1. Para los humanos, rojas; para las abejas, ultravioletas Las amapolas en flor que el viento no para de columpiar en un campo ufano, ¿son rojas o ultravioletas? Evidentemente, para los hombres son rojas: las vemos rojas. Pero para una abeja que en este campo busca su polen, ¿son también rojas? La respuesta que los humanos podemos dar a esta pregunta es negativa: para las abejas estas amapolas no serían rojas sino ultravioletas.
La abeja no puede percibir sino aquello que su aparato nervioso-sensorial determina a priori. Los humanos sólo podemos percibir aquello que nuestro aparato nervioso-sensorial nos determina a priori; sin embargo, hay muchas cosas que sabemos y no percibimos, que caen fuera de nuestro mundo perceptual pero no conceptual. Nuestro aparato nervioso-sensorial sólo nos permite responder a un sector muy reducido del inmenso campo de energía electromagnética, o sea, el espectro visible (los colores) constituye una pequeña parte del espectro electromagnético. Y no sólo el ojo humano, nuestro receptor visual, tiene unas limitaciones determinadas a priori, sino que todos los receptores de nuestro aparato nervioso-sensorial tienen los propios a priori. Los olores que capta un perro no son los olores que un humano capta: su mundo olfativo es mayor que mi mundo olfativo. Los leves ruidos que capta una lagartija me resultan completamente imperceptibles: su mundo auditivo no es mi mundo auditivo, los suyos a priori no son los míos. |
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