1. La
principal responsabilidad que tiene que asumir la sociedad es la de
educar, ya que la educación es la base fundamental sobre la que
construir el futuro. Nos encontramos en un mundo en constante
transformación, lleno de posibilidades y de incertidumbres. Nuestra
sociedad vive hoy muchas tensiones y contradicciones que afectan al futuro
de nuestros hijos. Para afrontarlas no bastan los buenos sentimientos,
sino que debemos preguntarnos con qué recursos contamos. Pensamos que
el instrumento más eficaz para la construcción de lo humano, con toda su
grandeza y profundidad, es la educación. ¿Cómo nos estamos educando? ¿Cómo
estamos educando a nuestros hijos?
2. La
educación es la clave en la construcción de una auténtica cultura, y la
cultura es la base de una civilización, de ahí la urgencia de
plantearse seriamente qué es educar. Educar significa introducir a la
persona en la realidad, profundizar en el sentido que tienen las
cosas, descubriendo su valor. Implica por tanto despertar preguntas
decisivas para la vida: ¿yo, qué soy?, las cosas, ¿por qué me sorprenden?,
¿para qué sirve todo lo que hay en el mundo?, ¿qué significa este deseo de
felicidad tan grande que tengo? La educación no es solamente instrucción,
no debe renunciar a transmitir el significado de la realidad que se
estudia. Sólo entonces se genera auténtica cultura, porque no hay cultura
sin significado. Todos los aspectos de la realidad tienen un
significado (tanto una poesía como un teorema, un fenómeno químico, un
hecho histórico o un fragmento musical) y vale la pena implicarse hasta
el fondo para descubrirlo. Esta es la cuestión decisiva en la
vida de toda persona, a cualquier edad.
3. La educación no se dirige simplemente a instruir nuestra capacidad
intelectual sino que busca también promover nuestra libertad. Al
educar nos dirigimos, ante todo, a la libertad del que tenemos
delante. La educación no es un operación que tiene como fin convencer al
otro de lo que creemos, sino que es la libertad de una persona que se
dirige a la libertad de otra. La libertad se mueve gracias a la
atracción de la realidad, porque el corazón del hombre es sed de verdad,
es decir, de algo que corresponda exhaustivamente a las exigencias
originales (bien, belleza, verdad, justicia, …) que se despiertan
dentro de todo lo que nos sucede. La educación es la invitación a
descubrir la verdad de lo que existe porque si no, nuestro afecto por las
cosas acaba decayendo. Hasta el afecto por las cosas más cercanas. Sólo lo
verdadero tiene la fuerza para permanecer. La libertad no es pura
arbitrariedad. Uno es libre cuando reconoce el sentido de las cosas, sin
el cual no habría una verdadera razón para estar en el mundo. Por eso la educación es una gran apuesta por el corazón del hombre y hace
posible la afirmación de la persona y su
libertad.
4. El objetivo de la educación
es el desarrollo y crecimiento de la persona, entendida como un sujeto
único, irrepetible y libre. En un momento en que nuestro sistema
educativo tiene el reto de integrar a un alumnado muy heterogéneo y se
halla ante el noble intento de abolir los retrasos y diferencias para
posibilitar la igualdad de oportunidades, el olvido de este objetivo
lleva a una confusión entre igualdad y uniformidad con graves
consecuencias. Detrás de esta confusión se encuentra una concepción de la
igualdad como la inexistencia de diferencias, lo que implicaría la
necesaria adecuación de todos a un modelo de hombre, que en última
instancia dicta el poder y depende de la ideología vigente en cada
momento. La única alternativa a este uniformismo es
concebir a cada ser humano como único (como fácilmente
reconocemos en nuestros hijos), con valor en sí mismo por el mero hecho
de existir, libre y con una dignidad que no puede estar en
función de sus capacidades y mucho menos de su éxito social. Es
necesaria una educación que mire a las personas según las necesidades y
capacidades que tienen y que posibilite una formación adecuada para ellas.
La educación debe amar la diversidad porque es una gran
riqueza. Por eso la igualdad entendida como uniformidad elimina la
singularidad personal, y no puede constituir el valor civil de una
nación.
5. El nivel de desarrollo de una
sociedad se mide por la calidad de su sistema educativo, porque la
educación de los jóvenes es la premisa indispensable para garantizar el
futuro, el bienestar y la calidad de vida de una sociedad. Por ello, el
problema educativo no afecta sólo a padres y profesores sino que afecta a
todos los que pretenden construir algo en la realidad. Ayudar a
nuestros hijos a hacerse adultos es responder a su exigencia de felicidad
e implica sostenerlos en su camino hacia la madurez. Quiere decir
ayudarlos a construir, lograr que fructifique en ellos la tradición
cultural de la que venimos, como punto de partida para comprender la
diversidad de otras culturas y como fuerza que nos permite afrontar el
futuro y contribuir de forma original al bien
común.
6. La escuela nació para ofrecer
la propia tradición cultural a los más jóvenes. Eran las mismas
comunidades las que se organizaban para ofrecer este servicio. Por eso, si una sociedad renuncia a educar es porque ha perdido el gusto por su
propia tradición, por su propia cultura, y no sabe ya ofrecerlas como una
hipótesis de significado para los jóvenes. Las comunidades humanas,
para responder a las exigencias originales del corazón del hombre y a las
necesidades de la vida, normalmente tienden a asociarse practicando de
manera inmediata la solidaridad, en todos los ámbitos, desde la vivienda a
la sanidad o la educación. Esta solidaridad trata siempre de dotarse de
instrumentos de respuesta que el poder público debe garantizar. Un ejemplo
muy claro es el del derecho que tienen los padres de que la escuela
garantice el tipo de educación que quieren dar a sus hijos. Un Estado
democrático y laico debe favorecer que sea la sociedad la que se
responsabilice en primera instancia del tipo de educación que quiere para
sus hijos. El Estado está llamado a servir, es decir, a sostener,
valorar y equilibrar en su caso la realidad viva de la sociedad. Es lo
que se denomina principio de subsidiariedad. El Estado debe tener
como ideal el pluralismo, es decir, garantizar la existencia y el
desarrollo de cualquier forma de expresión que comparta la común condición
humana. La verdadera democracia nace de la colaboración entre diferentes
realidades humanas que estiman sus identidades y se respetan por el
reconocimiento común de la dignidad inalienable de la persona. Por eso la Constitución Española defiende la participación de los ciudadanos en
la creación y gestión de los centros escolares, y vincula al Estado
para que asegure la libertad efectiva en la escuela estatal y favorezca la
creación de centros de iniciativa social. La libertad de educación y la
educación en libertad son un test del grado de confianza que un Estado
tiene en su sociedad. Limitar la libertad del sistema educativo, tanto
en los centros estatales como en los de iniciativa social, es una forma de
atacar la democracia y el pluralismo. Los que temen este elemental
ejercicio de la libertad tienen sólo una intención: controlar la
sociedad.
7. Por todas estas razones, nuestro objetivo es que la educación pueda ser punto de encuentro y de
debate público para toda la comunidad educativa (padres, profesores,
asociaciones, sindicatos, administraciones educativas) y para toda la
sociedad. TIEMPO DE EDUCAR quiere contribuir a incrementar la
responsabilidad y la pasión por la educación, tarea permanente de la
vida a la que toda persona está llamada.
Plataforma
Cívica Pro-Educación
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