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«Es ocho veces más probable ser atracado en Nueva
York que en Barcelona, el índice de asesinatos por habitante es
diez veces mayor en Chicago que en París. La clase de educación
que se imparte, el tipo de religión individual que se inculca,
la compulsión por zanjar los conflictos de forma rápida
y "pragmática", la defensa individual con armas de fuego, son factores
que hacen entender la alta tasa de criminalidad en la primera nación
del mundo. Pero también la fuerte tensión psicológica
a que lleva la diferencia entre ser un ganador o un perdedor. "En las
escuelas hay que enfatizar la figura de los números uno", repetía
Gingrich en 1995.» (…)
«Una de las mayores diferencias entre europeos y norteamericanos
se pone de manifiesto en las concepciones de lo social. En Europa una
amplia mayoría no tendría problemas en atribuir las causas
del crimen a las circunstancias de marginación, pobreza, deterioro
familiar, falta de escolarización y otros factores de este orden.
En Estados Unidos la fe individualista es tan robusta que, sin faltar
argumentos de contenido social, la evocación a la severidad de
la ley y la dureza contra el relapso es el argumento más repetido
para sanear la situación. Más cárceles y un régimen
más estricto dentro de ellas.» (…)
«Cualquier americano con experiencia europea envidia la vida
de los pueblos mediterráneos, la capacidad de conservar una vida
social y ciudadana, la virtud de compatibilizar'el ocio con el trabajo.
Los americanos apenas se reúnen en un café, apenas comparten
unas copas en un bar, llevan una pobre vida de vecindario que sólo
mejora la pertenencia a algún club o los breves contactos en las
sacristías de las parroquias y los partes cronometrados. Han ido
poco a poco apagando el potencial disfrute de las relaciones familiares
y la facilidad de los contactos amistosos. Su vida está ocupada
por la necesidad de prosperar, ganar dinero, vencer al rival, pagar al
terapeuta.
VERDÚ, Vicente. El planeta americano, Barcelona: Anagrama,
1996.
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