajo para los adultos y no
fijarlas para las mujeres y los niños. Se las fija para
los niños y mujeres pasando por encima de la potestad
del padre y la autoridad del marido; y ¿ no se las ha de
poder fijar para los adultos pasando por encima del bien
o mal entendido interés del propietario ? Dadas las
condiciones industriales bajo las que vivimos, el adulto
no necesita de menos protección que la mujer y el niño.
Es en la lucha con el capital lo que la caña al ciclón,
la arista al viento.
El Estado, aun considerándose incompetente para la
determinación de las horas de trabajo, podría hacer
mucho en pro de los obreros con sólo establecer el
máximun de las ocho horas en cuantos servicios y obras
de él dependen. Tarde o temprano habrían de aceptar la
reforma los dueños de minas, de campos, de talleres , de
fábricas.
Falta ahora decir que esta reforma exige otras no menos
importantes. Si de las diez y seis horas de ocio no
invirtiese algunas el jornalero en su educación y
cultura, se degradaría y envilecería en vez de
dignificarse y elevarse. se entregaría fácilmente a
vicios que desgastarían sus fuerzas con mayor intensidad
y rapidez que el trabajo. Para impedirlo es necesario
crear en todas partes escuelas de adultos, sobre todo,
escuelas donde oral y experimentalmente se explique las
ciencias de inmediata aplicación a las artes y los
fenómenos de la Naturaleza que más contribuyen a
mantener la superstición y el fanatismo; escuelas que
podrían ya existir hoy si empleásemos en lo útil lo
que gastamos en lo superfluo.
La educación y la enseñanza de las clases trabajadoras
deberían haber sido hace tiempo la preferente atención,
no sólo del Estado, sino también de las Diputaciones de
provincia y los Ayuntamientos. De esa educación y de esa
enseñanza depende que sea regular o anómalo el curso de
la revolución que ahora se inicia por la modesta
solicitud de que se reduzca las horas de trabajo. Podrán
venir días tristes para la Nación, como no nos
apresuremos a llevar luz a la inteligencia de esos
hombres y no les abramos los fáciles senderos por donde
puedan llegar sin dolorosas catástrofes al logro de sus
más lejanas aspiraciones y sus más recónditos deseos.
¿ Nos creéis, entonces, se nos dirá, próximos a una
revolución social de la que no es sino un proemio la
pretensión de que se limite las horas de trabajo ? Ciego
ha de ser el que no lo vea. En todos los monumentos de la
vecina Francia, inclusas las iglesias está esculpida en
grandes caracteres la trinidad moderna, algo más
inteligible que la de Platón y los teólogos: libertad,
igualdad, fraternidad . Conseguida la libertad,
empieza la revolución por la igualdad y hace sentir ya
del uno al otro confín de Europa la alterada voz de sus
muchedumbres y el rumor de sus armas. ¿ Hará esta
revolución pasar a los pueblos por las mismas
convulsiones que la política?.
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