Neoclásico :
Winckelmann
Winckelmann publicó su Historia del Arte
de la Antigüedad (Geschichte der Kunst der Alterthums) en Dresden, en 1764). Se situó
dentro de la estética de la Ilustración; intentó hacer posible su idea de libertad, y
su deseo sexual, en el contexto romano, donde quiso situarse bajo la protección del
Cardenal Albani, lejos de su Alemania natal, convertido al Catolicismo, marcado por su
vulnerabilidad y contradicciones, dominado por la falta de status social y determinado por
su sexualidad equívoca: para ella basó su idea de la amistad viril. Supo dar una nueva
orientación a la ciencia de la Arqueología, a los estudios de la Antigüedad, mediante
su ideal e imaginativa noción de esa Antigüedad en la cual la noción de libertad era
esencial.
Los
fragmentos que habían llegado de la estatuaria antigua eran la base para un análisis
práctico sobre el que Winckelmann basó su comprensión de los elevados y hermosos
estilos del Arte Antiguo; además, estos fragmentos eran signos de un pasado
irremediablemente perdido; Winckelmann estableció una diferencia entre real e ideal.
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LAOCOONTE, mármol, Roma, Museos
Vaticanos.
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Comparó lo elevado, como la Niobe, a lo bello,
el Laocoonte. Dice del Laocoonte: De la misma manera que
el fondo del mar siempre permanece tranquilo por muy agitada que pueda estar la
superficie, de la misma manera las figuras de los griegos, en medio del mayor tumulto de
las pasiones, muestran en sus expresiones un alma grande y sosegada. Este alma está
expresada en el rostro del Laocoonte, y no sólo en su rostro, a pesar de los más atroces
dolores
La expresión de un alma tan elevada supera en mucho la forma de la hermosa
naturaleza: el artista debió experimentar en sí mismo la fortaleza de ánimo que supo
imprimir al mármol.
Y todo
eso en color blanco, puesto que, como hombre del norte, es la emoción del blanco y la luz
lo que él buscaba.

NIOBE MORIBUNDA (hacia 440 a. de C.), mármol,
Roma, Museo de las Termas. En: Historia del Arte Salvat (1979), Barcelona,
Salvat, Vol. 2, 82.
A partir de: RODRÍGUEZ (1995): Del
Neoclasicismo al Realismo, Madrid, Historia 16. |
Su concepción de lo sublime es casi la
antítesis de la noción de Burke sobre lo sublime como masculino y lo bello como
femenino. La Niobe es el reflejo negativo de la potencia que, sin esfuerzo,
la ha dominado, manifestsando el absoluto terror que le ha causado la mortal
retribución que Diana le ha dado. Esta austera sublimidad contrasta con la flotante
belleza del cuerpo de Laocoonte, dominado ante nuestros ojos por el poder divino; aquí la
lucha física manifiesta la imposibilidad de resistencia, manifestando los atributos de
la irresistible belleza del poder divino. En Winckelmann es esencial la
idea dominante de la belleza masculina en la que el cuerpo desnudado (naked, en el
original, y no nude) es el locus de la reflexión erótica del espectador
varonil. La Niobe y la Atenea Farnese ejemplifican la idea del sublime no
erótico en Winckelmann.
Para
el autor la comprensíón de la belleza ideal sólo puede alcanzarse cuando se comprende
que las mayores bellezas vienen más de nuestro sexo (el masculino) que del otro,
destacando el mayor valor de la mirada (gaze, en el original) masculina sobre el
cuerpo varonil.
El Apolo
de Belvedere, con su plena y delicada fragancia juvenil , es el ejemplo del
antiguo ideal sobre el que se juega la trama compleja de fantasía y deseo del sexo de uno
mismo.
De
hecho la respuesta lírica de Winckelmann a la escultura hace poca referencia a la calidad
y condición de su presencia física y usa sus ejemplos (ya sea el Torso del Belvedere
o Antinoo), como pretextos para proyectar su deseo.
Históricamente
la obra de Winckelmann tuvo resonancia, contradictoriamente, en la de David y Pater.
.
A partir de: YARRINGTON (1995): The Flesh
Made Word: "Flesh and the Ideal: Winckelmand and the origins of art history by Alex
Potts, New Haven and London: Yale University Press, 1994." |

LEOCARES (330 a. de C.): Apolo de Belvedere,
mármol, Roma, Galerías Pontificias.Su ideal era el Apolo del Belvedere:
De eterna primavera; ese cuerpo, del cual ninguna vena interrumpe las formas, que no está
agitado por ningún nervio, parece animado de un espíritu celeste, que circula como un
vapor dulce en todos los contornos de esta figura admirable. Penetrado de la convicción
de su potencia, y como abstraído en una alegría concentrada, su mirada augusta penetra
el infinito a lo lejos, extendiéndose más allá de su victoria; pero en los rasgos del
Apolo de Belvedere se encuentras las bellezas propias de todas las otras divinidades
reunidas. Parecida a los tiernos sarmientos de la viña, su bella cabellera flota
alrededor de su cabeza como estuviera suavemente agitada por el hálito de Zéfiro. Parece
perfumada de la esencia de los dioses y se encuentra sujeta con una pompa encantadora en
lo alto de su cabeza por la mano de las Gracias. Viendo esa maravilla del Arte, olvido
todo el Universo. De la admiración paso al éxtasis; siento que mi corazón se dilata y
eleva. |
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