La
familia como agente socializador
Para sobrevivir,
los seres humanos necesitan de la ayuda de los adultos durante un período
de tiempo relativamente largo. Este hecho ha llevado a todas las sociedades
a organizarse en torno a grupos de personas que generalmente conocemos
bajo el nombre de familia. Dada la ingente cantidad de modalidades que
los diferentes grupos humanos han inventado para organizar su convivencia,
definir con absoluta concreción y validez qué es la familia
resulta una tarea imposible. Por eso, al referirnos a ese tipo de grupo,
es más conveniente utilizar la expresión 'estructuras familiares'
para destacar, además, el hecho de que la familia ha conocido formas
organizativas muy distintas según el tipo de sociedad y el momento
histórico. Pero, independientemente de cuál sea su estructura
-la forma de las relaciones de parentesco
, de las costumbres matrimoniales, del tipo de control de la conducta
sexual o de la realización de cualquier otra función-, la
familia cumple con el cometido de mantener y socializar al niño,
al mismo tiempo que contribuye a mantener el control social, constituyéndose
en el primer agente de socialización, y no sólo por ser
el primero en actuar sino, fundamentalmente, por el carácter cualitativo
de su influencia.
En la fase infantil el ser humano comienza su integración social.
Y es con su familia donde, por un lado, aprende determinados comportamientos
relativos a las formas de comer, dormir, buscar abrigo, sentir, amar,
comunicarse, sentarse, saludar, divertirse, reir, gesticular, lavarse,
jugar, vestirse, educar a los niños,
y, por otro, interioriza
creencias, valores, normas y técnicas de conducta, una estructura
social determinada, un código moral, al aprender lo que está
bien y lo que está mal hecho, qué prácticas reciben
premios y signos de aprobación, y cuáles castigos y reproches,
y lo que ellos implican. A todo esto hay que agregar que, en este grupo
primario, las relaciones que se establecen entre los miembros implican
a cada individuo en su totalidad y no sólo a uno u otro aspecto
de su personalidad, como sucede en la mayoría de las asociaciones
entre seres humanos. En la familia se produce, por tanto, un aprendizaje
y una interiorización profundamente emocional que la convierten
en la fuente de las influencias más poderosas a las que el individuo
está sometido en todas las sociedades.
La debilidad y dependencia del recién nacido parecen razones suficientes
para justificar la configuración de algún tipo de estructura
familiar, pero no para explicar la larga duración de su influencia.
La explicación radica en la tarea esencial que realiza la familia
al conectar a los individuos y a la sociedad desde el comienzo de la vida
humana: a la sociedad le ofrece un apoyo fundamental socializando a cada
ser de forma individual y dotándolo de una identidad social, y
a los individuos les abre el camino para integrarse, en la sociedad al
mismo tiempo que construye su identidad individual. Este rol
fundamental permite comprender por qué las relaciones familiares,
que pertenecen a un ámbito de intimidad, nunca han sido consideradas
un asunto privado y siempre han estado sometidas a un rígido control
social. En nombre de la trascendencia social que tiene la procreación
y la educación de los hijos otras instituciones sociales han ejercido
un riguroso intervencionismo sobre la familia. Por poner algún
ejemplo, en Occidente el Estado regula la edad mínima para poder
casarse, las obligaciones que contraen los cónyuges entre sí
y respecto a los hijos, y las condiciones de disolución y las formas
de resolver y repartir esta separación, o no permite que un hombre
o una mujer se casen con más de un individuo al mismo tiempo. O
en el caso de la Iglesia católica, consagra el matrimonio, y lo
considera indisoluble.
[Giddens,
A.: La cara oculta de la familia]
[Actividad
1: ¿De quién son los hijos?]
[Actividad
2: Autoanálisis]
[Actividad
3: ¿Hasta dónde llega tu árbol genealógico?]
[Actividad
4: Familia y socialización]
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