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2. Buda
Siddharta Gautama (-566/-486) era hijo de una rica
e influyente familia. Pero a la edad de 29 años abandonó su bienestar
e inició una vida de asceta errante. Profundizó en el conocimiento
de los Upanixads y, a los 35 años, logró lo que ansiaba: inmóvil
al pie de un árbol durante 49 días, descubrió el
misterio de la liberación, el nirvana. Así, se convirtió
en Buda, el iluminado. Murió a los 80
años habiendo alcanzado primer el cese o neutralización del deseo y la
acción, o sea, el nirvana.
¿Por qué Siddharta abandonó su bienestar?
La leyenda explica que un adivino presagió que se convertiría en
uno asceta errante. Su padre, para evitarlo, lo protegió en su
confortable mansión ofreciéndole todo tipo de placeres. Pero las cuatro
fugas o salidas de casa le llevaron a abandonar su cómoda vida.
Cuando se escapó por primera vez, por la puerta del este, viendo
a un viejo sufriendo descubrió la vejez; no
todo el mundo era joven y bello como los que le rodeaban. En la segunda
salida, por la puerta del sur, vio una mujer enferma: descubrió
la enfermedad y consideró que la salud era como
un sueño huidizo. Escapándose por la puerta del oeste, descubrió
la muerte al ver que llevaban un cadáver a la pira
funeraria: la vida se escapa inesperadamente. En su cuarta y última salida,
por la puerta del norte, vio un asceta o monje que mendigaba,
con una túnica color azafrán, tranquilo e irradiando serenidad y felicidad.
El camino del asceta iba a ser su camino.
El punto de partida de la inquietud de Buda no es nada teórico,
es la constatación del dolor, del sufrimiento y de
la muerte, en una palabra, de la insatisfacción, como constante en la vida cotidiana de los hombres. La insatisfacción es inseparable de la vida: siempre esperamos alguna cosa más.
De los Upanixads aceptó las nociones de karman,
samsara, moksa, o sea, la doctrina del encadenamiento de
causas y efectos, la reencarnación inevitable; buscó también
la liberación: la rotura de la cadena de dolores
y padecimientos. Pero Buda rechaza el concepto de Brahman
y la posibilidad del yo de identificarse con él. El budismo
es, pues, una religión sin Dios. No existe ningún
Absoluto, todo es cambio y transformación, no hay nada permanente
ni al exterior (Brahman) ni al interior (Atman).
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Después de la iluminación, Buda inició la propagación de su dharma
o verdad budista. El Sermón de les Cuatro Nobles Verdades
lo condensa y constituye el núcleo del budismo.
Primera noble verdad: toda existencia está impregnada de sufrimiento, de pena, de insatisfacción, de frustración ante la caducidad de un mundo en constante cambio; todo es esencialmente huidizo. |
Segunda noble verdad: el origen del sufrimiento se encuentra en el afán de vivir, en el deseo de actuación, de placer, de posesión. Nos percibimos, erróneamente, separados del mundo y del otro: en conflicto. |
Tercera noble verdad: el sufrimiento se
suprime aniquilando la sed de vivir, de gozar, de actuar.
La extirpación radical de los deseos y pasiones nos conduce a
una serenidad y tranquilidad absolutas. Se acaba con la insatisfacción cuando se vuelve a un estato de armonia y identificación con el todo. Es el nirvana.
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Cuarta noble verdad: el camino que conduce al nirvana
es el noble camino de los ocho pasos; quién
le sigue se acerca a la iluminación. Son los siguientes: 1. Conocimiento
recto de les cuatro verdades; 2. Actitud recta: alejarse de odios,
envidias…; 3. Palabra recta: no mentir ni hablar inútilmente;
4. Acción recta: buena conducta moral; 5. Ocupación recta: ganarse
la vida sin mal; 6. Esfuerzo recto: fomentar tendencias buenas;
7. Pensamiento recto: no ceder a los deseos; 8. Concentración
recta: meditación.
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Formar parte de una comunidad budista, con monjes
y monjas mendicantes, implica aceptar cinco preceptos fundamentales
y cinco reglas. Son como los diez mandamientos de la comunidad o
sangha.
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Los cinco preceptos son: no matar
o destruir vida; no robar; llevar una vida casta; no mentir; no beber
bebidas alcohólicas. Las cinco reglas: comer sólo
en les horas establecidas; no participar en danzas, cantos, espectáculos
o actividades frívolas; no embellecer el propio cuerpo con joyas u
ornamentos parecidos; no hacer servir camas o asientos altos y suntuosos;
no aceptar ni plata, ni oro, ni dinero.
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