LA CRISIS ECOLOGICO-AMBIENTAL.
(Revista "Debats", març-juny 1991).
La crisis ecológico-ambiental no es un fenómeno aislado, sino que es un
componente destacado de la crisis global de nuestra civilización
industrial y en ningún caso se puede estudiar separadamente del contexto
general. Así, pues, cualquier intento de analizar los problemas, causas
y soluciones de la "ecocrisis" debe pasar necesariamente por una
comprensión del estado crítico de la situación mundial.
Estamos inmersos en una crisis global y estructural que marca la
transición hacia una nueva sociedad, que se viene manifestando a través
de una serie de crisis parciales (energética, económica, financiera, de
relaciones internacionales, de valores, etc.), pero que desde nuestro
punto de vista se realiza a principios de los setenta por la aparición
de la "crisis del medio ambiente". Junto con el fin de la ideología
desarrollista, esto evidencia la imposibilidad de un crecimiento
incontrolado e indefinido en un mundo con límites físicos y sociales
incuestionables.
La crisis del medio ambiente no es solamente de recursos y de capacidad
biológica del ecosistema global, sino que, insertada dentro de la crisis
del modelo de desarrollo industrial, nos refleja también la degradación
del medio ambiente humano en su dimensión sociocultural. Si bien las
causas directas de la crisis ambiental las hallamos en una constelación
interactuante de fenómenos poblacionales, científico-tecnológicos y
crecimiento económico incontrolado (con sus secuelas de urbanización,
industrialización, consumismo, etc.), sus raíces, por el contrario, hay
que buscarlas en la misma concepción del mundo y de la vida, y en la
falta de comprensión del medio como un todo, así como en la miope
percepción de la relación entre hombre-sociedad-medio ambiente que en
última instancia se remonta al pensamiento judeo-cristiano de posesión
de la tierra y al impulso de la corriente renacentista que reafirmaba la
idea de dominación de la naturaleza a través del conocimiento
científico.
El desordenado progreso técnico y económico alcanzado por la humanidad
en los últimos tiempos se nos presentan como las causas inmediatas de la
crisis ambiental, pero detrás de ellas existen otras causas subyacentes
que hunden sus raíces en el pasado y que, en definitiva, responden a una
falta de percepción y entendimiento del hombre con el medio ambiente del
que forma parte y depende básicamente.
Los grandes problemas ambientales con los que hoy nos encontramos son,
en una gran parte, consecuencia directa de la inadecuada actitud del
hombre respecto a la Naturaleza.
La tradición occidental ha mantenido una visión claramente
antropocéntrica cuyo origen parece ser judeo-cristiano, de forma tal que
se ha ensalzado al hombre como centro del Universo y un fin en sí mismo,
quedando, en consecuencia, la Naturaleza relegada como un medio para la
satisfacción de las necesidades humanas. Partiendo de esta base,
numerosos autores mantienen que será preciso la previa desaparición de
la arrogancia de la ortodoxia cristiana frente a la Naturaleza, que tan
fuertemente ha condicionado la ciencia y la tecnología, para resolver la
crisis ecológica, puesto que si los problemas ecológicos tienen sus
raíces hundidas en la "religión" el remedio debería ser esencialmente
"religioso", nos guste o no el adjetivo.
Bajo el influjo del pensamiento griego la teología cristiana concibe la
Naturaleza como pura utilidad, y vacía la relación entre lo natural y lo
humano de todo contenido moral.
Francis Bacon, uno de los grandes precursores de la filosofía de la
ciencia, introdujo una nueva lógica experimental e inductiva
contrapuesta al razonamiento aristotélico. Bacon inicia el camino hacia
la sociedad científica exaltando el dominio del hombre sobre la
Naturaleza por medio del conocimiento científico, esto es, argumentando
que el "imperio humano, sobre todas las cosas, se basa enteramente en
las artes y en las ciencias". Si bien el hombre no expolia la naturaleza
sino que intenta atraparla intelectualmente, venciendo su resistencia,
no por la fuerza, sino por la técnica del seductor, descubriendo sus
secretos.
Paralelamente, muchos críticos de la civilización occidental centran,
quizá exageradamente, en la persona y obra de René Descartes la mayor
responsabilidad en la consolidación de una corriente de pensamiento que
sitúa al hombre como dueño y señor de la Naturaleza, utilizando el poder
de la ciencia, con una concepción antropocéntrica y utilitaria, de donde
en última instancia se derivan los grandes males de la civilización
tecnológica.
El pensamiento cartesiano, partiendo del humanismo renacentista,
acrecienta la primacía del individuo como sujeto central del Universo,
por medio del descubrimiento científico, a cuyo servicio incondicional
quedan las cosas del mundo, aunque éste no fuera expresamente creado
para él. Este pensamiento fue el soporte filosófico de la ciencia
moderna que, partiendo de una teoría del conocimiento de la realidad
basada en la separación radical del sujeto y el objeto, se ha mantenido
durante los últimos siglos.
El dualismo cartesiano reafirma la visión del hombre situado frente a la
Naturaleza. Al mismo tiempo el método cartesiano, utilizando el carácter
analítico de la investigación y la reestructuración sintética, ha
predominado en el conjunto de las acciones de nuestra época,
conduciéndonos hacia una concepción parcial de la realidad en lugar de
una actitud global del hombre en relación con su medio ambiente.
El deseo humano de controlar la Naturaleza con la preponderancia
concedida al análisis científico fragmentario, de acuerdo con la
doctrina baconiano-cartesiana no permitió considerar el funcionamiento
de sistemas ecológicos amplios incluyendo al propio hombre y su relación
con el entorno.
La actitud humana en relación con su entorno expresada a través de la
historia del pensamiento, de la historia humana y natural, nos indica
los profundos terrenos en los que la crisis ambiental se arraiga. El
remoto origen de esta crisis es la falta de entendimiento entre las
sociedades humanas y entre éstas y su medio ambiente, por no haber
podido apreciar la verdadera dimensión del hombre y su lugar en el
Universo, ni tampoco percibir la necesidad de aliarse con la Naturaleza
e integrarse en ella como un elemento más.
|
|