De los orígenes a Alfonso
X el Sabio
La prosa castellana existe desde fecha indeterminada. Sus primeros
testimonios se dan en el siglo X, cuando un monje del monasterio de
San Millán de la Cogolla escribe, entre anotaciones romances,
vascas o latinas a un libro escrito en esta lengua, una breve oración,
que dice, en castellano actual: "Con la ayuda de Nuestro Dueño
Dueño Cristo, Dueño Salvador, que es dueño con
honor..."
Esta es la primera vez que el castellano va más allá
de palabras aisladas y compone una frase con sentido. Por encontrarse
en libros del Monasterio de San Millán de la Cogolla se llaman
glosas emilianenses. Las de Santo Domingo de Silos, se conocen como
glosas silenses.
Posteriormente, los intereses literarios se proyectarían sobre
temas históricos o religiosos. Entre los históricos, destacan
los anales toledanos, escueta relación de acontecimientos asociados
a cada año, y la versión castellana del Liber Regum, llamado
Cronicón Villarense.
Los religiosos se relacionan con el problema judío español.
Encontramos opúsculos polémicos, como la Disputa entre
un cristiano y un judío o las Biblias romanceadas, muchas de
ellas de procedencia judía, como la Fazienda de Ultramar, que
anuncian la obra alfonsí.
Cronológicamente, volvemos a los romanceamientos de historias
latinas, que, posteriormente, aprovecharía Alfonso X: la de Lucas
de Tuy (el tudense) (1236) o la de Jiménez de Rada (el toledano)
(1244).
Otro tema de la prosa medieval fue la geografía, representada
por la Semejança del mundo, continuada hasta el siglo XV.
Del árabe derivan las dos primeras colecciones de cuentos medievales:
a. Calila y Dimna, probablemente encargada por Alfonso X, antes de
ser rey. Narra cómo las inquisiciones del sabio Berzabuey culminan
con la adquisición para su rey de un libro indio que trata de
cómo los dos lobos cervales, Calila y Dimna, aconsejan mal o
bien a su rey, el león, con el triunfo de la justicia sobre el
mal.
b. El Sendebar o Libro de los engaños de las mujeres debió
ser encargado por su
hermano, don Fadrique. Como indica su título, desarrolla una
temática misógina,
derivada del episodio bíblico de la mujer de Putifar: el hijo
del rey Alcos de Judea
rechaza las proposiciones deshonestas de su madastra, que, airada, le
acusa de haber intentado forzarla. El Infante, cumpliendo un voto de
silencio, debe callar durante siete días y siete noches, tiempo
que aprovechan los sabios del rey y la madrastra para defenderlo o atacarlo.
Finalmente, triunfa la verdad: vive el Infante y muere la madrastra.
Comoen Calila e Dimna, la argumentación se hará mediante
cuentos, cuya moraleja se aplica directamente a la situación
presente.
Se perdió una versión castellana del Libro de la escala
de Mahoma, serie de visiones del profeta árabe, que Alfonso X
mandó traducir y que conocemos por la versión latina,
o francesa.
Un género muy cultivado de la prosa prealfonsí es el
de la literatura sapiencial, de proyección política.Se
da a conocer con el Libro de los doze sabios o Tractado de la nobleza
y lealtad (1237), de época de Fernando III, concluido por su
hijo Alfonso, a quien va dedicado, hacia la década de 1250.
Flores de Filosofía, en sus dos redacciones, es una colección
de sentencias para
reyes y nobles.
Más interesantes resultan Poridat de poridades y Secreto de
los secretos, derivados de versiones árabes sobre la vida y sabiduría
de Alejandro Magno.
Una extensa recopilación de textos jurídicos se escribe
ahora como paso previo a las grandes colecciones de leyes alfonsíes.
Primero recogería el Fuero Juzgo visigodo para, después,
recopilar las leyes contemporáneas en el Libro de los fueros
de Castilla y en el Fuero viejo de Castilla. En un tercer paso se compone
un Fuero Real, primera obra que manifiesta el pensamiento original alfonsí.
En leyes equivalentes a capítulos, se divide el Setenario, proyecto
de catecismo o enciclopedia inacabado, sobre diversos temas.
El Espéculo, borrador de las Partidas, ya define el autoritarismo
del rey. Para estos proyectos contó Alfonso con la asistencia
de juristas españoles o italianos, como Jacobo de Junta, Fernando
de Zamora o el Maestro Roldán.
Conservamos obras científicas recopiladas por el rey y utilizadas
posteriormente: distintas versiones del Lapidario, el Libro conplido
de los judizios de las estrellas, tomado del autor árabe Aly
Aben Ragel o el Libro de las cruzes.