EL DRAGÓN
BUENO
Había una vez un dragón muy
bueno que se llamaba Solito. Siempre estaba solo porque la gente le temía
y nadie se acercaba a él. A menudo volaba por el pueblo para que
la gente lo conociera y no le tuvieran miedo. Los habitantes del pueblo
cuando veían a Solito corrían de un lado para otro, se caían,
se chocaban y había heridos, por todas partes, por eso decían
que Solito era peligroso.
Un día un niño llamado Charlie
fue a recoger leña a la montaña y se perdió en ella.
Hacía mucho frío y casi estaba congelado cuando lo encontró
Solito. Éste lo subió suavemente a su lomo y lo llevó
a su cueva, Solito hizo fuego para calentar a Charlie y cuando el niño
despertó, el dragón bueno, le empujó con el morro
manzanas, peras y la fruta de la que él se alimentaba. Charlie
se dio cuenta de que Solito le había salvado y quería ser
su amigo. Su amistad fue creciendo y hablaban mucho cada día; pero
pasaba el tiempo y Charlie quería volver con sus padres. Solito
no quería dejar que Charlie se fuera porque por primera vez en su
vida estaba acompañado de un niño.
Una noche Solito se dio cuenta de que Charlie
lloraba porque echaba de menos a su familia y a sus amigos. Solito decidió
devolver a Charlie al pueblo. Le subió a su lomo y cuando llegaron
allí vio que la población se estaba quemando por culpa de
una chispa que había saltado de una chimenea. Solito le entregó
una bola mágica que sacó de la boca y dijo a Charlie que
pidiera un deseo. El niño pidió que no hubiera más
desgracias en el pueblo. Entonces salió una luz de la bola y el
fuego se apagó.
Un ciudadano le dijo al rey lo que
había ocurrido y entonces éste comunicó a todos los
habitantes que el dragón sería la mascota del reino
y se llamaría Feliz. Los niños se pusieron muy contentos
porque podían ir a ver a Feliz siempre y jugar con él.
Pedro Linares 5è A.
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