Creencias y saberes Un Templo no es, como sí un Ágora, un lugar de debate. Es un lugar donde se anuncian respuestas o soluciones a problemas humanos; unas respuestas que se aceptan, se creen y son una guía para la vida. En los templos, la primacía corresponde a las creencias, unas creencias que pueden llegar en tener más fuerza que los saberes.
Las relaciones entre «creer» y «saber» son complejas. Ya el viejo Platón, cuatrocientos años antes de Cristo, intentando poner luz, afirmaba que un saber es una creencia justificada y verdadera; desde su perspectiva, las creencias están por debajo de los saberes. Ahora bien, desde otras perspectivas, las creencias, alejadas de los saberes pero arraigadas al más profundo de la vida, son la gran fuerza que hace mover a los humanos. Las creencias, defienden diferentes pensadores, se imponen por encima de los saberes, o sea, la fe tiene más poder que no la razón. A la hora de buscar sentido a la vida, la religión siempre ha superado las filosofías. |
Religión y Filosofía Desde los primeros siglos del cristianismo, los pensadores cristianos, extendiendo y procurando hacer más comprensible el mensaje evangélico, recurrieron a la filosofía. De este modo, el pensamiento cristiano, que trataba cuestiones que ya habían preocupado a los filósofos, recibió una profunda influencia de una determinada filosofía, la de Platón.
Igualmente, los filósofos cristianos estructuraron, influenciados por la filosofía platónica, la ética cristiana, en la que se acentúa el deber de quererse unos a otros, el riesgo del pecado y la posibilidad del perdón. El Credo o Creo en Dios es una de estas elaboraciones; en un lenguaje popular e inteligible, el Credo expresa las creencias fundamentales y básicas del cristianismo. Ciertamente, toda religión tiene su propio Credo.
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Algunas afirmaciones del Credo El Credo contiene bastante afirmaciones que van más allá de cualquier filosofía; pero, otras, muestran un claro trasfondo o parentesco filosófico. Fijémonos sólo en algunas de les ideas que se proclaman. «Creo en Dios» De entrada, no es un saber sino una creencia, una convicción,
o un asentimiento a un mensaje revelado. Aquí, creer se
opone a saber y a conocimiento. Si lo que anuncia una creencia es
conocido y demostrado, entonces no puede ser objeto de fe: la
fe implica riesgo. Los filósofos griegos buscaban saberes, no creencias.
«Creo en un Dios» El cristianismo es un monoteísmo, no un politeísmo. Pero
un monoteísmo que afirma un Dios Padre, un Dios Hijo y un Dios Espíritu;
un monoteísmo trinitario, de tres personas. Contrastaba y se alejaba del
politeísmo griego y romano; ahora bien, tanto Platón como Aristóteles
ya tendían a una visión monoteísta de dios.
«Un Dios Padre» Un Padre con un hijo, el ser humano,
hecho a imagen suya. El dios griego Zeus, o su equivalente
romano Júpiter, es una divinidad muy distinta: la divinidad que mantiene
el orden del universo, hecha a imagen del hombre.
«Un Dios creador» Una novedad dentro de el pensamiento filosófico; ningún
filósofo había hablado nunca de creación del mundo: de la "nada"
no puede surgir nada. Para los griegos, el mundo es eterno, sin principio
ni fin. Explicar la creación será uno de los retos más
grandes por los primeros filósofos cristianos.
«Creador del cielo y de la tierra» Cielo y tierra, un dualismo que encajaba profundamente
con el dualismo dominante en el pensamiento de Platón. El cielo, eterno,
y la tierra, temporal. A este dualismo cosmológico,
se asoció, justamente por influencia platónica, un
dualismo antropológico: el alma o espíritu, realidad buena y superior,
y el cuerpo, materia o sexualidad, realidad mala e inferior. Paradójicamente,
la materia (creada por Dios) y la sexualidad ("creced y multiplicaos"
dice el relato bíblico) serán menospreciadas: un exceso de platonismo.
«Dios tiene que venir a juzgar» El tiempo se acabará y los humanos serán juzgados. Se
muestra la concepción judía del tiempo: un tiempo lineal,
huidizo como una flecha. Los griegos, de otra manera, tenían una visión
cíclica del tiempo: como una rueda que eternamente da vueltas.
«Resurrección de la carne» No se habla de inmortalidad de la alma, idea platónica, sino de resurrección de la carne, de la totalidad de la persona. La dicotomía alma y cuerpo, totalmente platónica, no queda establecida en el Credo, es más platónica que bíblica. |