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Sísifo había sido condenado por los dioses
a realizar una actividad absurda. Albert Camus o(1913-1969),
escritor (premio Nobel, 1957) y pensador existencialista,
recrea el viejo mito griego de Sísifo considerándolo
expresión o metáfora de la existencia humana.
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¿Por qué fue condenado a empujar incesantemente
una roca hasta la cumbre de una montaña? Cuando estaba
a punto de morir, quiso poner a prueba el amor de su mujer, ordenándole
que no enterrara su cuerpo sino que lo abandonara. Sísifo
murió y ella obedeció la orden tan contraria al amor
humano; ya en el Hades o infiernos, obtuvo el permiso de Plutón
para volver a la tierra, momentáneamente, para castigar a
su mujer. Pero de nuevo en el mundo de los vivos, el astuto Sísifo
se vanagloriaba del éxito de su estratagema, manifestando
a todo el mundo que no tenía intención de volver a
los infiernos. Así, "durante muchos años más
vivió ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas
de la tierra". Pero, cumpliendo un decreto de los dioses, Mercurio
lo cogió por el cuello y lo devolvió a la fuerza a
los infiernos, donde ya había preparada su roca.
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Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar
sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde
donde la piedra volvería a caer por su propio peso.
Habían pensado con algún fundamento que no hay
castigo más terrible que el trabajo inútil y
sin esperanza. [...]
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Toda
la alegría silenciosa de Sísifo consiste en
eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo
modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace
callar a todos los ídolos. En el universo vuelto de
pronto a su silencio se alzan las mil pequeñas voces
maravillosas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos,
invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario
y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario
conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su
esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal,
no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más
que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás,
sabe que es dueño de sus días. En ese instante
sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo
vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie
de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado
por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado
por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente
humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que
sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha.
La roca sigue rodando.
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Dejo a Sísifo
al pie de la montaña. Siempre vuelve a encontrar su
carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior
que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también
juzga que todo está bien. Este universo por siempre
sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada
uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta
montaña llena de oscuridad forma por sí solo
un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta
para llenar un corazón de hombre.
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Volver al pie de la montaña
y reanudar el camino hasta la cumbre es una representación
del constante recomenzarde muchas actividades humanas. Cuando
dominamos un procedimiento o un arte, éste ya está
obsoleto. Cuando con esfuerzo hemos logrado la satisfacción
de un deseo, renace uno nuevo. Es necesario reconquistar constantemente
valores como la libertad, la democracia, la autenticidad.
Pero hace falta imaginar a Sísifo feliz. La toma de
conciencia de la propia condición, el no optar por el camino
fácil de la sumisión es lo que puede llenar el
corazón de un ser humano. La ética de Camus es
la ética de la lucha, el esfuerzo y la revuelta .
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