Convivir en un mundo tecnificado


  

En un tiempo progresivamente tecnificado y después de la quiebra de las formas tradicional de sociabilidad conviene pensar una ética de la relación que, a través del consenso racional, pueda ofrecer a los humanos una mínima guía para convivir en el mismo mundo. Ésta es la idea de fondo y la preocupación que late en el libro de Ramon Alcoberro, profesor en la Universidad de Girona, titulado Éticas para un mundo complejo. Un mapa de les tendencias morales contemporáneas.

El autor comienza su estudio definiendo y explicando las características de las éticas aplicadas; hace referencia, también, a algunos de los grandes clásicos en estos ámbitos, especialmente a Hans Jonas y a su principio de responsabilidad. Un capítulo central es el dedicado a la bioética, una de las éticas aplicadas que se ha desarrollado en paralelo con las espectaculares expectativas que va ofreciendo la biología. Se matizan las diferentes maneras de entender la bioética y se exponen sus principios básicos.

La ética ambiental, con la exploración del uso y el abuso de la naturaleza, es otro de los ámbitos tratados en el libro; se búsqueda una idea integral de la naturaleza que pase por la sostenibilidad. También se habla de tecnoética como parte de la ética aplicada, la que reflexiona sobre las consecuencias del cambio tecnológico producido en nuestra sociedad de la información. Obviamente, se explora el mundo de internet y no se olvida hacer referencia al fenómeno 'hacker' planteando la cuestión de su moralidad . El libro se cierra entrando en otro ámbito de las éticas aplicadas, la ética empresarial y profesional.



 
     

    «Eso implica que han aparecido formas de conflicto nuevas, que abocan a una ética nueva. O, como mínimo, a la revisión en profundidad de los viejos esquemas a raíz de las nuevas circunstancias tecnocientíficas. Tradicionalmente los conflictos se producían entre unos grupos humanos (miembros de determinadas clases sociales, adeptos a determinadas religiones...) y otros que eran los adversarios. No todo el mundo resultaba afectado por igual por un conflicto: había jerarquía, con vencedores y vencidos. Hoy, pero, el riesgo, personificado en un problema ecológico, en una intoxicación alimentaría (o en el espantajo de una guerra bacteriológica) implican por igual todos los miembros de una sociedad y, potencialmente, toda la especie humana. El único que tal vez nos diferenciaría es el momento en que seríamos afectados y la conciencia subjetiva del riesgo, que aumenta con la riqueza y el nivel cultural. En tiempo de la guerra fría se decía: "quién dispare primero, morirá el último"; ahora, pero, la vaca loca, la bacteria de legionela, el aceite de orujo adulterado o el polvo del asfalto supuestamente cancerígena los puedes encontrar por todas partes (también en los restaurantes de categoría) sin ninguna conciencia del peligro y distribuidos democráticamente en forma de lotería. [...]

     La bioética se enfrenta hoy a toda una serie de retos nuevos provocados por las posibilidades abiertas con las nuevas tecnologías y con el desciframiento del genoma. No se trata sólo de regular las relaciones médico-enfermo, sino que es preciso iniciar una nueva lectura de la vida en términos éticos y, además, eso se debe hacer en medio de cambios sociales, tecnológicos e incluso religiosos que afectan globalmente las condiciones de vida humana así como lo que, por lo menos en la tradición de los grandes religiones, se había considerado la "sacralidad" (hoy diríamos la "dignidad") de la vida. Cada vez más la bioética aparece como uno de los temas privilegiados de la democracia deliberativa. Es preciso pensarla en el contexto de un debate global no sólo sobre aquello que entendemos por salud, sino también sobre el entorno que da sentido a la salud. El paciente ya no se reconoce sólo como "enfermo", sino como agente moral autónomo, como persona que debe tomar unas decisiones que tienen que ser respetadas. Por ello es preciso clarificar el punto de vista del que partamos, porque a menudo en bioética hay un malentendido terminológico. Habría necesidad de poner en claro si se habla del hombre como ser vivo, simplemente biológico, o si se le considera como "persona", insertado en un conjunto de relaciones globales. [...]

     La gran pregunta abierta por las nuevas tecnologías y por la transformación de las dimensiones planetarias provocada por Internet es si la democracia como procedimiento y la crítica como espuela de los cambios podrán continuar siendo valiosas en el nuevo ámbito tecnológico que hemos comenzado a vivir en el último cuarto de siglo pasado y que se extenderá, por lo que parece, a lo largo del siglo XXI. Los intentos neototalitarios de controlar Internet o de eludir el debate público tecnología y sociedad no auguran nada bueno. Sólo la crítica puede evitar el divorcio entre "la ciencia" y "la gente", que inevitablemente nos abocaría a la barbarie.»

ALCOBERRO, Ramon. Ètiques per un món complex. Un mapa de les tendències morals contemporànies. Lleida: Pagès editors, 2004. (Pàgs. 30, 86 y 197)



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