En cierta ocasión tuve que actuar como Presidente de un tribunal de oposiciones. Eso me permitió tener una interesante conversación con algunos de los que habían ganado plaza.
Estarás contenta...
¡Claro! Mi marido y yo
llevábamos
años esperando este momento. Era la quinta vez que me
presentaba.
¡Siempre fallaba en la encerrona! Pensaba que nunca sería
capaz de conseguirlo. Ahora podremos tener un hijo, por fin.
¡Habéis esperado
cinco
años! La edad de tener hijos pasa más rápidamente
de lo que la gente imagina. Los jóvenes, los recién
casados,
reciben los primeros hijos con una ilusión y unos ánimos
que quizá luego no son tan intensos. Ignoro vuestra
situación,
pero conozco casos en que es él quien quería retrasar los
hijos, como temiendo perder protagonismo... o nivel de vida. Luego,
cuando
quisieron tener más, no vinieron. Se diría que tuvieron
miedo
a la vida, y perdieron su ocasión.
¿Sabes? Cuando le
conocí
pensé que Dios me hacía un regalo.
Tú también eres un
regalo de Dios para él...
Piensa más bien que Dios os ha hecho una pregunta. ¿Y
qué le habéis respondido?
Los hijos son una respuesta de amor, de confianza en Dios. Y
también
son un regalo de Dios, y una prueba de confianza en vosotros... y una
nueva
pregunta suya.
Mi madre sí que cree en
Dios
y confía en Él.
¿Y tú?
Bueno... a veces pienso que me
convendría hablar con un sacerdote, y me acuerdo de un primo
mío
que se hizo cura.
¿Y dónde
está
ese primo tuyo?
En América...
Te puedes pasar la vida esperando
la ocasión de verle. ¿Por qué no te pasas un
día
por la Catedral? Está abierta casi todo el día y es
fácil
encontrar sacerdotes que te puedan atender... Quizá ya he
hablado
demasiado, pero te diré una cosa más: la familia que
espera
a tiempos mejores para tener hijos se queda encogida, como un bonsai.
A
base de podar ramas y raíces, y de regar con cuentagotas, se
queda
enana.
¡Qué hermoso es el amor fecundo de los esposos!
Como un árbol frondoso, que da fruto... para la vida eterna.