Desde el mismo inicio de Roma como Imperio (-27) surgen intentos de conciliación entre religiones y filosofías. Son intentos de conciliar o armonizar las religiones, un conjunto de creencias que se basan en una fe y hablan de una revelación indiscutible, con las filosofías, un conjunto de saberes que se fundamentan en la razón y no parten de verdades indiscutibles.    
           
  El personaje que protagoniza con más plenitud estos intentos es Agustín de Hipona, nacido en el África romana en el año 354.

Después de Platón y Aristóteles, Agustín, san Agustín, es el filósofo más relevante e influyente. Unos ochocientos años después de Platón y casi unos cuatrocientos años después de la fundación del cristianismo, Agustín concilia y armoniza ambas concepciones de la vida.
 
           
 

Cuando Agustín muere (430) , los vándalos estaban asediando la ciudad africana de Hipona, de la que era obispo. Antes, en el 410, ya había presenciado la caída de las murallas de Roma por los visigodos liderados por Alarico.

Agustín vive el final de un mundo, el romano, y entrevé un mundo nuevo, el cristiano, los fundamentos del cual él consolidó, unos fundamentos para los siguientes mil años.


Si ya has leído y captado lo más básico sobre esta época y sobre Agustín de Hipona:

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